Los seres humanos creamos culturas. Observamos, pensamos, imaginamos, obramos, comunicamos nuestras experiencias... Somos variados. Construimos nuestra "realidad". Fabricamos opiniones y maneras distintas de narrar nuestras vivencias. Este espacio expone estudios y trabajos del campo de la antropología del bienestar y la salud así como de la antropología de la naturaleza, sus componentes y sus leyes mostrando diversas concepciones y acciones que en esos terrenos se pueden dar y llevar a cabo en las culturas y sociedades del mundo.

Foto: "Águila peleando con serpiente". Tatuaje clásico del artista: Alvar Mena (La barbería tatuajes. Salamanca)

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SEGUNDA ETAPA

martes, 6 de diciembre de 2011

LOS MERCADOS EN MESOAMÉRICA: CONFLUENCIA COLORISTA DE SABERES CURADORES.

Por Alfonso J. Aparicio Mena.

(Texto e imágenes protegidos. Prohibida su reproducción sin permiso de los propieterios del copyright)

Introducción.
El texto que mostramos a continuación corresponde a un capítulo del libro: "Cultura tradicional de salud y Etnomedicina en Mesoamérica" (Trafford 2009) que se puede adquirir en: 


(Interpretación de una imagen del Códice Florentino, por el artista Álvar Aparicio Tejido)

"El museo de Santo Domingo destaca el valor del mercado, desde época prehispánica, como aglutinante de toda la población. Hoy en día sigue siendo un punto de unión y reunión en Mesoamérica. En época prehispánica, en los mercados se vendían y compraban toda clase de mercancías. La actividad estaba regulada por las autoridades. Había oficiales y vigilantes del orden. Los mercados se celebraban cada cinco días. Los conquistadores quedaron sorprendidos tras contemplar el mercado de México que podía congregar a más de 60.000 personas. Había mercaderes especiales que tenían cargos políticos y comerciaban con el exterior (Carrasco y Céspedes, 1985).

Rogelio y Arturo me guiaron por los mercados tradicionales más importantes de México (Estado y D.F.)

(Interpretación de una imagen del Códice Florentino por el artista: Álvar Aparicio Tejido) 

En general, en los mercados mexicanos se halla de todo. A ellos acuden los campesinos con excedentes o simplemente con los pocos recursos que obtienen de la tierra para vender y adquirir otros bienes necesarios para la vida familiar, para vestir, para la salud o para las actividades laborales. En los mercados hay un olor especial, se mezclan los aromas de flores, plantas, frutas y verduras frescas con otros provenientes de especias, alimentos, tejidos, telas y del propio mercado como unidad espacial y social dinámica.

En las mañanas, las mujeres que bajan de las montañas o que vienen de localidades y áreas anexas a la ciudad, se sitúan en lugares estratégicos para vender sus tortillas y tlayudas. Otras ofrecen chapulines, quesillo, mole, chiles, etcétera. En Oaxaca es típico un quesillo que se deshilacha. También están los hierberos, que ofrecen plantas medicinales frescas y van pregonando las virtudes y aplicaciones posibles de las mismas y para qué tipo de males se pueden usar. En el mercado hay puestos fijos, herbolarios, que ofrecen desde modernos farmaconutrientes perfectamente envasados y preparados, hasta hierbas recolectadas a la antigua usanza para males muy particulares como el susto, el empacho y otros. Se pueden conseguir velas para realizar rituales y para pedir por la salud y por el bienestar de la familia. Existen puestos de comida, pegados unos a otros en los que se almuerza o se toma pollo, mole, caldo, quesadillas y aguas de sabores entre el griterío de los dueños tratando de atraer clientela. Todo es algarabía, movimiento, color, mezcla de olores y vitalidad, como cuentan era antiguamente. El mercado fue, para zapotecos y aztecas, el verdadero centro de la vida social y de la economía de la ciudad, el corazón de la vida comunitaria y de las relaciones. Esa cultura, ya mezclada, del encuentro alrededor del latido social del comercio básico sigue dándose y viéndose con toda vitalidad en Mesoamérica.


En el mercado de Sonora (México) se puede contemplar la muestra de una tradición mestiza llegando a adoptar matices surrealistas. En la terapéutica popular no sólo son usadas plantas (para ingerir y para limpiar), también se usan artículos relacionados con creencias de todo tipo. La Santa Muerte es uno de los símbolos más antiguos presentes en Sonora. Su imagen esquelética se viste con túnicas de colores según la petición que se le quiera hacer. El blanco corresponde a la salud. La gente que acude a Sonora en busca de ayudas (para la salud, para la fortuna...) convive con creencias y formas de ver la vida diferentes de las que conforman la manera de ser occidental. Quien adquiere una estatuilla de la Santa Muerte (según mis informantes locales) considera que, junto con el soporte material, también se lleva el elemento (no sensorial) capaz de modificar cualquier situación de infortunio o contrarrestar la enfermedad. Pero no sólo es llevarse la estatua, también hay que tener una actitud y una conducta que colaboren a que eso ocurra

Para el Dr. Bernal el mercado es uno de los puntos de observación obligados en el estudio de las culturas originarias. Los mercados tradicionales se parecen todos. Fuera de México, he estado en mercados en Marruecos, Beijing, Colombo, Moscú, Sarajevo y otros lugares con gentes de etnias y culturas tradicionales. Para los miembros de los grupos originarios, el mercado supone un motor dinamizador de la vida social. También para los occidentales en los mercados populares. Se trata de otro tipo de comercio.Compradores y vendedores son protagonistas. Se regatea, se trata, se llega a acuerdos, se rompe la rutina. Los mercados asiáticos y árabes me llamaron la atención, por sus olores, por sus colores, por la forma de mirar la gente y por la sensación de sentirse uno en otro tiempo, lejos de la planificada, ordenada y aséptica sociedad occidental. En México y Oaxaca observé, conversé, comí, bebí y compré en los mercados, recordando los de China, con los que encontré especial parecido. Muchas de las características de los mercados oaxaqueños se pueden aplicar a los mercados chinos. Cuando estuve en Beijing, aprecié cómo la fiesta de los ropajes, las comidas, el bullicio, el griterío y el movimiento permanente constituyen un rasgo actual vivo de la sociedad tradicional, superviviente de la antigua cultura del encuentro público, muestra palpable de la vida del pueblo (pese a que los regímenes políticos hayan tratado de domesticar las tradiciones). En Sri Lanka observé el vigor y la vigencia de los mercados no sólo como centros comerciales y económicos sino como lugares de culto a la supervivencia, allí donde se adquieren los bienes necesarios (alimentos básicos) para seguir existiendo, o se entablan las relaciones que enlazan y unen a los miembros de la colectividad.

El mercado es un capítulo esencial en la cultura tradicional de salud. Supone el centro de venta de alimentos primarios, de plantas medicinales, el lugar de consulta de especialistas y el punto de encuentro donde, a través de la convivencia y la comunicación oral, se transmiten conocimientos y se aprende cómo hacer para curar tal o cual mal. Se traspasan tradiciones alimentarias, se observa y se ve como si se mirase a un espejo que devuelve a las gentes la imagen de lo que son, su identidad y su ser cultural, una escuela natural y espontánea de convivencia y de supervivencia.

En los mercados mesoamericanos se observa un acarreo constante de productos y mercancías, venta ambulante y venta fija, comercio por doquier, artículos diversos y variados, voces, gente, mucha gente, compra negociada, naturalidad y conductas aprendidas. Los vendedores de medicinas herbarias que vocean y pregonan las excelencias de sus productos son los merolicos, así llamados por ser vistos como mezcla de médicos y charlatanes[1]

Culturalmente, la capital de México es hoy una muestra variada de tradiciones y modernidad, todo ello mezclado y envuelto en la tela de araña de la sociedad de consumo. Es una fusión de gentes de todo el país y el lugar de reunión de muchos grupos y culturas originarios. En las aglomeraciones urbanas podemos distinguir y apreciar, con matices de expresión diferentes, la cultura mixta en todo su apogeo. Y, aunque muchos miembros de grupos originarios llegan procedentes de áreas rurales alejadas, el hecho de zambullirse en la gran ciudad supone nadar en un espacio al que tienen que responder adaptándose y acomodándose si quieren sobrevivir. En las calles de la capital fluye la vida, acecha la muerte y encaja muy bien la picaresca. Se compra, se vende, se comercia. Hay color, contrastes, luces y sombras, comunicación, ruido y silencio. Es posible ver de todo, como en el Mercado de Sonora, lugar que he visitado varias veces por reunir la más variada muestra de la cultura de salud mezclada de toda Mesoamérica. Jodorovski (2004) lo describe como una especie de teatro surrealista de la terapéutica popular. Cuando llegué por primera vez tuve la misma impresión. Aunque, por encima de calificativos particulares, Sonora es un centro de comercio tradicional en el que confluyen: terapeutas de muchas procedencias y formaciones, vendedores de remedios variados, observadores curiosos y personas en busca de consejos para la salud o soluciones para sus males. En diferentes lugares de la capital, y en localidades vecinas, observé carteles y publicidad de especialistas diversos de la medicina tradicional mixta. En los mercados populares aún se aprecian formas de relación comercial muy distantes de las impuestas por la sociedad internacional, de corte occidental. Hay vendedores de plantas y remedios en la mayoría de ellos. Suelen atender todo tipo de males y dolencias, como observé, acompañado de mis informantes, en Xochimilco y Coyoacán, además de en Sonora. Arturo me habló del auge experimentado por las medicinas alternativas y tradicionales en los últimos años. Para él, son más auténticos los especialistas de las etnias. Opina que en la ciudad hay muchos embaucadores, pero también buenos profesionales. Si se desean los servicios de hueseros, curanderos y demás, hay que buscar y tener la suerte de dar con los buenos. Rogelio opina que aún hay rasgos muy vivos de cultura antigua en los mercados tradicionales.

