Los seres humanos creamos culturas. Observamos, pensamos, imaginamos, obramos, comunicamos nuestras experiencias... Somos variados. Construimos nuestra "realidad". Fabricamos opiniones y maneras distintas de narrar nuestras vivencias. Este espacio expone estudios y trabajos del campo de la antropología del bienestar y la salud así como de la antropología de la naturaleza, sus componentes y sus leyes mostrando diversas concepciones y acciones que en esos terrenos se pueden dar y llevar a cabo en las culturas y sociedades del mundo.

Foto: "Águila peleando con serpiente". Tatuaje clásico del artista: Alvar Mena (La barbería tatuajes. Salamanca)

(Queda prohibida la reproducción de textos e imágenes del blog sin la aprobación expresa de sus autores o de los directores del blog)

SEGUNDA ETAPA

Etnobotánica y etnoecología (II).

1.2. Referencias etnobotánicas y etnoecológicas en una comunidad monástica: San Isidro de Dueñas.

(Publico otro extracto del estudio: "Etnobotánica palentina. Plantas para curar". El apunte a continuación expuesto recoge el relato de experiencias etnoecológicas y etnobotánicas de los trapenses de Dueñas como un contrapunto a las referencias del resto de las personas viviendo dentro del contexto social común).

Los estudios antropológicos se suelen dirigir a espacios humanos reducidos los cuales se estudian en profundidad.

Más que ver características homogéneas y comunes dentro del contexto palentino pretendemos en este trabajo mostrar diferentes grupos, personas y circunstancias relacionados con el campo etnobotánico; no con la finalidad de extraer leyes o conclusiones universales sino con el propósito de valorar lo variado de una parte de la sociedad castellanoleonesa (o de quienes viven ahí) que pueda ayudarnos a entenderla mejor, aproximándonos al conocimiento de realidades semejantes (otros lugares, otras provincias de Castilla y León, e incluso otras comunidades autónomas).  

Las personas que viven en la abadía de “La Trapa” forman parte de la red social palentina. Nos pareció interesante profundizar en aspectos etnobotánicos y etnoecológicos en dicho grupo con el fin de mostrar una realidad humana más a sumar al abanico de realidades humanas de dicha provincia.

El monasterio cisterciense de San Isidro de Dueñas es un lugar apacible. El edificio, de estilo herreriano, reconstruido en el siglo XVII, se armoniza con un entorno tranquilo y amplio típicamente castellano. Su iglesia con fachada románica y antigua torre defensiva dispone de un espacio para los visitantes al que se accede por la entrada externa. Una reja lo separa del espacio privado de la abadía permitiendo al observador reposar en el silencio y/o disfrutar de los cantos de los monjes dirigiendo aquél su experiencia al objetivo que desee (descanso, reequilibrio nervioso, paz interior, aislamiento momentáneo de la rutina cotidiana, fines religiosos, etc.).

He visitado estos lugares muchas veces en todas las estaciones del año. Cada momento aporta diferentes matices a la instantánea visual, dando lugar a vivencias variadas. El verano es especialmente atractivo. Surcan el cielo del monasterio distintas especies de pájaros alborotadores y la brisa fresca, a la sombra de los árboles, recupera del potente sol de esta estación.

Los monjes con los que hablé, aunque sólo fuera para pedirles una indicación, se mostraron siempre agradables y corteses, en consonancia con su ser y modo de vida, y en consonancia también con el entorno de paz descrito.

En esta ocasión nos interesamos por conocer referencias de experiencias con la naturaleza dentro del monacato, tanto en lo que respecta a alimentos como a plantas curativas. Pero me encontré además con referencias a los espacios naturales circundantes de gran valor para nuestro trabajo.

Me dirigí al abad del monasterio quien se mostró en todo momento dispuesto a colaborar. El Padre Enrique Trigueros me expresó que conoció aspectos etnobotánicos de plantas para curar y para usos especiales cuando estuvo destinado en México. De la población local aprendió, por ejemplo, usos particulares de la alcachofa para depurar y de otras plantas; pero me narró que los usos tradicionales homólogos en la abadía de Palencia ya se habían perdido: Antes sí había algún hermano interesado y aficionado a esto, reconociendo y recolectando plantas para fines medicinales domésticos; pero ahora, con las modernas bolsitas tienes las infusiones al instante cuando las necesitas. No hay quienes se dediquen a eso ya. Tenemos un tilo y sí hemos recogido a veces las bolitas para infusiones. También crecía un té por aquí pero, como digo, no hay un interés significativo por estas cuestiones.

Los monjes cistercienses siguen una orientación vegetariana en su alimentación, a excepción de situaciones y casos que, por necesidades específicas de salud requieran otras cosas. Según el Padre abad, hombre de mirada serena y voz suave, San Benito así lo dispuso. Quien acepta esta vida, acata la regla (subraya). La alimentación a base de vegetales (legumbres, hortalizas, frutas, verduras) permite al cuerpo liberarse de lentos y largos procesos digestivos estando el espíritu más despierto y preparado para la oración, la reflexión y el objetivo fundamental nuestro que es vivir la experiencia de Dios. Comer carne puede distraernos centrando la experiencia vital alrededor del funcionamiento orgánico. No lo discutimos. Seguimos la regla de San Benito. No obstante, cuando alguien está delicado o enfermo, nos atenemos a lo que se nos diga para curarnos.

Los monjes entienden que hay que cuidar la salud y que no hay que menospreciar el cuerpo. De hecho, insistió el abad: Para poder vivir la experiencia monacal hay que estar cuerdo. Mente y cuerpo deben estar en armonía. La persona que reza no debe exponerse a situaciones que alteren su equilibrio y nublen su razón. Por ello nosotros consideramos necesario complementar la oración con el trabajo diario y otras tareas así como con la expansión que nos proporcionan los paseos y la percepción de la naturaleza en nuestra huerta y en los terrenos del monasterio. El P. Enrique insistió en esto como una necesidad para que el monje sea una persona sana: Vivir orando exclusivamente en las cuatro paredes de una celda puede llevar la mente al desequilibrio. Para favorecer la armonía de la persona y de la comunidad nos gusta ocuparnos también de pequeñas cosas como embellecer nuestra casa, arreglarla poco a poco, organizarla y ordenarla de manera que sea agradable y acogedora.

Me explicó que para entrar al monasterio hay que pasar un periodo de adaptación. Los novicios deben tener claro que van a vivir así el resto de su vida. Si una persona no está preparada, no se le permite seguir. Le pregunté si es necesario estar hecho de una pasta especial para vivir según la regla de San Benito renunciando a gran parte de lo que la vida te puede ofrecer en el mundo. Fue muy claro en la respuesta: Para vivir aquí y así, Dios te tiene que elegir. Él te tiene que llamar. Eso es la vocación.

De esa manera, le comenté, es como se puede seguir una vida estricta como ésta. Dios no te va a llamar sin dotarte de recursos y medios para poder seguir este camino. Así es (comentó), alguien elegido por Dios está ya preparado de alguna manera para ello. Vienen gentes que nos piden entrar, personas que buscan salidas a su vida. Ahí hay que tener cuidado. Tenemos que estudiarlos bien, que no tengan problemas que puedan afectar negativamente a la comunidad.

Entendí que el monacato no es la salida a una vida llena de frustraciones; es decir, que no es un modo terapéutico o de reequilibrio alternativo sino un camino de realización personal elegido como objetivo no por rebote. Pregunté a Enrique su opinión sobre el monacato o correlativo en culturas diferentes a la europeo-cristiana. También con pocas palabras me respondió de manera didáctica y muy clara: La Biblia dice que el ser humano fue hecho a imagen y semejanza de Dios. Así es que todos los seres humanos del mundo tienen algo que les hace dirigirse al Creador, se llame de una manera o se llame de otra. Por ello, por ejemplo en el budismo tengo entendido que también hay comunidades que viven en la espiritualidad de manera simple, alejados del mundo y centrados en sus oraciones o pensamientos. No sé si todos terminarán lo que empiezan. Sé que hay gente que sí, que sigue el camino hasta el final. Pero tal vez haya más que lo dejan en un momento dado. Nosotros aquí tenemos claro que cuando entramos es para siempre. Y ello nos llena de alegría puesto que cada día nos acercamos un poco más a Dios.

La explicación de Enrique es muy antropológica, valorando las experiencias espirituales humanas diferentes. Uno a veces se encuentra con representantes de creencias en distintas culturas que se cierran en sus ideas sin siquiera dar la posibilidad de que otros seres humanos puedan tener su manera de ver al Creador.

Volviendo a nuestro objeto de estudio, la valoración de la alimentación vegetal como una opción y un modo para seguir viviendo pero también como una manera de armonizar la vida física y biológica con la espiritual es un hecho, desde mi punto de vista, inteligente, salido del análisis que pudo hacer San Benito para organizar de la mejor manera el monacato. Sin embargo, la alimentación exclusivamente de vegetales, y en concreto de féculas, según el P. Enrique, ocasionó en el pasado problemas de salud a algunos monjes. El seguimiento de una regla excesivamente estricta y al pie de la letra pudo ser contraproducente para ciertas personas. A partir del Concilio Vaticano II se introdujeron reformas en el Císter, algunas dirigidas precisamente a facilitar el desarrollo equilibrado y sano de la vida monacal reduciendo situaciones de enfermedad, de carencias nutricionales y otros problemas derivados de alimentaciones inadecuadas o incompletas en personas con características determinadas o en circunstancias especiales.

Las potencialidades que los cistercienses ven en los alimentos vegetales son del tipo: potencialidades naturales; es decir, capacidades biológicas que les permiten distraerse menos de su tarea de búsqueda de la experiencia gratificante y maravillosa (en su opinión) de Dios.

No existen ya, salvo excepciones, tradiciones de usos específicos de plantas para curar en la vida de la abadía palentina. Los monjes se han integrado de alguna manera a la corriente de la vida moderna en lo relativo a cuidados físicos por lo que utilizan los medios ofrecidos al resto de la sociedad (infusiones estandarizadas por el comercio para el caso de las hierbas de uso doméstico y cotidiano).

Hay algo que sí nos interesa destacar y es el valor reequilibrador y armonizador-rearmonizador que los espacios proporcionan en un estado/estilo de vida estricto como es la regla monástica. En nuestro análisis, entendemos que el ser humano obtiene experiencia del mundo y del entorno inmediato a través de los sentidos. Una experiencia pobre puede dañar el equilibrio a la larga por carencias, por deformaciones y por acción intensa y perjudicial de la monotonía experiencial-sensorial de la rutina (vivir largo tiempo en un espacio poco variado y reducido físicamente). Los monjes son muy conscientes de eso. Por tal razón procuran armonizar la regla monástica (actividades, horarios, oraciones, etc.) con los tiempos de relax y descanso. Éstos pueden ser hechos de expansión como salir a la huerta, dar un pequeño paseo en la mañana o en la tarde entre los árboles, percibir en el rostro y en la piel la brisa de las estaciones y de los diferentes momentos del día, sentir el calor del sol o el frío del invierno, apreciar los cambios de luz, escuchar la naturaleza (pájaros, río, hojas de árboles, viento, etc.), sentirse relativamente libre en el espacio natural ampliando el horizonte cerrado de las cuatro paredes de la celda del monasterio, oler la tierra mojada de la huerta, los frutos recién sacados; lavar las verduras y las hortalizas, prepararlas, regar, atender las tareas cotidianas y las obligaciones de cada uno, disfrutar de los tomates, las lechugas, los guisantes o los calabacines propios; disfrutar de los cambios de forma y color en el entorno natural de las cuatro estaciones castellanas; sentirse bien por el cuidado del espacio interior de la casa. Todo ello se adelanta al peligro potencial de una estricta monotonía sensorial. No queremos con esto decir que los monjes busquen tener una experiencia sensorial gratificante como un objeto principal. Nada más lejos de sus propósitos. Consideran esa experiencia natural un regalo de Dios y les sirve para reconocerlo allá por donde van. Son experiencias sencillas de una organización de la vida en equilibrio. Otorgan a los espacios el valor de acercarlos a Dios. Esta experiencia natural (sensorial) sana, opinamos, es un contrapunto de equilibrio allá donde pocos más hay para armonizar con la dedicación exclusiva a Dios. Les dispone para vivir al cien por cien la oración y el recogimiento deseados, y para entregarse al Ser Superior de manera total generando en ellos a la vez paz y un ansia sana por buscar la vivencia sublime de Dios.