La idea de salud en el medio urbano mexicano tiene características diferentes de las que se dan en los medios rurales (indígenas). En el mercado de Sonora, las manifestaciones terapéuticas y culturales de salud son el resultado de mezclas provenientes:

a)      De tradiciones comunes de culturas mesoamericanas, relativas a hierbas y plantas.

b)      Del chamanismo, evolucionado y transformado.

c)      De la medicina española (popular y oficial) llevada por la Conquista.

d)      De la evolución del curanderismo hispano manifestado como mezcla de esoterismo, filosofía, empirismo, rituales de videncia y otros.

e)      De la santería (Cuba, Caribe, mezcla cristianopagana).
 
f)        De tradiciones caribeñas y brasileñas mixtas coloniales (vudú, candomblé catimbó, diversas formas de adivinación, etcétera).

g)      De la aproximación a las medicinas naturales de tradición occidental, tomando elementos modernos de ellas (por ejemplo, el encapsulado de plantas, hierbas y animales como la serpiente seca y pulverizada, usada para tratar el cáncer; la utilización de términos y discursos propios de las llamadas medicinas alternativas, holísticas, de rasgo internacional e intercultural...).

h)       De culturas y tradiciones terapéuticas asiáticas (plantas, minerales, feng shui).

El recinto del mercado de Sonora es un lugar de aspecto envejecido, descuidado y poco limpio; muy concurrido. Lo llenan puestos pequeños y medianos en un espacio semiabierto con calles estrechas, luz filtrada, penumbra y olor especial (a productos vegetales, a especias, a humanidad). Los puestos están próximos unos de otros, a veces pegados. Muestran abundante material y productos (vegetales verdes y secos, en ramilletes o apilados junto a diversos otros objetos; mostradores y estantes con sacos, productos y elementos que también cuelgan del techo o se salen del puesto). Algunos tienen trastienda o cámara cerrada para recibir clientes. Los profesionales y quienes atienden los puestos son hombres y mujeres de todas las edades.

En un pasquín de un puesto se lee que la salud es responsabilidad de cada cual ya que nuestras dolencias y molestias son causadas por los excesos de los años. Sigue diciendo que la misión de cada uno es sentirse mejor, sin fatiga ni neuralgias o depresión.

En diversas ocasiones hablé con personas que regentaban los puestos y lugares de consulta. Entablar conversación con ellos resulta difícil. Los puestos están muy juntos y te miran con recelo. No es habitual ver a alguien cuyo aspecto delata que no es local, preguntando e indagando sobre hierbas, plantas y productos tradicionales para curar.

En el mercado central de Oaxaca y en otros mercados de la capital sureña y de los alrededores paseé muchas veces sin acompañantes, percibiendo directamente el entorno especial de la vieja Mesoamérica. A Sonora nunca fui solo. Gracias a la ayuda de personas como Arturo, Josefina y Rogelio conseguí información interesante sobre remedios y formas de curar locales. Hubo que mostrarse muchas veces interesado en adquirir productos o en recibir consejo para entablar conversación. A un vendedor le preguntamos qué era necesario para mantener la salud en buenas condiciones. Nos respondió que con limpias de vez en cuando. Nos dijo que frecuentemente se ensucia el ser y se adhieren a la persona elementos que causan enfermedad. Para limpiar se utilizan ramos de pirul, clavel blanco, clavel rojo y sávila. Se pasa el ramo alrededor del cliente en un ritual del que no nos dio precisiones. Luego el ramo se quema o elimina. Una sola vez por persona, un solo ramo. Las plantas absorben las impurezas permitiendo la circulación energética y el reequilibrio. No todas las plantas sirven a esos propósitos. Te dicen que la tradición señala las que valen para limpiar y las que no. En otro puesto preguntamos para qué servía la serpiente seca y el zorrillo seco. Nos dijeron que para ayudar en casos de cáncer. En el mercado tradicional de Xochimilco, con Rogelio, nos dirigimos a una curandera que nos explicó las posibilidades terapéuticas de la víbora. La serpiente está dotada de características curativas y componentes energéticos aptos para reequilibrar la salud.

La serpiente, recordemos, forma parte esencial de las culturas y tradiciones mesoamericanas. Se nos dijo que el uso de un remedio u otro, y las maneras de hacerlo, dependen del tipo de problema, o de cáncer (en caso de tumores); y de su localización. En otro puesto nos hablaron del poder curativo de las hierbas unido a la actitud de la persona enferma: es importante que el enfermo esté alegre y procure tener un ánimo positivo. Apreciamos en la gente que buscaba los servicios de los profesionales una mezcla de devoción por imágenes religiosas, seguridad respecto a los medios terapéuticos usados y confianza en los profesionales. Éstos, cuando te acercas (siendo un extraño como era mi caso) a preguntar, sospechan. Son grandes observadores y psicólogos. Rápidamente sacan sus propias conclusiones. No siempre dan respuestas claras. Reconocen quien va porque lo necesita y quien es un curioso. Ante la gente local que les consulta, se crecen. Muestran con orgullo su nivel (el de conocedores). Ello da confianza a quienes acuden en busca de solución para sus problemas. Quienes les consultan se sienten protegidos, sea o no sea un profesional serio el que les atiende.

En la cultura tradicional de salud, tanto indígena como mixta, se tiene muy en cuenta la actitud. La disposición de la persona frente a los problemas, la forma de vivir, la manera de ver las desgracias, el empuje, las ganas de estar con otros y de disfrutar, son vitales para mover a la persona hacia la curación; o para arrastrarla a la enfermedad y la desgracia si existen factores que están incidiendo negativamente en su cuerpo y/o en su mente. Los terapeutas tradicionales de las ciudades trabajan con medios nuevos. Algunos observan y ven los problemas de sus pacientes-clientes imitando la forma de hacer, la forma de hablar, las maneras, de los médicos alópatas, en un intento de ganar prestigio y situarse en un plano de proximidad. Los hay que prefieren mostrar sus raíces indígenas, porque también eso atrae a la gente. Así, en calles, plazas, mercados y zonas de aglomeración, se pueden observar chamanes improvisados con su colección de amuletos. También, mujeres indígenas sentadas tratando de averiguar el mal de su cliente o aconsejándole los remedios y rituales precisos para su problema. Es en los mercados y en lugares de reunión de mucha gente donde más terapeutas tradicionales mixtos se encuentran, vendiendo sus hierbas, voceando sus remedios, aconsejando sobre el mal de ojo, sobre el susto y sobre males más relacionados con las culturas originarias, pero asumidos también por la población de las ciudades.

En su aspecto general, el mercado de Sonora es un puzzle de gentes variopintas cuyo conjunto resulta cerrado y difícil de penetrar al curioso y al observador ajeno. Sólo quien busca remedio es aceptado, y los especialistas conocen bien de qué va cada cual. El interés por su medicina te abre la puerta ya que indirectamente toca el tema de dedicación de los profesionales de allí, aunque por poco tiempo si no adquieres nada o no derivas la conversación a la búsqueda de consejo en el que ellos se ven protagonistas (en su medio y en su espacio).

La experiencia que se tiene en dicho medio es extraña, mezcla de miedo, tensión, incertidumbre; todo ello en un espacio de tinieblas, de miradas recelosas y en ocasiones de peligro por la aproximación de personas que no sabes qué van a hacer. Según Arturo, en Sonora no hay seguridad. En las aglomeraciones siempre se da cita la delincuencia organizada. Ellos te ven, pero tú a ellos no. Para ti, son caras anónimas entre la multitud, pero para ellos, tú no.

En Sonora, además del riesgo, puedes encontrar desde brebajes para el desamor, para mejorar las condiciones económicas de la casa, para que el coche funcione, hasta consejo, tratamientos de magia, lectura de cartas, vudú, serpientes, gallinas, conejos, codornices, aves exóticas, monos y un largo etcétera.

Sonora es un espacio de convivencia vivo y animado, un gran centro de salud ambulatorio de la terapéutica popular de tradición mixta posconquista; diferente de la tradición de los pueblos originarios de las montañas y de las áreas rurales mesoamericanas en general. Hay una percepción del espacio (lugar y personas) no alejada en muchos aspectos a la que se tiene en mercados asiáticos.

En Sonora no vi chamanes, pero sí adivinadores. No observé indumentarias tradicionales en los sanadores, pero sí trance y otros modos que nos recuerdan a los viejos procedimientos y técnicas de los chamanes mixes, mixtecos, chatinos o mazatecos de las sierras de Oaxaca. Olores, ojos rasgados, sombras, cánticos, movimiento de gentes se parecen en Sonora a los que componen la escena de la vida en otros mercados mesoamericanos como los de Xochimilco o Tenango. En este último, acompañado por Rogelio pude observar la práctica de oficios relacionados con la alimentación y con el cuidado y mantenimiento de la salud. Al lado de puestos en la calle, curanderos y vendedores de hierbas y otros remedios realizan actividades como se hacía en época prehispánica. Curan de males del cuerpo y de males que no tienen una clara referencia natural o física. Curan con la palabra, con la rica herbolaria, con remedios rituales, con consejos alimenticios y de estilo de vida. En las áreas no puramente indígenas de Mesoamérica, existe una oferta tan rica y variada en el terreno de la salud tradicional como puede existir en los núcleos rurales indígenas. En México D.F., con la particularidad de la superposición, mezcla, interferencia, coexistencia de la cultura cristiana occidental y de la lengua castellana con un gran número de culturas originarias."

(Un agradecimiento especial a nuestros informantes y a quienes nos ayudaron a movernos por  los intrincados espacios humanos-culturales mexicanos).