Pregunté al abad qué entendía él por bienestar y me respondió que la experiencia de Dios sin menospreciar la salud del cuerpo y de la mente. Sobre la enfermedad (genérica) me explicó que ellos la aceptan y son conscientes de que en un momento u otro algo va a llegar. Pero no le achacan a Dios su envío para castigar, etc. Entienden la enfermedad como redentora. La ofrecen, ofrecen el sufrimiento que pueda traer, por los demás. Rezan por la gente y no viven como algunos pudieran creer una vida egoísta de realización exclusivamente personal y cerrada en ellos. En Dueñas la abadía da trabajo a un número de familias además de producir artículos de primera necesidad tal que la leche ofrecida a la sociedad como una opción natural (sin trasformaciones industriales). Sobre la muerte, relató el P. abad: No tenemos un apego a vivir por vivir, a prolongar la existencia por los medios que sea ansiando estar en este mundo lo más posible; no. Vivimos hasta que Dios quiere. Cuando él nos llama lo aceptamos y a veces anhelamos ese encuentro definitivo. He visto morir a muchos hermanos y, salvo raras excepciones, todos han pasado el momento en paz y en gran calma, esperando el encuentro deseado durante tantos años.

Podríamos dar, pues, desde un punto de vista antropológico sin oponernos a la visión que los monjes tienen de sus propias experiencias, un valor de ecoterapia a la vivencia del espacio; ecoterapia entendida como modo inteligente de usar la experiencia sensorial (en el medio natural, de trabajo y doméstico) colaborando al equilibrio mente-cuerpo para alcanzar su objetivo: la experiencia de Dios.

Concluimos el punto señalando que la experiencia del uso de plantas en la abadía de San Isidro de Dueñas es una vivencia nutricional relacionada con el contenido preceptivo de la regla de San Benito y en ciertos momentos con el hecho de consumir productos de temporada criados con dedicación y amor en la casa (huerta propia). Esta experiencia se acepta al aceptar la regla.

La experiencia ecolocal también se asocia a planteamientos de salud y bienestar básicos y elementales: necesidad de mantenimiento de un equilibrio psicofísico individual y comunitario-regular para que haya un buen funcionamiento de la organización y el grupo.

Salvando las diferencias de mundos personales, podríamos valorar las experiencias ecolocales de los monjes y las de algunos de nuestros informantes (Luis, de la comarca del Cerrato) como cercanas (al menos en determinados aspectos) ya que ambas apoyan el equilibrio y el bienestar de la persona; y ambas pueden llegar a ser vivencias poéticas o experiencias también espirituales partiendo de un encuentro relativamente profundo del ser humano con el medio natural entendido éste como algo más que simple reino vegetal o mineral.

La proyección sobre el medio de categorías personales, culturales o de creencias (religiosas) puede trasformar la experiencia exclusivamente natural (sensorial, perceptiva, mecánica) en experiencia superior. Antropológicamente hablando, el entorno sería un elemento de bienestar desde el momento en que dichas experiencias (aunque sentidas y comunicadas de manera diferente por cada uno) son gratificantes. Es a lo que nos hemos referido como ecoterapia.


-Algunas imágenes de la Abadía de S. Isidro.













1.3. Etnobotánica urbana. 


El espacio urbano actual es un espacio complejo en el que personas, bienes e ideas de distintos orígenes están en continua interacción. Los orígenes a los que nos referimos son:

  1. Espaciales (gentes de diferentes lugares, nacionales y extranjeras; artículos y elementos de procedencia local, nacional e internacional).

  1. Culturales (ideas, costumbres y creencias, de tradiciones locales y foráneas).

  1. Sociales.

La interrelación humana urbana hace difícil abordar un estudio etnobotánico (de plantas para curar) en la ciudad. Las influencias familiares-domésticas se mezclan con las de los contextos rurales próximos, con las de los medios de comunicación, con las traídas por gentes provenientes de lugares lejanos (otros países, otros continentes), con las científicas, con las de la medicina tradicional local (contexto comarcal-regional de la ciudad), con las de las etnomedicinas naturalistas de corte internacional, etc. Ante tal complejidad de hechos, el planteamiento de este estudio específico fue simplemente de aproximación comprensiva a los significados de: plantas y espacios para reequilibrar, a través de referencias dadas por:

  1. Profesionales de atención natural.

  1. Personas que regentan establecimientos vendiendo artículos y plantas usadas para el bienestar y la salud (herbolarios, farmacias especializadas, parafarmacias).

  1. Consumidores/clientes de unos y otros.

  1. Personas provenientes de otros países con culturas tradicionales de salud propias (pertenecientes, en este caso, a la comunidad colombiana de Palencia).

- Explicaciones y experiencias de expertos, profesionales y usuarios.

Las primeras referencias las tenemos de Félix, 49 años, profesional de la salud natural, para quien las llamadas en el presente trabajo: plantas para curar son elementos naturales utilizables como recursos de reequilibrio con potencialidades naturales explicables desde la biología y desde ciencias de la salud de culturas diversas como la medicina china. Félix habla de plantas beneficiosas para la salud y la vida, más que de plantas medicinales. Respeta las referencias botánicas de la ciencia convencional así como las etnobotánicas tradicionales, vengan de la cultura que vengan. Conoce a etnomédicos tradicionales locales, a profesionales de la medicina tradicional china, a curadores de etnias indígenas americanas, a sanadores Nueva Era y a otros a los que denominaríamos: reequilibradores, en general. Opina Félix, desde su experiencia profesional, que las personas que acuden a las llamadas plantas medicinales en el medio urbano lo suelen hacer conociendo ya algo de sus usos y potencialidades, bien por experiencia previa, bien por lecturas o informaciones de otros. Ello hace más fácil el trabajo profesional de orientación e información. Según Félix, en el medio urbano ya no quedan etnomédicos de las tradiciones locales; y quedan pocos (muy mayores ya) incluso en el medio rural. Los clientes de Félix suelen ver las plantas desde la óptica naturalista, aunque algunos les atribuyen simbolismos particulares provenientes de corrientes Nueva Era o de culturas de países lejanos. Según Félix, en la actualidad las gentes viajan más y se interesan por aspectos culturales de otros países y continentes. Ello les lleva a conocer, si están interesados en ello, maneras de ver las plantas, la salud, la enfermedad y la curación de lugares como la India o China. Cuando acuden a la consulta natural, traen esos ropajes culturales de símbolos en relación a la planta, a su ser y a su acción sobre quien la toma. A Félix le parece bien todo eso siempre que esté dentro de lo que él llama “límites razonables”; es decir actitudes positivas y realistas de las personas capaces de ayudar a su reequilibrio colaborando con las orientaciones profesionales. Sobre su experiencia particular usando plantas para protegerse de problemas o mejorar de dolencias, Félix nos habla expresamente de la ortiga (urtica urens), muy común en todas las tierras palentinas. Usa la planta fresca, directamente cortada y frotada o apretada sobre puntos de su anatomía acupuntural. Lo llama: fitopuntura. Se trata de la acción (química y física) de la planta sobre la superficie corporal (piel) en los puntos biológicos activos señalados por la medicina china. Lleva años utilizándola de esta manera. Señala que la acción urticante de las cápsulas de la hoja de la ortiga sobre los puntos acupunturales concretos para uno u otro problema libera en el organismo los compuestos fitoquímicos ácidos (ácido fórmico) provocando una respuesta fisiológica inmediata que se manifiesta como los típicos ronchones de la picadura de la ortiga. Tal reacción, según él, no sólo expresa que se pone al día el sistema inmunitario (estímulo de dicha acción como respuesta al tóxico de la planta) sino que se activa el mecanismo energético-bioeléctrico-físico-químico necesario ante el problema de salud que se trate a través de la acción acupuntural especial de la planta. Según Félix, existen precedentes de este uso en la historia occidental (excluyendo la relación con la medicina china): ya los griegos se frotaban ortigas, dice, para purificar la sangre, para estimular las defensas o para mejorar de problemas articulares. Félix utiliza las ortigas de esa manera para mantener sana su garganta; en concreto, la laringe (mucosas) ya que, según él, llegó un momento en el pasado en que la voz se le iba, tenía inflamaciones de laringe y faringe cada poco y no conseguía superarlo ni con remedios naturales ni con medicamentos químicofarmacéuticos. Desde que empezó a usar la fitopuntura con ortigas, su problema se mejoró hasta resolverse. Raro es el año que tiene molestias en la zona. Afirma que puede hablar sin parar, forzar la voz, cantar, etc., sin ningún contratiempo desde que se frota periódicamente las ortigas en los puntos acupunturales apropiados (del brazo y la mano). No recomienda tal uso a sus clientes ya que no tiene la seguridad de su respuesta. Sin embargo, sí ha usado las ortigas con su familia en determinados momentos y con éxito (problemas de garganta de sus hijos o catarros que tardaban en curarse). No recomienda que nadie lo haga sin el asesoramiento de un profesional o experto que además conozca la medicina china. Es, en definitiva, el uso de un fitoquímico cuyos resultados pueden ser contrarios a los esperados dependiendo de las características orgánicas particulares de cada persona, subraya. No hay que tomarse a broma el uso terapéutico de las plantas. Lo que puede curar, puede dañar y viceversa, dependiendo de a quién, cuándo se use, cómo se haga, cuánto se utilice y dónde se efectúe. Félix ha usado la fitopuntura con ortigas en sí mismo también para problemas de espalda (lumbalgias), molestias articulares concretas, molestias articulares generales, inflamación del pie por ataque agudo de artritis reumatoide, tensiones y contracturas musculares, cefaleas y procesos de depuración primaveral.

Por contrastar con otras culturas, diremos que en áreas de Mesoamérica se usa una variedad de ortiga (Urtica dioica) con la que se “dan limpias”, que son acciones dirigidas a la integralidad de la persona para sacar-eliminar de ella todas las impurezas y residuos tóxicos que obstaculizan el normal funcionamiento del cuerpo y la operatividad cotidiana de todo el ser. Se utiliza frotada o ligeramente golpeada sobre determinadas partes del cuerpo. Desde el punto de vista físico, según las culturas locales, ayuda a calmar los nervios, mejora la circulación, actúa contra el reumatismo, estimula la circulación sanguínea, estimula la linfática, facilita el funcionamiento intestinal y regula el equilibrio hídrico-térmico  (Aparicio, 2008). El procedimiento (material) tiene un cierto parecido de fondo con el de Félix, pero también presenta diferencias.

Desde el punto de vista etnobotánico lo que nos interesa aquí es destacar la visión local de la planta curativa. En Mesoamérica, las limpias con ortigas o con otras plantas suelen incluirse en procedimientos complejos físico-simbólicos, asociándose a la actuación limpiadora ciertas imágenes culturales tradicionales. Algunos curadores locales se dirigen previamente a las plantas, hablándoles, pidiéndoles permiso para actuar con ellas y demandándoles ayuda para lograr la mejoría o la curación de sus clientes-pacientes[1].
  
Volviendo a nuestro territorio, destaca Félix el valor de otra planta que culturaliza al hablar de ella desde su punto de vista y experiencia; es el jengibre (Zingiber Officinale). Por su sabor picante (según Félix, un picante más sano que el de los chiles y guindillas), lo utiliza para movilizar las mucosidades en afecciones respiratorias[2]. Ayuda a potenciar y mantener el sistema defensivo general y mejora las digestiones. Opina que hay que tomarlo cortado directamente en rodajas y masticado para sentir el picante. Luego se puede tomar agua o zumo para calmar la sensación en la boca. Señala su gran valor para proteger el intestino frente a la posible acción agresora de los ácidos digestivos y de los tóxicos procedentes de la alimentación y de las interacciones químicas de los procesos metabólicos (y el uso de determinados medicamentos). El jengibre también “calienta”, subraya, entendiendo dicho calor desde el punto de vista térmico-físico y desde el punto de vista energético de la medicina china. Lo aconseja principalmente en otoño e invierno, sirviendo además en situaciones de rigidez muscular, tensión, sensación de frío en la espalda, sensación de frío y debilidad general. En algunos lugares, como Sri Lanka, dice Félix, lo toman añadido a la infusión de té convirtiendo ésta en una bebida con un sabor especial y agradable, sin azúcar añadido. La gente aquí lo conoce como alimento, añadido a ensaladas o a comidas. Su mejor forma es crudo.