Bibliografía del capítulo:

 -CARRASCO, P.; CÉSPEDES, G. 1985. Historia de América Latina, 1. América indígena. La conquista. Alianza. Madrid.
 -JODOROWSKY, A. 2004. Psicomagia. Siruela. Madrid





[1] Término que hace referencia a gente que charla, que habla.

jueves, 1 de diciembre de 2011

LOS PULSOS CHINOS.

Por: Alfonso J. Aparicio Mena.


Introducción.

El presente texto corresponde a un capítulo de mi libro: El diagnóstico tradicional chino desde la antropología médica. Bubok Publishing. 2009. Se puede adquirir o consultar sobre él en: http://www.bubok.es/libros/14770/EL-DIAGNOSTICO-TRADICIONAL-CHINO-DESDE-LA-ANTROPOLOGIA-MEDICABreve-estudio-del-pulso-y-la-lenguaAparece también en nuestra página de publicaciones del blog. 
Es evidente que dicho capítulo es un eslabón más entre todos los que forman la cadena de capítulos del libro por lo que sería recomendable leer el libro entero para captar todo su sentido. En las líneas que siguen hablamos de los pulsos chinos como modos de obtención de información necesaria en el procedimiento general y estándar de aproximación comprensiva a los problemas de salud desde la MTC. ¿Cuál es la novedad que mostramos? Lo que representa el hilo conductor de toda la obra: el uso de la antropología para presentar y acercar la MTC al público occidental (principalmente, público técnico) y en especial ciertos procedimientos (el pulso y la lengua) a la vez antiguos y actuales en la práctica de ese sistema terapéutico. Hace la antropología, pues, el papel de "puente cultural" (en este caso dentro del ámbito de la atención en bienestar y salud) entre sociedades tan diferentes como la Occidental (matriz) y las asiáticas; más concretamente la china (o chinas).

(Queda prohibida su reproducción sin permiso expreso del autor).


Los pulsos chinos.

Existen numerosas y diferentes fuentes a las que podemos acudir para estudiar el significado y el uso de la pulsología china (fuentes en lengua china y fuentes en otras lenguas). Mi explicación sigue la línea académica oficial-convencional de la enseñanza de la medicina china en la actualidad. Se presenta aquí de forma muy resumida. Sin embargo, el hecho de exponerlo en una lengua diferente a la china implica que hablemos de una medicina intercultural.

La MTC es una medicina sociobiopsicoecocultural, como la mayoría de las medicinas tradicionales del planeta (Aparicio, 2007). Esto quiere decir que entiende al ser humano desde un modelo complejo, no desde el modelo biologista propio y característico de la medicina convencional occidental. Los males en MTC son vistos como situaciones de desequilibrio (desarmonías, así llamadas por T. J. Kaptchuck, 1995) que atañen a la persona al completo, aunque en apariencia se manifiesten más en una parte. Los problemas de salud no son entendidos ni transmitidos como hechos aislados con una causa específica, mostrándose de forma unidireccional, sino como vivencias en las que intervienen las expresiones de alteración relacionadas con otros hechos simultáneos en la persona y fuera de ella. Para entendernos, diríamos que cuando lanzamos una piedra a un estanque, el choque produce ondas que, aunque atenuadas, llegan a todos los puntos de la superficie, hasta tocar la orilla. De igual forma, un mal no afecta sólo a la parte o función del cuerpo implicadas, o más implicadas, sino que, de manera atenuada, también llega al resto del cuerpo y, a través de la vivencia, a toda la persona. La MTC es creativa en el trabajo de aproximación comprensiva y en el de curar (modo de atender y camino de ayuda y atención). Esto quiere decir que las soluciones a los problemas pueden componerse como puzzles diferentes teniendo en cuenta el acercamiento comprensivo y la elección terapéutica de cada profesional. Ejemplo: ante un problema de lo que llamamos estreñimiento, bien diferenciado y ubicado (hay varias clases de estreñimiento según la MTC que hay que entender y singularizar en cada persona), distintos profesionales podrán optar por propuestas y soluciones terapéuticas diferentes, basados cada uno en su ruta de aproximación comprensiva a la alteración. Se podrá hacer una propuesta según el diagnóstico Zang-fu (órganos y vísceras entendidos: a) como imágenes discursivas que atañen a estructuras y funciones del cuerpo, y b) como expresiones simbólicas que tienen que ver con la integridad y complejidad de la persona humana en relación con su entorno social, natural y cultural). Se podrá hacer otra propuesta según el diagnóstico meridiano (visión de la circulación bioeléctrica –expresión que usamos para entendernos- a su paso por la piel y por el interior). Y se podrán hacer propuestas desde otras perspectivas, incluso mixtas.

Los pulsos chinos nos proporcionan informaciones que obtenemos tocando tres puntos próximos a la muñeca sobre la arteria radial (pulsos radiales) y otros puntos del cuerpo (pulsos distales). Pese a que la percepción es sensorial, la interpretación es cuantitativa-cualitativa.

Aquí nos ocuparemos de explicar sucintamente los radiales.


Para Eric Marié la formación de los pulsos depende de varios parámetros, principalmente: la actividad funcional de los Órganos y de las Entrañas, que imprime a los pulsos características identificables; la Energía fundamental (Zong Qi) que controla el impulso y la regularidad del ritmo cardiaco; la Energía del Estómago (Wei Qi) que representa la parte constitutiva más importante, porque el Estómago es la fuente de alimentación para el conjunto de los Órganos, Entrañas y tejidos del cuerpo; el Qi y la Sangre, porque los pulsos se forman mediante el encuentro de dos fuerzas complementarias: el Qi y los Vasos (Mai Qi), naturaleza Yang y masa de Sangre, de naturaleza Yin (Marié, 1998: 253).

La terminología china en Pi Jin (fonética china y alfabeto latino) traslada a nuestra mente los modos de pensasmiento y organización del estudio y del análisis de las cosas (y de los problemas de salud) propios de los chinos. Las ideas cobran forma a través de la palabra, de las palabras. La traslación de un idioma a otro no lleva consigo el trasvase de experiencias sino la interpretación de las mismas. En castellano, en portugués, en francés o en inglés hablamos de la medicina china que nosotros entendemos y que comunicamos en nuestras lenguas. Las palabras originarias que mantenemos en la comunicación médica fuera de China son claves lingüísticas con las que nos referimos a determinadas representaciones discursivas sobre salud y enfermedad, o sobre aspectos específicos de ambas. Del simbolismo originario de las expresiones gráficas chinas pasamos a una interpretación que nosotros hacemos adaptada y acomodada a nuestras realidades sociobiopsicoecoculturales respectivas. Según todo esto, entenderíamos los pulsos chinos como la expresión de la dinámica compleja del individuo en puntos determinados de su cuerpo. Esa dinámica tendría que ver con la circulación de la sangre, con lo que los chinos llaman Qi (que aquí interpretaríamos como energía vital ligada a la sangre) y con la actividad de los órganos internos; pero advirtiendo que nuestros órganos y nuestra sangre física (lo que significan en nuestras lenguas y culturas) son, además, en el pensamiento tradicional chino: órganos y sangre simbólicos (dotados de más asociaciones conceptuales que las que define la biología y la ciencia occidental).

Palpando obtenemos información sobre la naturaleza y la localización de las enfermedades. Pero no olvidemos que no hablamos de enfermedades desde la óptica biologista sino desde la visión amplia, compleja e interrelacionada del ser humano (enfermedad como desequilibrio y como vivencia, no únicamente como expresión aislada de un problema concreto con una causa diferenciada). Como los pulsos son una expresión del dinamismo vital, se producen variaciones de matiz constantemente. El profesional y estudioso, deben conocer estándares  generales que permitan determinar las características del problema que tenemos delante, ubicándolo en “espacios de alteración” que irán perfilándose y definiéndose con otros procedimientos del examen clínico (por ejemplo: la observación de la lengua).

En cada muñeca se palpa sobre tres emplazamientos a lo largo de la arteria radial. Estos lugares se denominan: cun, guan, chi (que se han traducido por: pulgar, barrera y pie).  Delante de la apófisis estiloide del radio tenemos el cun; detrás, el guan; e inmediatamente después del guan (hacia el codo), está el chi. La obra didáctica: “Fundamentos de Acupuntura y Moxibustión de China” (1997: 50), publicada por el Centro de Ediciones en Lenguas Extranjeras de Beijing señala:

Las tres regiones, cun, guan y chi de la mano izquierda reflejan respectivamente la condición del corazón, hígado y riñón y las de la mano derecha, la condición del pulmón, bazo y riñón.

Como ya hemos dicho, y usando la antropología como puente de acercamiento entre culturas, cuando se habla de órganos, o cuando se hace referencia expresa a alguno de ellos, en MTC no sólo nos estamos refiriendo a la estructura orgánica que se nombra (es decir, a sus características físicas, constructivas y de funcionamiento) sino también a rasgos simbólicos que la acompañan y a aspectos estructurales y funcionales más amplios e interrelacionados que, según la comprensión del cuerpo y de la persona en MTC se relacionan directamente con el órgano mencionado. En los pulsos, pues, detectamos aspectos cuantitativos relacionados con el bienestar y los desequilibrios, perceptibles a través del tacto; y aspectos cualitativos (calidades) que se organizan alrededor de la expresión Inn/Iang (Yin/Yang) como procedimiento dialéctico de ordenamiento y clasificación (Aparicio, 2004). Así, cuando hablamos, por ejemplo, de pulmón nos estamos refiriendo a hechos biológicos  amplios relacionados con ese órgano y/o con sus funciones. Pero además, con otras partes del cuerpo y otros hechos de la persona al completo que tienen relación directa/indirecta con la estructura mencionada y sus funciones. A ello hay que sumarle las características y rasgos simbólicos asociados a dicho sistema y definidos en la tradición médica china.

Las condiciones ideales para la toma de pulsos chinos, según el libro: “Fundamentos de Acupuntura y Moxibustión de China” (1997), son las siguientes: la persona, cómodamente sentada, extiende el brazo y lo apoya sobre una almohadilla con la palma de la mano hacia arriba. El médico localiza el pulso guan con la yema del dedo medio. Los pulsos cun y chi se localizan respectivamente de forma natural con los dedos índice y anular. La técnica consiste en presionar ligeramente hasta percibir el latido o salto. A la presión inicial suave sigue una presión media y otra profunda (relativa). Los dedos del profesional entrenado suben y bajan hasta localizar la onda de latido que se percibe de forma unitaria. No obstante, también se puede hablar de cada pulso individualmente. Como en MTC cada órganoZang (en realidad, sistema complejo) está asociado a una víscera, Fu, podemos precisar más los pulsos diciendo que la percepción superficial corresponde a los Zang (pulmón, bazoriñón, corazón, hígado, riñón) y la profunda a los Fu (intestino grueso –asociado al pulmón-, estómago, asociado a bazo-, vejiga –asociada a riñón-, intestino delgado –asociado a corazón-, vesícula biliar –asociada a hígado- y San Jiao –asociado a pericardio o a riñón según escuelas-). El momento ideal para tomar los pulsos es la mañana, al despertar. Pero, como eso no siempre es posible, es mejor tomarlos cuando no se haya hecho un esfuerzo físico, no se haya fumado, no se haya bebido, no se haya tenido una relación sexual, no se haya transpirado, no se haya comido, no se haya experimentado una emoción fuerte, no se haya tenido una discusión, no se haya tomado algún medicamento importante o no se hayan ingerido sustancias estimulantes o alteradoras de equilibrio y la racionalidad. La palpación de los pulsos debe durar entre medio y un minuto en cada muñeca.

Para valorar la variabilidad de los pulsos hay que tener una referencia de normalidad estándar que se ajustará después a la persona que tenemos delante. La normalidad de una persona no tiene que coincidir exactamente con la normalidad de otra; si bien ambas deben encontrarse dentro de la franja relativa de la normalidad estándar. Por regla general, una persona sana tiene 4-5 pulsaciones por ciclo respiratorio completo. Hemos de tener en cuenta la edad, la constitución y la dedicación y estilo de vida de las personas que tenemos delante para entender mejor sus pulsos. En cuanto a la frecuencia, por ejemplo, el pulso de un bebé es mucho más rápido que el de un adulto. El pulso de un niño de 6 años es más rápido (que el de un adulto). El pulso de alguien cuyos padres lo tienen rápido, tenderá a ser rápido. El pulso de un deportista suele ser más lento que el del común de la gente. Las mujeres suelen tener el pulso más rápido que los hombres, etc. Si nos fijamos en la regularidad, el pulso normal estándar no debe tener interrupciones ni alteraciones o disminuciones de ritmo. Debe ser un pulso tranquilo. En unas 50 pulsaciones no debe haber pausas.

En MTC, los pulsos radiales deber percibirse como una onda que llega a los tres dedos del profesional. Sin embargo, la repartición justa no significa la misma percepción de golpe en todos los sitios. El punto chi de ambas muñecas suele ser menos perceptible que el resto en superficie. Los pulsos de la mano izquierda generalmente son más fuertes que los de la mano derecha. El pulso varía dependiendo de las estaciones y de la hora del día (clima y cronobiología). A nivel de emplazamientos específicos, el pulso de cada órgano o víscera tendrá las características particulares del matiz del pulso general correspondiente a cada estación; tengamos en cuenta que en MTC la relación e interacción con el medio climático es muy valorada, entendiendo que el ambiente afecta de forma diferente según el momento del año. Además, cada órgano-víscera tiene una relación propia con las distintas estaciones del año. Así, por ejemplo, pulmón depende más de otoño; corazón, de verano; riñón, de invierno, etc. Hay otras características de influencia a tener en cuenta cuya complejidad hace que no las expongamos aquí.

Los problemas y alteraciones del bienestar varían la normalidad de cada cual pudiendo modificar la frecuencia, la dimensión, la forma, el ritmo, la posición, la intensidad de sus pulsos, llegándose a ver hasta 28 pulsos patológicos. Los pulsos anormales más frecuentes, o más frecuentemente detectados, son: superficial (pequeña percepción al tocar, que desaparece al presionar; propio de procesos de desgaste, enfermedades crónicas, debilidad y cansancio…); profundo (se percibe presionando fuerte. Es propio de problemas internos); lento (frecuencia inferior a 4 golpes por respiración completa; típico de síndromes y alteraciones en terreno de deficiencia, debilidad, agotamiento, frío); rápido (al contrario que el anterior: más de 4-5 golpes por respiración completa. Síndromes y problemas de exceso, calor, plenitud, agitación…); resbaladizo  o deslizante (se aprecia un pulso como de pequeños granos de guisante. Suele coincidir con síndromes de acumulación y bloqueo: líquidos, flemas, embarazo…); tenso o cuerda (como si se apreciase una cuerda que tira. Propio de males de deficiencia de Inn e hiperactividad de Iang de hígado; es decir: pérdida de líquidos o masa acompañada de calor metabólico); pleno o fuerte (puede ser normal en determinados momentos de la vida y de la juventud; puede ser anormal en alteraciones de tipo exceso, calor hiperactividad, hipermetabolismo, gran dinamismo biológico por alteraciones…Es fuerte en superficie y en profundidad, demasiado vital); débil (sin fuerza, poco perceptible en superficie y perdido al presionar, propio de síndromes de deficiencia); filiforme (pulso como un hilo, generalmente poco perceptible, pero puede percibirse más cuando hay infecciones y pérdida de líquidos); corto (rápido con pausas irregulares; síndromes de hiperactividad de calor y retención de alimentos); intermitente (con pausas irregulares; síndromes con pérdida de energía, sangre…).

Los pulsos pueden ir asociados en superficie y/o en profundidad. De esta manera, podemos detectar un pulso filiforme y rápido en superficie y diferente en profundidad, o un pulso resbaladizo y lento en profundidad y diferente en superficie; etc. En todo caso, no olvidaremos las características individuales de la persona que tenemos delante, el momento del día, la época del año y otros factores y elementos internos y externos de ella que condicionen la expresión de su pulso. Tampoco hemos de olvidar que los pulsos son una aportación de información que hay que incluir dentro de una percepción global e interrelacionada de la persona enferma. Será el todo, la información completa, analizada y estudiada, la que nos proporcionará la aproximación mayor al estado de alteración sufrido, observado y narrado.

Todos los pulsos se pueden clasificar en: pulsos Inn y pulsos Iang. Este procedimiento nos orienta y guía en el camino a seguir en la aproximación comprensiva del problema. Antropológicamente hablando, entendemos pulsos Inn los pulsos poco perceptibles, lentos, débiles, perdidos, poco manifestados; y pulsos Iang, los fuertes, acentuados, sostenidos, intensos, inquietos, rápidos. El profesional experimentado diferenciará individualmente (cada pulso) si es necesario; y precisará si la alteración está en órganos (Zang) o vísceras (Fu), sin olvidar que ningún desequilibrio es un hecho aislado en la persona; es decir, que todo tiene que ver con las interacciones y con la dinámica y gestión de las experiencias que ella haga.

Los pulsos se complementan muy bien con la información que proporciona la lengua, ayudando a precisar y concretar el síndrome o alteración troncal; así como el desequilibrio específico llegado el caso.

Bibliografía del capítulo


-Aparicio, A. 
2007-I. Cultura tradicional de salud en Mesoamérica. Del chamanismo arcaico a la etnomedicina. Tesis doctoral. Universidad de Salamanca.
2007-II. Etnomedicina en Mesoamérica Central. Monografias.com.Salud general.
-Fundamentos de acupuntura y moxibustión de China. 1997. Ediciones en lenguas extranjeras. Beijing.
-Kaptchuck, T. 1995. Medicina China, una trama sin tejedor. Ed. La liebre de marzo. Barcelona.

-Marié, E. 1998. Compendio de medicina china. Edaf. Madrid.



sábado, 5 de noviembre de 2011

ECOTERAPIA. LA VIVENCIA DEL RÍO (Guadiana, Alcoutim & Sanlúcar de G.).