Vemos en las explicaciones de Félix la expresión del mestizaje cultural urbano alrededor de la salud y, en este caso, de las plantas (silvestres y alimentos) usadas para curar: articulación de ideas y elementos culturales occidentales naturalistas y asiáticos. Cree que los simbolismos personales, familiares o comunitarios asociados al uso de las plantas para curar sirven y son de gran ayuda en los procesos de reequilibrio. Valora las formas de uso de otras culturas. Considera que las plantas no son vistas de la misma manera en unos lugares que en otros. Esas diferencias de visión, opina, también influyen en sus interacciones con las personas, y en los resultados de dichas interacciones. Félix tiene una doble formación: académica-universitaria y naturalista-tradicional. Su visión de las plantas para curar es intercultural, como la de cada vez más gente en el mundo actual, mezclado y global.

Miguel es un chico de 18 años, estudiante de ciencias. Conoce la medicina natural y las plantas medicinales desde niño pues han sido el medio usado en la casa para la mayoría de los problemas. Su visión de las plantas para curar es una visión naturalista más que estrictamente biologista. La diferencia está, según él, en que la primera incluye aportes y herencias culturales familiares; y la segunda es sólo el fruto del estudio objetivo y académico. Miguel posee los dos tipos de información (por familia y por estudios) pero los unifica en lo que para él es una visión naturalista. Desde pequeño conoce el uso de las ortigas frescas (Urtica dioica) sobre la piel (zonas de brazos para determinados problemas). Opina que tal utilización le ha dado siempre buenos resultados; por ejemplo, para la eliminación de mucosidades y residuos catarrales, no ocasionándole nunca ninguna alteración secundaria. En cuanto a otras plantas, usa frecuentemente en infusión: té (Camellia sinensis), manzanilla (Matricaria chamomilla), menta (Mentha piperita), verbena (Verbena hybrida), tila (Tylia europaea) del árbol de su patio; y plantas silvestres como el tomillo (Thymus vulgaris) y el romero (Rosmarinus officinalis). Las raras veces que ha tenido tos, sigue poniendo cerca de donde duerme cebolla picada en un platito con unas gotas de limón por encima. Afirma que de esa manera respira bien y no tose ni una vez durante la noche. Todos estos conocimientos de experiencia y familiares los considera muy válidos, no sólo por los resultados que dan sino porque tienen su explicación científica. Según Miguel, los farmaconutrientes (productos de fitoterapia estandarizados y comercializados por casas farmacéuticas o empresas del ramo de la medicina natural) suelen tener un carácter curativo no inmediato, requiriendo una actitud de constancia. No es como tomarse una pastilla de la farmacia y ya está. Hay que seguir. Pero es más sano. A mí siempre me ha ido bien, y me sigue yendo. Llevo usando la medicina natural toda mi vida. En cuanto a las potencialidades culturales de las plantas para curar, conoce algunas por haber estado en sitios de México donde ha visto cómo se usan en contextos tradicionales y étnicos diferentes; pero desconoce otras costumbres o tiene sólo referencias de oídas. Habla especialmente de su experiencia con el hongo chino: “Yun Zi” (Coriolus Versicolor), asociado a otros productos de fitoterapia y homeopatía recomendados por un profesional en periodos importantes de estudio como el fin del bachiller y la selectividad. Afirma que el uso del citado hongo nutricional le posibilitó retener mejor las informaciones leídas, recordar y manejar con más facilidad en la mente dichas informaciones y cansarse menos por la cantidad de horas que tuvo que estudiar. Siempre es mejor servirse de elementos sanos y naturales que de porquerías químicas perjudiciales como muchos usan para estudiar, afirma.

Poco más nos dice Miguel. Sin embargo, suficiente para reflejar la toma de conciencia del valor reequilibrador de las plantas por la generación más nueva (o por algunos representantes de dicha generación). Es evidente que la posición favorable de Miguel hacia las plantas la tiene por educación familiar. Sin embargo, es capaz de elaborar juicios propios contando con una experiencia personal que le dirige sus actuaciones y la búsqueda de soluciones de salud en ese campo por convencimiento de su eficacia. Uniendo las explicaciones de Miguel (estudiante universitario) a las de Pedro (joven profesor de Educación física trabajando en el Norte de la provincia), podemos hablar de referencias que asumen un naturalismo producto del estudio y del interés personal, de la herencia cultural-naturalista familiar (más en el caso del Miguel) y de la moderna fitoterapia (de carácter internacional). Se trata ya de una posición intercultural más urbana que rural y en relación con los tiempos que corren (sociedad global); y estamos viendo cómo se asumen usos de plantas no autóctonas (caso del hongo nutricional -Coriolus V.- mencionado) fruto de la internacionalización de la cultura naturalista.

Laura es profesional de la enseñanza (48 años). Considera las plantas beneficiosas y útiles para muchas cosas; entre ellas, la salud y el bienestar. Creo que las plantas encierran muchos misterios. Si viven en los mismos sitios que las personas tienen que tener cosas en común y, por tanto, pueden ayudar[3]. Laura aprendió de su madre el cuidado de las plantas para adornar, adquiriendo desde pequeña las asociaciones culturales que ahora proyecta sobre las que observa y aprecia. Para Laura, las plantas para curar se dividen en dos grupos: el de las que se ingieren, como la manzanilla, la tila, la verbena o la menta (que ayudan al cuerpo); y el de las que se contemplan, que curan el alma. Éstas proporcionan placer y, por lo tanto, bienestar. El placer obtenido por la contemplación influye directamente en el sistema nervioso. Y un sistema nervioso equilibrado es la base para tener bienestar y buena salud, afirma. Las potencialidades vistas por Laura en las plantas son de índole naturalista y mágica; entendiendo lo mágico como magia poética capaz de cambiar en el observador muchas cosas.

Creo que la planta tiene una parte cultural que también cura. Se la aportamos nosotros. Si uno asume que tal planta es buena para tal problema, ya le hace más efecto por ello, expresa. Creo que hay plantas que curan desde la admiración. Por ejemplo, una rosa u otra planta te aportan algo especial a través de la observación. Es placentero, causa bienestar y reequilibra. Te pone todas las cosas en su sitio. No necesitas tomarla (ingerirla). Algunas plantas curan a través de la sensorialidad. Flores bonitas, flores para un momento, plantas que manipulas, que cuidas, que te dan algo. Creo que las plantas son agradecidas a la mano que las cuida. Mi madre siempre decía que si las tratas con mimo ellas te lo devuelven.