¿Qué entendemos por ecoterapia?
En principio podemos responder de manera convencional diciendo que se trata de la "curación por el medio". Pero esa definición nos sirve sólo de guía y orientación iniciales. Si queremos precisión, tenemos que conocer el ámbito de comunicación en el que se utiliza y maneja. Dependiendo del entorno comunicativo en el que nos movamos.así tendrá un matiz significativo u otro. Y en todo caso, la traslación significativa de unas culturas a otras pasa siempre por el fenómeno de la interpretación. Desde el biologismo hablaríamos de las acciones beneficiosas del medio circundante sobre el cuerpo y la mente, pudiendo incluso bloquear y revertir procesos de alteración específicos en ambos. Desde un punto de vista más cultural y simbólico (si hablamos de sociedades tradicionales, por ejemplo) el medio puede entenderse como entorno material, entorno "espiritual", mezcla de ambos, etc.; y la "curación" como un hecho de reequilibrio en todos los planos de comprensión del ser humano en esa sociedad: material, mental, espiritual-simbólico, etc. Así, lo que significaría ecoterapia o parecido en un grupo originario mesoamericano, por ejemplo, vendría a ser la consecuencia (favorable) de una dinámica de interacción de la persona individual con su medio natural, social y cultural-simbólico concretos; es decir: lo que en ese grupo entienden por reconducción al bienestar.
Desde la antropología médica o de la salud valoramos todas las definiciones que los miembros de las culturas nos dan. Pensamos que esas explicaciones son válidas para quienes las fabrican, sirviendo incluso a quienes las adoptan.
Si por salud-enfermedad entendemos desde una óptica antropológica estados-hechos de experiencia comunicables (Aparicio, 2009); entonces tenemos necesariamente que dirigir nuestra atención a las interacciones con el mundo físico-biológico, social-comunitario y cultural.
Sensorialidad unida a dinámica mental forman una "máquina" que, a partir de la relación física con el entorno (percepción de información primaria por los sentidos), más el añadido del mundo de imágenes mentales y comunicativas de cada cual, fabrica el "producto" de la experiencia consciente. Las esperiencias, por lo tanto, son individuales no sólo a nivel personal sino también a nivel espacio-temporal (variaciones en distintos momentos de nuestra vida y en distintos lugares). Por ello decimos que son únicas. Sin embargo, se parecen; no sólo en una persona sino en muchas (empezando por las que comparten espacio, tiempo, genes y cultura). Ese es uno de los apoyos en antropología aplicada a la salud a la hora de componer propuestas de solución y ayuda a problemas.
El nacimiento es una experiencia. La vida es una experiencia o suma de experiencias, La muerte es otra experiencia. El bienestar, el malestar, lo que llamamos salud, lo que llamamos enfermedad, también son experiencias; o vivencias si queremos relacionarlo más con la vida. Importantes antropólogos e investigadores como Arthur Kleinmann (1992) o François Laplantine (1992) subrayan la necesidad de escuchar al sufriente. Éste tiene no sólo cosas que decir sobre su mal y dolor. Sus palabras, su relato de experiencia son, o pueden ser, la luz que ilumine el camino del profesional a la hora de fabricar una propuesta de ayuda-solución. Al menos, así estimamos desde una visión y postura antropológicas.
La "enfermedad" como experiencia es el resultado desfavorable de las interacciones de la persona, o de determinadas interacciones, con lo biológico-físico, lo social-comunitario y lo cultural-simbólico. En cualquier problema encontramos en mayor o menor medida esas dimensiones. Si acertamos a precisar el grado de implicación de cada una o la importancia-trascendencia de su relación en la llamada persona enferma, podremos tener una idea desde panorámica hasta más puntual del mal que la aqueja y también de cómo lo vive. En cualquier caso, siempre interpretaremos al verlo y estudiarlo desde fuera, por muy profesionales que seamos y por muy conocedores del método de trabajo indagatorio y "expertos" en fabricar propuestas que seamos. Cuando surge una alteración celular, por ejemplo, que deriva o puede derivar en problemas mayores, la conciencia personal del "enfermo" asistida por informaciones externas (profesionales y/o no) y mediatizada por factores propios (de orden constitucional, nervioso, educativo, emocional, mental y simbólico) fabrica siempre un "doble" comunicativo de él mismo y su circunstancia. Es en esa fabricación, en ese producto creado por uno mismo donde creemos desde la antropología de la salud que puede residir en algunos casos lo que llamamos cura, parte de ella o al menos una ayuda estimable para encaminarse uno mismo hacia la "solución" o mejoría. Por supuesto la ayuda externa también tiene que ver y es importante, sobre todo cuando se integra y forma parte del producto comunicativo (de sí mismo en esa circunstancia) fabricado por el propio sufriente. ¿Cómo explicar este funcionamiento, este mecanismo de acción positiva de naturaleza biocomunicativa? Bruce H. Lipton lo detalla desde su formación y conocimiento de la ciencia biológica y la medicina (convencional) en su obra: "La biología de la creencia". Desde nuestra postura antropológica, resumirendo, diríamos que la dinámica mental (cultural) y nerviosa (soporte corporal) ejercería influencias en primer lugar en el terreno funcional del organismo, capaces incluso de modificar estructuras (dañadas) a través de la constitución bioeléctrica de las mismas.
Por consiguiente, los elementos, categorías culturales-simbóllicas, emociones, etc., que se introduzcan en los procesos de obtención de experiencias, además de la atención sensorial correspondiente, no sólo pueden jugar, juegan, papel importante en los resultados.
Para un número importante de antropólogos estudiando la salud y/o trabajando en ella, así como para expertos de otras ciencias ( de la salud y no de la salud) y personas de a pie a quienes hemos preguntado, la suma de experiencias gratificantes es el mayor y mejor refuerzo del Sistema Defensivo.
En una propuesta antropológica de ayuda al bienestar es necesario diseñar elementos que colaboren a la modificación de las experiencias. En la planificación del proceso interactivo (social, físico, cultural) se necesita idear escenarios sensoriales y culturales capaces de corregir, variar, transformar, cambiar vivencias negativas que incluso con el tiempo puedieran convertirse en peligrosas. La vivencia teatral controlada unida a la experiencia festiva normal supone, junto con vivencias emocionales positivas, el mejor cóctel reequilibrador de todo mal, o uno de los mejores (según extraemos de la experiencia de trabajo así como de las informaciones de quienes lo han vivido).
Hay entornos idílicos según nuestra cultura occidental. Uno de ellos es el del río, lugar de surgimiento de culturas y sociedades a lo largo del mundo y de la historia.
El río ideal incluye una serie de componentes culturales y sensoriales que, localizados en un espacio y en un tiempo (época del año) se convierten por sí mismos en un potente imán del interés de las personas.
Sumergirse en ese ambiente previamente valorado por la persona y reforzado por otros agentes externos aporta elementos que modifican la dinámica nerviosa y ayudan a la obtención en una serie de días de experiencias gratificantes sucesivas.
Lo que sigue ya lo hemos explicado.
Como conclusión, un consejo: en la medida en que nos sea posible ( y aquí no hay estándares sino mundos personales ideales), DISFRUTEMOS de todo lo que podamos encontrar bueno en la vida; y si podemos fabricar escenarios gratificantes cuando la vida no nos los proporciona, pues también.


(Texto e imágenes: A.J. Aparicio Mena. Prohibida su reproducción sin permiso del autor).


Bibliografía:
Aparicio, A.J. 2009. Práctica educativa y salud docente. Un estudio desde la antropología médica. Istas. CCOO. Madrid.
Kleinmann, A. 1994. Patiens and Healers in the context of culture. Oxford University Press.
Laplantine, F. 1992. Anthropologie de la maladie. Payot. Paris.
Lipton, B. 2007. La biología de la creencia. Palmyra. Madrid.

martes, 4 de octubre de 2011

SALUD REPRODUCTIVA INDÍGENA (II). La opinión de los parteros (grupo zapoteco, Oaxaca). Por: A.J. Aparicio Mena.

El texto siguiente está extraído del libro: Cultura Tradicional de Salud y Etnomedicina en Mesoamérica", de Alfonso J. Aparicio Mena, publicado por Trafford: http://anthropologiamundi.blogspot.com/p/publicaciones.html
En él mostramos el punto de vista del partero D. Alfonso Castellanos, médico zapoteco para quien el significado de la vida va bastante más allá del dato biológico. D. "Poncho" y otros etnomédicos tradicionales consideran a las personas y su medio (social, natural y cultural-creencias) como un todo, una gran burbuja llena de conexiones y relacionada también con el pasado. De la equilibrada relación de la persona con lo social, lo natural y las tradiciones ancestrales depende no sólo el presente de ella y su grupo sino el futuro de las distintas colectividades basadas en líneas de progreso propias y distintas de las de la cultura occidental dominante. Tanto las parteras y los parteros de los grupos originarios como sus gentes, en especial las mujeres, manifiestan la necesidad de mantener, proteger y apoyar las formas ancestrales, los modos y los conocimientos que permitían y siguen permitiendo que el "nacimiento" no sea sólo el hecho de paso del parto sino la realización de un hecho ligado también con aspectos digamos "no tangibles" unidos a las personas a través de un "hilo" que sólo los que conocen las tradiciones y se mueven por ellas pueden seguir. El parto tradicional es, pues, un "fenómeno complejo" a nuestros ojos; y son los miembros de los grupos tradicionales los únicos que pueden explicárnoslo.

"...Desde la plaza de la localidad, ascendiendo por la calle central y bajando luego por una escalera rudimentaria, se llega a una casita rodeada de ciruelos y otros árboles. Es la vivienda de D. Poncho. El médico tradicional me recibió allí todas las veces que nos reunimos a hablar y cambiar impresiones e informaciones de uno y otro  lado del océano.  Su casa es sencilla, con aperos de labranza, recipientes de maíz y sacos para guardar el grano. Al lado está el consultorio, un cuarto adaptado y preparado para atender a su clientela. La sala cuenta con una mesa de despacho, sillas modestas y una camilla fabricada artesanalmente. En las paredes, pósters alusivos a la salud. Sobre su mesa de escritorio y en una estantería posterior, el partero tiene sus libros, cuadernos de notas y publicidad de productos farmacéuticos. Es médico tradicional indígena pero forma parte de una generación nueva y diferente en la que se fusionan los conceptos tradicionales zapotecos con los populares hispánicos y los modernos alópatas. El resultado es una visión holística de la salud y de la enfermedad; y un concepto del bienestar basado en el equilibrio, como en la tradición antigua, pero incorporando elementos y componentes nuevos de la sociedad global. D. Alfonso es evangelista, lo que le hace tener una perspectiva nueva de la cultura indígena, diferente de la percepción católico-tradicional de la mayoría.
Desde el punto de vista antropológico, me parece importante resaltar la visión de este etnomédico pues se inscribe en un fenómeno relativamente nuevo en Mesoamérica, el del Evangelismo, fenómeno que está variando las cosas en torno a la cultura tradicional y a la idea de vida en las comunidades indígenas. Desde dentro de ese contexto religioso, la visión de salud como el resto de imágenes, símbolos y percepciones de la cultura indígena van a variar. Es por lo que me pareció importante conceder un espacio a esta óptica, nueva en el panorama de la salud tradicional, y nueva en el panorama de la cultura indígena en general.
He aquí algunas opiniones del médico tradicional, extraídas de diferentes encuentros.