Laura toma en infusión plantas de uso común para pequeños trastornos, como: manzanilla, tila, verbena, té. Y habla con especial cariño de otras: azahar (Citrus aurantium), lilas (Syringa vulgaris), rosas (Rosa spp), claveles (Dianthus caryophyllus), alhelí (Matthiola Incana), narcisos (Narcissus spp), jazmín (Jasminum officinale), lirios (Iris germanica). No me gustan éstas porque adornen, dice. Me gustan para verlas, olerlas, sentirlas cerca o contemplar sus formas; es decir, para estar bien a su lado.

En cuanto a los alimentos de plantas, a Laura le gusta verlos en los puestos del supermercado, contrastando sus colores, sus formas. Comer verduras y frutas está bien, pero el bienestar empieza cuando aprecias esos colores tan vivos y diferentes en la tienda.

Intentamos, en este trabajo, exponer visiones distintas para componer un puzzle etnobotánico rico y variado. La óptica de Laura es muy original; sobre todo cuando habla de “plantas para curar el alma”. Piensa que lo que nos beneficia o nos perjudica, primero entra por los sentidos. Y, dado que en la actualidad absorbemos sensorialmente muchas cosas malas, el trabajo consciente, planificado, de reequilibrio sensorial es una forma de prevención fácil de enseñar y fácil de poner en práctica.

Elena y Felipe son cultivadores y productores de verduras y hortalizas en un área de los alrededores de la ciudad. Participan de la vida urbana a la vez que de su, para muchos, privilegiada ubicación natural. Distinguen claramente entre los productos vendidos por empresas y comerciantes, provenientes de producciones convencionales, amplias y tratadas para aguantar, y los productos sacados del huerto, cultivados con mimo atendidos casi uno por uno. Para Felipe, sus tomates no sólo tienen apariencia de tomates, con su color, su olor y su forma; tienen además un sabor único. Los pones unas gotas de aceite de oliva virgen extra, un toque de sal y cierras los ojos mientras los comes. No te sabrán a nada de lo que compras en la tienda, subraya. Nuestros tomates “pata negra” son especiales. Puede que no sean tan redondos y bonitos en apariencia como los que compras, pero el sabor no tiene nada que ver, añade. Elena es una mujer de edad pero disfruta sacando sus hortalizas. Ambos son conscientes de que sus productos son diferentes de los del mercado convencional. Los dos consideran que la alimentación envasada y producida industrialmente no es sana. Opinan que muchos productos del mercado normal pueden causar a la larga problemas de salud al estar tratados con químicos y al estar conservados de manera artificial. Se sienten orgullosos de sus lechugas, coles, pepinos, pimientos, cebollas, tomates, etc. Los que prueban nuestros tomates o nuestros pimientos (familiares, amigos y otros) nos lo dicen. Nada que ver con los del comercio, apuntan.

Tanto Elena como Felipe ponen pasión hablando de sus productos. Se emocionan y pretenden trasmitir esas asociaciones a su interlocutor. Son sinceros. No hablan por hablar. No lo hacen para ganar nada. Defienden una manera de producir alimentos que se está perdiendo, aunque sea esclava, según ellos. No buscan admiración hacia sus personas sino hacia sus productos naturales. Te preguntan si te han gustado. Disfrutan con tu relato y con tu satisfacción.
Desde una óptica antropológica lo interesante de estos relatos está en que la satisfacción de unos, degustando ciertos alimentos cultivados por otros, produce bienestar en éstos. También se hace hincapié y se marca la diferencia entre dos maneras de producir alimentos: la tradicional propia y la comercial-ajena que llaman industrial. Esa diferenciación la he escuchado en otros ámbitos también, subrayando mis informadores que la gente que no puede acceder a los productos tradicionalmente cultivados tiene que conformarse con los de la tienda, aún sabiendo que éstos no saben igual y que además llevan asociados contenidos informativos populares de impurezas y elementos no buenos para la salud (conservantes químicos y otros productos artificiales). Los alimentos culturales de Elena y Felipe se parecen a los que comunican quienes los disfrutan. Todos los relatos giran alrededor del bienestar que produce esa comida.

Néstor es profesional de herbolario. Su negocio está en la ciudad. Vive en la ciudad pero disfruta del campo cada vez que tiene ocasión de escaparse a la naturaleza. Considera que las plantas pueden curar dependiendo de personas, problemas y circunstancias. En todo caso, opina que la acción reequilibradora de las plantas y los alimentos es más lenta, aunque más segura y efectiva. Insiste en que los radicalismos no son buenos y que plantas y medicamentos tienen sus espacios dentro de las enfermedades y los desequilibrios. Valora el “efecto placebo”, cuya importancia reconoce. Señala: muchas curaciones las hacemos nosotros mismos, independientemente del tratamiento que estemos siguiendo, sean medicamentos, sean plantas. En un gran número de casos, el cuerpo termina superando el problema. El tema es que no se le deja tiempo. La formación de Néstor es convencional, pese a los recuerdos de los consejos de su abuelo, médico naturista de Santander. Reconoce que en la familia siempre hubo conocimientos y prácticas naturalistas para el cuidado de la salud, pero esas tendencias no florecieron en él hasta llegada cierta edad, después de haberse hecho cargo del negocio del herbolario. Cree Néstor que mucha gente utiliza remedios erróneos, objetivamente hablando: Van a comprarlos porque lo han oído o porque opinan que ciertas cosas les van a ir bien. No saben, no tienen los conocimientos, pero los piden y compran con una fe ciega, convencidos de que les van a ayudar… En esos casos al principio me metía y trataba de orientar, pero lo primero que veía era el cambio de expresión en los rostros: caras de duda, de decepción, de inseguridad, de indecisión, de confusión. Ahora no digo nada porque estoy convencido de que en determinadas ocasiones es la fuerza de quienes los consumen, su ánimo potenciado con el remedio como mero apoyo, lo que les mejora y cura, si ocurre. En todo caso, si no son cosas que por otra razón les perjudiquen, no les digo nada; y si piden mi aprobación, se la doy.