-(p)¿Qué opina de la medicina tradicional?

-Yo manejo medicina tradicional y medicina alópata. La medicina tradicional es la que resulta de seguir los usos y costumbres tradicionales de la gente. Usan plantas, usan fumadas, usan todo lo que se refiere al área botánica, pues. En eso estoy yo también involucrado.

D. Alfonso empezó a trabajar en 1973. Empezó con medicamentos alópatas. Luego entró a la medicina tradicional pues se dio cuenta que la gente no podía pagar los productos de patente. Descubrió las plantas medicinales y sus posibilidades terapéuticas. Estudió las tradiciones alimenticias indígenas y se dio cuenta de la importancia de la medicina tradicional para una comunidad. Las plantas medicinales, los alimentos tradicionales usados de forma especial, correctora, son más que medicamentos, según él. Señala que en la medicina tradicional no se usa la química. Los productos no están pasados por un laboratorio. Dice que la gente dejó las plantas medicinales en 1930 y que en la década de los 70 volvió a ellas. Señala que tradicionalmente se pasan los conocimientos de abuelos a nietos, pero se han perdido nociones y usos de las plantas.
Para D. Ricardo Alberto Castañeda (1999), médico tradicional del Estado de Puebla, y uno de los impulsores de la medicina tradicional mexicana hoy, en tiempos de sus abuelos, casi todos los padres de familia conocían los medicamentos naturales para curar a sus hijos. Pero la llegada de la medicina de patente ocasionó el olvido de las hierbas.
D. Alfonso me habló muy bien de la guayaba, con cuyas hojas (en infusión) atiende la diarrea.
Su tecito, una tacita, 2, 3 veces a la noche y ya se le quita la diarrea, puntualiza. Pero la gente prefiere medicamentos, aunque le cueste. Comenta que ahora, en la región, las personas se han alejado de la botánica y que él intenta reeducar en la tradición de las plantas a sus clientes-pacientes. Pero ve las plantas desde un punto de vista más naturalista, cercano al concepto de la tradición naturista y naturópata occidental. Le comento que en la tradición zapoteca, cada planta tiene su espíritu, y cada energía una función. Se muestra de acuerdo, pero se centra en las energías como capacidades naturales, no tanto como espíritus. La gente le cuenta modos y maneras de utilizar las plantas para los diversos problemas. Cuando hablamos de las limpias, él se centra en su significado sobre la piel más que en el aspecto ritual tradicional de la limpieza espiritual. Sigue diciendo que es necesario investigar y conocer las características curativas de las plantas. Eso para él es muy importante. Expresa: La comunidad ha vivido siglos con sus plantas medicinales, pero uno muchas veces es nuevo en esto. D. Poncho busca información en los ancianos quienes le transmiten conocimientos en zapoteco. Lo importante para él es que no se pierda el saber antiguo, que enfoca desde una perspectiva de terapéutica naturalista, es decir, la utilización de plantas medicinales para tratar problemas de salud y ayudar a mantener alejada la enfermedad, sin otra perspectiva espiritualista. Según D. Poncho, cada planta tiene una parte que se usa (flores, frutos, raíz, hojas), y cada preparado tiene su forma de hacerse. Sí, ahí estamos trabajando, exclama.  La naturaleza es la farmacia natural, es rica y tiene de todo, ¿verdad?, añade. Cuando le vienen a consultar sobre un problema de diarrea, primero aconseja el té de hierbas; y si no da resultado, la pastilla. Considera que los medicamentos (de patente) también tienen su función en determinados momentos.
D. Poncho estuvo 24 años en el ejército mexicano. Viajó y conoció gentes, ideas, lugares. Todo eso formó un sustrato de base, junto a su creencia evangélica que afectó indudablemente a su visión de la salud, de la enfermedad y de la terapéutica. En ocasiones, recurre a lo escrito en la Biblia para intentar entender hechos y situaciones cuya explicación tradicional no ve clara. Se muestra como racionalista alejado de aspectos relacionados con la mística y la espiritualidad indígenas. Se interesa por los fundamentos biológicos y psicológicos de la salud y la enfermedad. Realiza cursos de actualización y formación. Colabora en la promoción de salud con instituciones como el antiguo INI. A la vez, se muestra atraído por el uso tradicional de las plantas.
Considero interesante la opinión de D. Alfonso pues trasluce una variación en la cultura tradicional zapoteca expresada en la profesión de médico popular, influenciada por la religión evangélica, por tanto eliminando los elementos mágicos de la cultura antigua. D. Poncho sacó una de las veces su Biblia y, colocando su mano derecha sobre ella, me dijo que el mundo había sido creado por Dios y que él había puesto la naturaleza para que nos ayudáramos de ella[1]. Pide a Dios y confía en él para que le inspire y ayude con sus pacientes[2].  D. Alfonso es partero. Atiende a embarazadas locales y de otros pueblos. No le gusta hacerse cargo de parturientas que él no ha seguido. Asegura ocuparse de sus pacientes plenamente, dándoles confianza lo cual repercute en un parto más fácil. Me dijo que se sentía orgulloso habiendo ayudado a venir al mundo a casi trescientos niños en la zona. En muchas ocasiones, le envían casos desde el centro de salud (atención estatal). Cuando hablamos del parto, lo veo muy interesado. Es un gran conocedor. Explica con detalle todo el proceso. Para ayudar, aconseja infusiones de canela y hace andar por la habitación a las que han llegado al final de su espera. Las mujeres zapotecas paren de rodillas. D. Alfonso me dice que en reuniones convocadas por el antiguo Instituto Nacional Indigenista, suele ser tema de discusión el parto. 


-Algunas parteras reciben de retaguardia. Yo recibo de vanguardia, expresa. Resulta mejor así, evita riesgos. Puedes sujetar bien la cabecita y sacar más fácilmente al niño.  El médico zapoteco tiene su técnica particular: Luego de sacarlo, corto el cordón umbilical del niño y ato el cabo a la pierna de la madre con el fin de que no se absorba con la placenta. Así está seguro. Aseamos al pequeño y esperamos a que salga toda la placenta. Uso tés de diferentes hierbas para ayudar a la limpieza total interior


Se siente orgulloso de haber tenido siempre éxito. Insiste en que él sólo se responsabiliza de las mujeres que ha seguido desde el primer día del embarazo. De esa manera se va adaptando a la evolución del mismo sabiendo qué hacer y cómo en el momento del parto. No conocer a la embarazada y no saber de su embarazo supone dar cabida a riesgos, según él. Cuando se le presentan estos casos, si le da tiempo, las recomienda ir al hospital de Villa Alta. D. Alfonso prepara a las futuras madres enseñándoles técnicas de respiración basadas en las tradiciones zapotecas. Les ayuda a alejar el miedo y a minimizar el dolor. Le resulta rara la manera de parir de las occidentales. Piensa que hacerlo de rodillas va a favor de la ley de la gravedad.
El oficio de partera, o partero, siempre fue valorado entre los miembros de las sociedades tradicionales (originarias y mestizas). Generalmente son mujeres las que lo realizan. Veamos qué dice de ellas Luz Pérez Loredo, hablando de la época del Virreinato: 


Una mujer adulta generalmente se ocupaba de atender a la embarazada. La población la llamaba partera, comadre o comadrona, y entre más repetitiva había sido su experiencia de ayudar a dar a luz, mayor habilidad demostraba en su trabajo. Su quehacer era orientar a la embarazada, al esposo y a la familia, cuidar a la preñada, ayudarle a traer al mundo a un nuevo ser y efectuar maniobras para que la madre y su hijo se conservaran en buen estado. La partera ejecutaba operaciones externas para acomodar al producto en posición conveniente, y también realizaba maniobras internas cuando la parturienta presentaba problemas en el nacimiento de su hijo (Pérez, 1992: 167).

Siglos después, parteros como D. Alfonso, continúan la tradición indígena basada en una atención integral, física, psicológica y social.
Dentro de la tipología de los médicos tradicionales, D. Poncho es una muestra de médico indígena con rasgos interculturales: con mayor base tradicional naturalista y con una influencia de creencias relativamente nuevas en el medio indígena mesoamericano..."



[1] Visión transcendente frente a la tradicional visión inmanente de los pueblos indígenas.
[2] Influencia del evangelismo en la profesión de terapeuta tradicional y en el concepto de salud relacionado con lo físico y lo psíquico según un mundo creado por un dios autónomo que entregó la naturaleza al hombre para que la descubriera y dominara.


lunes, 3 de octubre de 2011

TRES TEXTOS EN TORNO A LAS CULTURAS TRADICIONALES MEXICANAS. Por Francesco Di Ludovico

(Textos e imágenes protegidos. Prohibida su reproducción sin permiso expreso del autor o del blog).
Concepto mesoamericano de “Frío” y “Caliente”


     En las zonas rurales de México es común encontrar opiniones de la gente sobre el caracter frío o caliente de los alimentos y de las enfermedades. Pese a tales definiciones, estas calidades no tienen valor térmico. El concepto de la dicotomia frío/calor adquirió este nombre por adopción de las palabras hipocráticas usadas por los primeros médicos españoles: ella se fijó fácilmente a la cultura médica de Mesoamérica ya que fue directamente trasladada al concepto dualista allí ya existente (de probable influencia est–asiática). La mayor parte de los estudios conducidos sobre esta polaridad han pausado en aclararar sus aspectos históricos, antropológicos e ideológicos, mientras resultan escasos los que  interpretan su aspecto propiamente médico–biológico. Las conclusiones de estos pocos estudios parecen pero converger hacia la capacidad de los amerindios de discriminar trámite la sensación gustativa la naturaleza “fría” o “caliente” de los alimentos, respectivamente según que estos últimos sean prevalentemente ácidos o dulces/altamente calóricos; mientras botánicamente parece ser la cantidad de agua presente en las plantas y la modalidad de su distribución en el tallo a determinar uno de estos dos caracteres opuestos.
    Considerados “calientes” son: los endulzantes, el cacao, la fruta seca, los alcohólicos y el café, la carne, los condimentos y aromas de sabor deciso, huevos y lácteos. Parece por lo tanto verse un paralelo moderno con la dieta macrobiótica, de inspiración china, donde el caracter taoísta Iang de los alimentos es parcialmente superponible al caliente mesoamericano, mientras que el Inn al frío; así, alimentos “fríos” e Inn son representados por la fruta acídula y por unos mariscos y crustáceos junto al jitomate, patata y pepino. Las plantas oficinales declaradas “calientes” por los amerindios son aquellas caraterizadas por un sabor amargo o fuerte al igual que las secas o urticantes o que sirven para curar las enfermedades consideradas “frías”; ejemplos son: el ajenjo (Artemisia absinthium), las mentas (Mentha piperitacitratasativa), el epazote (Chenopodium ambrosioides), los toloaches/floripondios (Datura/Brugmansia spp.), la semilla de Santa Elena (Abelmoschus manihot), el tabaco (Nicotiana tabacum), el café. Muchas plantas oficinales consideradas, al contrario, “frias” por los amerindios son aquellas turgentes o que nacen en las alturas o que sirven para luchar contra las enfermedades “calientes”; entre estas: la hoja santa (Piper sanctum), el atomate (Physalis philadelphica), el tepescohuite (Mimosa tenuiflora), la siempreviva (Sedum dendroideum), la buganbilia.
   Unas enfermades consideradas “calientes” son: bronquitis, gripe, las infecciones, las que dan inflammación o fiebre; mientras las enfermedades “frías” son representadas sobretodo por aquellas que los Nahuas definian “de origen acuático” (ya que supostas enviadas de parte del dios de la lluvia Tláloc) como los rheumas (que los primeros cronistas españoles llamavan “gota”), el edema, el paludismo, además de helmintiasis (lombrices), cansancio crónico, picadura de insecto y mordedura de víbora.


La leggenda del dono degli dèi.

All’inizio vi furono le divinità primordiali, e il loro pensiero: periodo estatico, momento primigenio di caos; poi: tempo ciclico, dinamicità dello spazio; e suono, colore, materia e vegetazione[1].
Dissero «Terra» —gli dèi progenitori— e bastò perché questa si materializzasse all’improvviso come una fitta nube che cominciò rapidamente a prendere forma. Spuntarono i monti, si formarono vallate e pianure, fluirono ruscelli e si ritirarono le acque del mare.
Le divinità adornarono, poi, questa loro creazione con una moltitudine di piante e animali. L’unione del dio della Terra, Tlazolteotl, con la dea dei fiori, Xochiquetzal, generò Centeotl. Egli fu dio del mais. Ma appena nato fu sepolto nel terreno. Dalla sua capigliatura spuntò il cotone; da un suo orecchio germogliò un seme buono che fu chiamato “testa pelosa”[2]; dall’altro orecchio un altro seme detto “uova di pesce”[3], mentre dalle dita nacque il tubero della patata; dalle unghie il mais di tipo lungo, e dal resto del suo corpo mille altri frutti si dischiusero[4].
In seguito, gli dèi chiesero agli animali cui diedero vita di parlare, di invocare i loro nomi e di lodarli. Ma da questi essi non riuscirono a ottenere che versi ferini: ruggiti, schiamazzi, urla, guaiti, tutto tranne un discorso articolato. Allora i progenitori si dissero: «Non hanno parlato; non siamo riusciti a far sì che invocassero il nostro nome. Questo non va bene». Si rivolsero, quindi, a loro dicendo: «Dobbiamo assolutamente cambiarvi con qualcun altro».
Fecero perciò un secondo tentativo per creare altri esseri che a loro obbedissero, offrissero preghiere e rispetto, nutrimento e memoria. Progettarono di fare un esperimento con la creazione umana. Plasmarono l’uomo dal fango; ma si accorsero presto che non andava bene: si disfaceva, era molle, con la testa rigida, la vista limitata; non era capace di camminare né di riprodursi. Presto s’inumidì nell’acqua e si dissolse. Essi, allora, disfecero questa loro opera.
Ancora regnavano le tenebre in questo mondo primordiale, ma gli dèi avvertivano con urgenza che il tempo dell’alba si stava avvicinando. Pertanto smantellarono in fretta il loro disegno, e nuovamente discussero. Occorreva trovare presto un’altra materia. Si consultarono con gli indovini, e il responso fu di intagliare manichini di legno.
Questi fantocci, dotati di un cuore, furono la prima stirpe sulla faccia della terra. Ma ecco ancora un’umiliazione, una distruzione. Gli umanoidi di legno perirono in un diluvio invocato dal loro scultore, adirato poiché essi non furono in grado di proferirgli parola. Per questo motivo caddero in disgrazia, e contro di loro si ritorse la vendetta anche degli animali, della vegetazione e perfino degli oggetti che essi avevano utilizzato. (Dicono che le scimmie che vivono nelle selve siano i loro discendenti).
I Progenitori dovevano venire a capo del problema. Ancora non splendeva la luce degli astri, ma l’alba pareva adesso davvero imminente; pertanto fu ancora nell’oscurità e con sollecitudine che essi si riunirono per trovare la materia più adatta a formare la carne dell’uomo. Stavolta decisero per il mais. A riferire del luogo ove si trovava il cereale richiesto dagli dèi furono quattro animali: la volpe, il coyote, il pappagallo e il corvo. Anche l’acqua fu implicata nella creazione umana: le divinità creatrici la usarono per formare il sangue dell’uomo. Queste furono le due materie prime che composero l’essere umano.
In tal modo entrò il mais nella creazione umana per opera degli dèi Progenitori[5].
Ci fu, successivamente, un tempo in cui il mais, nascosto agli occhi degli esseri viventi per volere divino, era tutto immagazzinato sotto una grande montagna di dura roccia. A scoprirvelo furono per prime le formiche. Esse riuscirono a scavare una galleria fino al nascondiglio, e cominciarono a portar via il mais caricandoselo sul dorso chicco per chicco. Quando la volpe, curiosa come sempre dei fatti dei vicini, vide le formiche portare quel grano sconosciuto ne rubò loro un chicco per assaggiarlo. Così, poco a poco, altri animali lo scoprirono, e finalmente anche gli uomini vennero a sapere del nuovo cibo. Ma soltanto le formiche continuavano a poterlo raggiungere nel deposito sotterraneo.
Allora gli uomini pregarono gli dèi della pioggia affinché li aiutassero a raggiungere quel magazzino dove era custodito il mais. Tre di questi dèi, a turno, tentarono di far saltare la roccia con le loro saette, ma invano. Così andarono dal loro signore, l’anziano capo degli dèi della pioggia di nome Chac[6], e lo convinsero a cimentarsi lui in questa impresa.
Il vecchio dio Chac accettò e chiamò in soccorso un picchio perché battesse sulla superficie della roccia finché non vi trovasse il punto più vulnerabile. Scoperto il punto di minore resistenza e comandato al picchio di allontanarsi, Chac con tutta la sua forza vi scagliò un poderoso fulmine, e la roccia si spaccò. Una scheggia colpì la fronte del picchio, che non volle mettersi al riparo, ferendolo (è per questo che esso ha ancora un ciuffo di piume rosse sulla fronte). Il calore sprigionato dal fulmine fu così intenso che una porzione del mais, il quale era tutto bianco, si abbrustolì: parte dei grani si rosolò, parte si annerì dal fumo, mentre alcuni chicchi rimasero di colore giallo. Di qui le quattro varietà del granoturco: nera, rossa, gialla e bianca.
Così si traduce in una leggenda maya l’idea che il mais è stato il dono che gli dèi concessero all’uomo quand’egli cominciò ad impegnarsi per meritarlo.
Ancora sconosciuto al vecchio continente, il granoturco era l’epicentro del mondo dei Maya e degli Aztechi. Nutrivano, costoro, nei confronti della terra e dei suoi frutti un amore mistico ed intenso; e tra questi prodotti, il mais ha sempre occupato un posto privilegiato. La milpa, il campo coltivato con tale pianta, era ciò che li teneva più occupati. Insieme agli altri vegetali, il mais si faceva esempio di rigenerazione e simbolo del ciclo e della vita dopo il decesso (elementi tanto cari e caratteristici del pensiero mesoamericano): esso muore dopo la raccolta per poi rinascere dall’humus prodotto dal mais precedente[7]. I Maya lo ritenevano una pianta degna di essere valorizzata; lo adoravano nella nicchia riposta del loro cuore, e nella loro mente vi aveva sempre albergato, fin da tempo immemorabile, un sentimento che faceva considerare sacra la crescita di questo cereale. Ne attribuivano la divinità a un dio bello e giovane, Yum Kaax, rappresentato col capo adorno di foglie di mais e con pannocchie tenute in mano o sorrette nella fluente acconciatura, equivalente all’azteco Centeotl, che fu creatore anche degli altri vegetali. Prima di preparare il campo alla sua semina, essi praticavano il digiuno e una lunga astinenza, e tributavano offerte alle divinità della terra alla cui protezione era rimessa la sorte del raccolto di mais.
Secondo un’altra leggenda, in tempi remoti la dea Cipactónal utilizzava i chicchi del mais per divinare il futuro, pronosticare il decorso delle malattie e fare incantesimi. Primordiale pianta simbolica dell’umanità e della civilizzazione, il mais non solo dunque si convertiva miticamente nella carne dell’uomo, ma rappresentava anche gli effetti vantaggiosi del mondo vegetale e la possibilità di beneficiarne attraverso la conoscenza.
I Maya attuali parlano tuttora del granoturco con reverenza, chiamandolo “Vostra Grazia”; lo considerano il dono più alto degli dèi all’uomo, e che perciò va trattato con umiltà e rispetto. Anche oggi fanno di questo cereale la maggior parte del loro nutrimento: lo mangiano tutti i giorni dell’anno, e se il raccolto va loro male non hanno nulla da mangiare.
Alimento basico e universale, fondamento dell’economia, il mais nei villaggi rurali messicani era preparato come oggi: se ne cuociono i chicchi, e la massa ottenuta viene poi pestata su una lastra di pietra vulcanica con una mola cilindrica (metate). Quando è spianata a mo’ di focaccia, prende il nome di tortilla; mentre avvolta in cartocci di foglie di granoturco, condita con carne e cotta al vapore, la pietanza si chiama tamal.
«Le donne, con ventole di giunco, attizzano il fuoco che sonnecchia tra le pietre del focolare, poi, inginocchiate davanti al metatl di pietra vulcanica cominciano a macinare il mais. Il lavoro quotidiano comincia col rumore sordo dei mortai: è stato così da millenni. Un po’ più tardi si udirà il battimano ritmato che fanno le donne schiacciando tra le palme, a piccoli colpi, la pasta di mais per confezionare tamales o tortillas»[8].
Ma il mais non è che una delle tante piante che il conquistatore lontano ignorasse.