En un primer análisis de la idea de Néstor, diríamos que apoya la terapéutica simbólica; o, al menos, la deja funcionar sin intermediar obstáculos informativos. Podríamos aplicar aquí el refrán: “Lo mejor es peor que lo bueno”. Creemos que la curación, o el reequilibrio, tienen que ver mucho con las actitudes de las personas. La mayoría de las sociedades tradicionales que conozco en América, Europa y Asia utiliza habitualmente la medicina simbólica, o la complementa con la naturalista. En nuestra sociedad occidental, moderna, racional, científica, vemos, a través del relato de Néstor como aún sigue viva, trasformada, la corriente simbólica que acompañó al ser humano desde siempre. Sin entrar en juicios de valor diremos que la división interna del ser puede ocasionar grandes trastornos. Y no estamos hablando de la aprobación del engaño. Éste es un acto deliberado y con fines específicos que beneficia a unos a costa del perjuicio de otros. Hablamos de no romper, si no es estrictamente necesario, la unidad de la persona con informaciones que pueden ser a la larga más peligrosas y perjudiciales que la creencia asociada a un uso o a una práctica no nocivos. El simbolismo que llevan muchos clientes de Néstor al herbolario es de gran valor etnobotánico ya que puede ser la adaptación de viejos contenidos culturales de salud popular, a los tiempos presentes. Ello nos demuestra también la vitalidad de las antiguas imágenes colectivas, sobreviviendo en momentos en los que las creíamos extinguidas.

Sobre los alimentos, Néstor opina que a veces tienen más valor reequilibrador que las plantas usadas como remedios puntuales. Expresa: Si alguien da al organismo todo lo que necesita, éste no tiene por qué enfermar. Muchos de los males de la gente provienen de una mala e insana alimentación, metiendo ahí productos y costumbres personales. Yo procuro educar a mi clientela en hábitos de alimentación saludable, sin caer en los extremos y en las rigideces. Si un día vas a una boda, pues tienes que comer y disfrutar del lechazo y del resto. Tienes que participar y unirte al grupo; no distinguirte comiendo dos cebollas cocidas o un plato de lechuga simplemente, aunque sean cosas buenas. Así te aíslas y te segregas tú mismo socialmente. La vida social también cura. La unión con los demás es importante.

Néstor da un gran valor a la dieta mediterránea acompañada de ácidos grasos (nuestro aceite de oliva, señala), levadura de cerveza, lecitina y polen. Considera que es mejor el polen que la jalea real. Dice que es difícil hacer entender la necesidad y el valor de las grasas buenas ya que la gente tiene la idea general de que todas las grasas son perjudiciales. Cuesta convencerles de que algunas grasas son buenas y necesarias, y que es mejor cuidarse y prevenir que sólo atender los problemas cuando llegan. Las gentes vienen a comprar remedios cuando están mal. Es difícil hacerles entender que hay que adelantarse a las enfermedades con los cuidados adecuados. Una vez yo mismo fui a pedir unos análisis a la Seguridad Social por ver cómo estaba y me dijeron que si no estaba enfermo no me los hacían. Con eso te digo en qué sociedad vivimos. En el tema de salud, todo a posteriori.

Respecto a las potencialidades vistas por Néstor en las plantas para curar reconoce las potencialidades naturales y las asociaciones culturales-simbólicas; pero no apoya éstas en sus aclaraciones o informaciones a la gente sino las primeras. Se reconoce naturalista y racionalista aunque respeta el culturalismo y las tendencias simbólicas de los demás. Por ello, no vende en su establecimiento ningún objeto cuyo simbolismo asociado se diga pueda ayudar a mantener el bienestar y recuperar la salud.

A pesar de que se dice hijo de la sociedad occidental, reconoce que ésta acabará un día con el planeta: Nuestro mundo tiene fecha de final, ya sea dentro de quinientos años o de cinco mil.

En cuanto a los usos personales y a experiencias con el uso de plantas y alimentos, Néstor subraya el valor del aceite de oliva y la cola de caballo (Equisetum avense). El primero dentro de la alimentación en general y la segunda, usada por él para ciertos dolores de cabeza así como recomendada a todas las mujeres de su familia para la cicatrización posparto. También suele tomar polen y jalea real para ayudarle a estar ahí, trabajando con entusiasmo y dinamismo todos los días.

Por último, opina Néstor que el hecho de que las leyes protejan las plantas medicinales en su medio natural es bueno ya que evita que se agoten  y que se deteriore la naturaleza. En su lugar están los huertos y las plantaciones controladas cuya producción sirve a las empresas del ramo o a los cultivadores particulares para comercializar remedios (aquéllos) o para aprovecharse de sus cualidades para la salud y el bienestar (todos). Cree que hemos de legar a las siguientes generaciones lo que hemos heredado nosotros de nuestros antepasados ya que todos, incluso los que aún no han nacido, tienen derecho a disfrutar de igual manera del planeta. Considera que no es lo ideal el huerto de plantas, pero que es lo menos malo, siendo como somos seres de condición depredadora y destructora: Y más ahora que todo el mundo sale y quiere coger esto y aquello. Valora Néstor la ecoterapia; es decir, el poder reequilibrador de los espacios que nos rodean y con los que interactuamos: espacios físicos, humanos y culturales: Cada vez me doy más cuenta de que el medio influye mucho en la persona y lo que la persona haga para estar a gusto en su entorno le va a beneficiar en su salud. Las relaciones humanas pueden curar o hacer enfermar tanto como la experiencia del espacio físico, del lugar donde se vive y de las cosas que uno cree y las aficiones que cultive.

Destacamos aquí, además de los valores de ciertas plantas y alimentos en el mantenimiento de la salud y el bienestar, la importancia que Néstor da a la influencia del medio. Como nos contó Luis, del Cerrato, lo que nos rodea nos puede hacer vivir de una manera u otra las relaciones con las cosas, con las personas y con las ideas. Nosotros podemos cambiar también las simples informaciones sensoriales mediatizando ideas, sentimientos, etc. Y esa vivencia puede ser sanadora o perjudicial.



[1]           En las tradiciones animistas, se cree que todo lo existente tiene vida espiritual; por tanto, las plantas también. Por eso se les habla.
[2]              Según principios de la teoría médica china.
[3]              Valor ecoterapéutico de las plantas.

-Algunas imágenes de puntos de confluencia: humano, cultura, espacio, planta.





Análisis de un ejemplo.
Las imágenes a continuación expuestas muestran una secuencia de fitopuntura con ortigas. Se trata en este caso de un procedimiento mixto articulando el uso tradicional (popular) castellanoleonés de la ortiga con la teoría de canales acupunturales de la MTC y con la limpia de origen mesoamericano. Las influencias mutuas de culturas y sociedades diversas en el planeta hacen que cada vez sean más interculturales los procedimientos reequilibradores (terapéuticos) etnomédicos (fuera del estricto ámbito de los curadores mayores, locales, de toda la vida). La explicación dada parte de la idea de que el procedimiento ha de ser puesto en práctica bajo la dirección y control de un experto. "No todo sirve para todos". Según la MTC el estímulo sobre puntos y canales acupunturales produce determinados efectos y reacciones, dependiendo de lo buscado y de lo planificado por el terapeuta. La fitopuntura es la aplicación de partes vegetales a los citados canales. La acción en este caso la llevan a cabo elementos químicos de la planta, pero también podrían ser físicos. La ortiga en las tradiciones castellanoleonesas se ha usado para promover acciones de limpieza y depuración, además de apoyo antirreumático y otros. Por último, el principio de la limpia mesoamericana tiene una doble finalidad: depurativa en el plano físico (orgánico, biológico) y simbólica (por especificar en cada caso).










Los puntos acupunturales usados son: 5P (Chize; punto He mar), 9P (Taiyuan), 7PC (Daling),7C (Shenmen), IG4.(Hegu).
¿Las indicaciones? No es tan sencillo como se cuenta y se dice en los manuales convencionales de Acupuntura. Una característica de la MTC es su versatilidad a la hora de adaptarse a situaciones diversas. Lo que hagamos depende del abordaje comprensivo del problema y del enfoque terapéutico. Es lógico que la MTC haya llegado a estructurarse en una convención internacional. Es el modo de hacer que llegue con un "corpus teórico" comprensible a estudiantes y profesionales de distintas sociedades y culturas (no sólo asiáticas). Eso no es cuestionable. Su validez es indiscutible. Lo que desde un punto de vista antropológico decimos es que fuera de la convención existen todavía ricos matices y variaciones en los modos de indagación y en los planes terapéuticos y de intervención. Esas otras MTC´s son tanto trayectorias explicativas y curativas regionales/familiares (asiáticas) como trayectorias interculturales y/o mestizas; hibridaciones de las culturas médicas tradicionales chinas al entrar en contacto con culturas de sociedades distintas. En mi libro: "El diagnóstico tradicional chino desde la antropología médica" escribo: 

En la actualidad, la MTC sigue líneas paralelas que, lejos de distanciarla de su esencia y valor, le fortalecen con nuevas aportaciones fruto del contacto y desarrollo con/en diversas sociedades y culturas del planeta. Tenemos: las líneas tradicionales y originarias, por una parte; y la intercultural (con formas diversas), por otra. Las primeras las podemos encontrar en las formaciones de escuelas asiáticas correspondientes a tradiciones distintas, y en los estudios de las universidades chinas. También hay prácticas populares centradas en costumbres, formas, modos y procedimientos curativos e ideológicos locales, y en grupos no orientados desde la óptica académica (oficial). Otra línea es la resultante del encuentro de la cultura terapéutica china con culturas de otros pueblos y sociedades a lo largo del planeta (Aparicio, 2004). Se enseña en idiomas muy variados y se adapta a la realidad cultural básica de la sociedad en la que se imparte/difunde (Aparicio, 2009-9).

Existen familias de médicos tradicionales en China cuyos conocimientos específicos son guardados con celo y trasmitidos exclusivamente de mayores a jóvenes. Ante un problema concreto, tanto los convencionales como los que vienen de líneas familiares pueden diferir a la hora de elegir modelos y modos de explicación de lo visto. El mismo punto acupuntural puede entenderse de manera diferente e incluirse en planes de ayuda distintos, con objetivos variados. Fuera de las explicaciones convencionales de los puntos existen otras que las complementan o que informan de usos y aplicaciones aparentemente ilógicas, pero que vienen de singularidades médicas locales igualmente probadas a lo largo de cientos de años. Realicé una vez un curso a lo largo de unos meses sobre la terapia de un solo punto acupuntural. Los conocimientos provenían de las experiencias de médicos locales de diversas épocas. No aprendimos "secretos" ni simbolismos especiales de los puntos sino más bien a pensar y relacionar los hechos simultáneos que tienen lugar en el cuerpo y la persona en general cuando se padece lo que se entiende comúnmente por enfermedad. Es a partir de esas relaciones cuando se pueden tener perspectivas de las alteraciones que trascienden a la localización puntual del problema en el cuerpo. Aprendimos a llegar a los objetivos no sólo por el camino estandarizado sino por rutas y líneas muy diferentes cuya desembocadura final era la misma. Ése es el "valor creativo" y eminentemente antropológico que tiene la milenaria Medicina China.
Las imágenes anteriores ilustran simplemente un procedimiento terapéutico para atender un problema. Los puntos elegidos han demostrado gran validez, según hemos constatado. La unión de sistemas culturales médicos distintos nos habla de que, fuera de las convenciones, no solamente continúan existiendo trayectorias culturales-terapéuticas muy variadas sino que también se crean nuevas líneas (interculturales) que demuestran la permanente variabilidad del ser humano y de todo lo que crea (cultura).
Las plantas, pues, no son en esta visión etnobotánica, elementos vegetales como los entendidos siguiendo el modelo explicativo biologista. Son "elementos" complejos en los que simbolismo, cultura y biología carecen de límites precisos constituyendo una unidad bastante bien manejada en las líneas de atención tradicionales.

Bibliografía de este último punto:
Aparicio, A. 
-2004. Idea de salud intercultural. Una aproximación antropológica  a la idea de salud derivada de la medicina tradicional china en contacto  con diferentes culturas. Gazeta de Antropología, nº 20, texto 20-25. Universidad de Granada. www.ugr.es.
-2009. El diagnóstico tradicional chino desde la antropología médica. Bubok. Madrid
GALINIER, J. 1997. La moitié du monde. Le corps et le cosmos dans le rituel des indiens otomi. Presses Universitaires de France. París.
KAPTCHUCK, T. J. 1995. Medicina China, una trama sin tejedor. Ed. La liebre de marzo. Barcelona.
UNSCHULD, P.U. 2004. La sabiduría de curación china. La liebre de marzo. Barcelona.