[1] Questa è, in estrema sintesi, la cosmogonia maya. Si noti come per i Maya i concetti di spazio e di tempo non erano separati: costoro consideravano, infatti, il tempo come un’eterna attività dinamica dello spazio, un trascorrere ciclico in cui ogni cambiamento — inclusi i cambiamenti dell’uomo — obbedisse alla stabile legge del movimento periodico del Sole; concezione che, nella base, è affine a quella di spazio–tempo della moderna teoria fisica della relatività.
[2] Amaranthus hybridus, chiamato Bledo Quelite in spagnolo messicano.
[3] Argemone mexicana, chiamato in italiano Papavero messicano o Papavero spinoso, Chicalote in spagnolo messicano e Chicálotl in lingua nahuatl.
[4] Mito azteco che narra la germinazione dei vegetali. Centeotl, dio azteco del mais, è un nome composto di centli, mais (o pannocchia, in senso lato), e teotl, dio o Signore. Cogliamo quest’occasione per ricordare che il mais odiernamente conosciuto non è il medesimo che coltivavano gli antichi popoli amerindi. Quello attuale è, infatti, il risultato di numerosi incroci creati dall’uomo in centinaia di anni con lo scopo di ottenerne una specie più produttiva; il prodotto primo d’ibridazione, la cui spiga e i cui grani erano molto più piccoli di quelli del mais propriamente detto, si ritiene derivato da due piante erbacee: una che nell’antichità centroamericana si chiamava “teosinte” (Euchlaena mexicana; detta teocentli in nahuatl, vale a dire “pannocchia divina”) — peraltro ancora esistente — e l’altra di genere Tripsacum o di diversa specie di teosinte.
[5] Passo liberamente tratto dal Popol Vuh, il massimo testo religioso dei Maya Quiché.
[6] Chac, divinità maya della pioggia, è l’equivalente dell’azteco Tláloc.
[7] «Il mais e le piante nascevano ad ovest nel giardino occidentale di Tamoanchán in cui risiedono le divinità terrestri, fonti di vita. Intraprendevano un lungo viaggio sottoterra — il viaggio della germinazione — invocando gli dei della pioggia perché guidassero il loro cammino; infine spuntavano all’est, regione del sole levante, della giovinezza e dell’abbondanza, il «paese rosso» dell’aurora […]. Venere, stella del mattino, nasce a est, poi scompare per ricomparire, stella della sera, a occidente. […] Il suo nome divino è quello di Quetzalcóatl […, che] è sceso sottoterra […] per cercarvi le ossa degli antichi morti e farne dei viventi […]. Così la natura e l’uomo non sono votati a morte eterna. Le forze di resurrezione sono all’opera: il sole riappare ogni mattino dopo aver passato la notte «sotto la pianura divina» […]; Venere muore e rinasce; il mais muore e rinasce; tutta la vegetazione, colpita dalla morte nella stagione della siccità, spunta più bella e più giovane ad ogni stagione delle piogge, come la luna si cancella dal cielo e ritorna seguendo i tempi delle sue fasi. La morte e la vita non sono che due aspetti della stessa realtà: fin dall’epoca arcaica i vasai di Tlatilco modellavano un doppio viso, metà di vivente, metà di scheletro, e questo dualismo si ritrova in un’infinità di documenti. Forse nessun popolo nella storia è stato angosciato come i Messicani dalla presenza formidabile della morte, ma per essi la vita era generata dalla morte come la pianticella del grano decomposto nella terra». Soustelle J., La vita quotidiana degli Aztechi, EST, 1997, pp. 147–149.
[8] Soustelle J., op. cit., p. 166.

Il linguaggio dei fiori precolombiani.

Nel Messico antico, come espressione fondamentale della natura, la flora possedeva numerosi impieghi ed era pregna di significati distinti. I fiori rappresentavano gli dèi, la creazione, l’uomo, il linguaggio, la poesia, il canto, l’arte, l’amicizia; insieme alla giada e alla piuma del quetzal, erano sinonimo di  “incantevole” e “prezioso”. Simbolo di ciclo e di rinascita, le piante evocano la vita dalla morte.
Che la flora fosse foriera di significati era esplicitato in Mesoamerica sin dai tempi remoti. Infatti, già la più antica illustrazione della vegetazione, considerata quella dell’affresco murale di Tepantitla, mostra il profondo carico allegorico delle varie specie botaniche dipinte, nonostante la loro stilizzazione arcaica, e lo fa accanto alla raffigurazione di scene di felice vita ideale. L’intero murales, così intessuto di gioia e simbolismo, si suppone, infatti, essere la rappresentazione di Tlalocan, il Paradiso terrestre.
Nell’àmbito del senso, la flora offriva un’ampia panoramica di significati. Il termine “fiore”, xóchitl in lingua nahuatl, si usava per riferirsi all’eloquenza, alle parole ben dette e ricercate; era parte di molti termini: ad esempio xochílhuitl era la “festa dei fiori”; e realizzava la metafora della preziosità: famosa è l’endiadi in xóchitl in cuícatl, ossia “parola e fiore” usata per indicare il concetto di poesia, di termine elegante o di canto raffinato.
Ricorrente nella simbologia maya, tra i tanti esempi di fiori, quello della ninfea alludeva al mondo acquatico ovvero all’Aldilà, ma molte erano le specie floreali grevi di simbolismo. Molteplici furono i loro usi: medicinale, alimentare, decorativo, sacro, simbolico, energetico, divinatorio. Alcuni fiori costituivano, infatti, un tipo di gradita offerta per gli dèi, altri servivano per adornare ambienti o vestiti in occasioni importanti, altri ancora insieme a parti della pianta da cui sbocciavano erano utilizzati a scopo curativo, alcuni designavano gerarchie sociali, e “fiore” era un segno calendaristico.
Non solo visti come inanimati vegetali, i fiori e le piante erano —e sono tuttora— considerati entità superiori, compagni silvestri, doni divini, esseri cari; ecco perché prima di divellerli dalla terra materna, i popoli amerindi chiedono venia agli dèi per l’erbale sacrificio con preghiere ataviche e silvicoli rituali.

Fitonimia e fitotassonomia mesoamericane delle piante officinali.

Come espressioni tipiche di un’etnia aborigena, la nomenclatura e il sistema tassonomico delle piante sono inscritti nel contesto culturale di quel popolo: per la loro realizzazione vengono pertanto presi in considerazione molti aspetti delle conoscenze popolari. Nel caso degli originari messicani, il processo fitonimico e quello di sistematizzazione dei vegetali erano articolati e precisi.
La popolazione mesoamericana degli antichi Nahua e quelle ad essa limitrofe svilupparono, infatti, un raffinato sistema per classificare le loro piante: cominciavano caratterizzandole con l’aspetto più macroscopico e terminavano con gli eventuali caratteri minori. Innanzitutto, classificavano il regno dei vegetali in due “raggruppamenti–divisioni”: quauh, legnoso (alberi, arbusti), e xiuh, erboso (piante erbacee, verdure); la successiva ripartizione prevedeva quattro “classi” secondo la funzione principale della pianta: quilitl, pianta alimentare, patli, erba curativa, xóchitl, pianta da fiore, e mecatl, albero di liana. La seguente caratterizzazione in “ordini–famiglie” era effettuata secondo il profilo generico (solitamente morfologico di tipo botanico) della pianta: ad esempio camotl, tubero. L’ultima suddivisione in “genere–specie”, che quasi sempre assegnava il nome definitivo alla pianta, veniva proposta descrivendo del vegetale da classificare le particolarità dei costituenti o dei caratteri curativi o geografici, come vedremo più avanti.
Le piante medicamentose erano di fatto dette xiuhpatli, dove il sostantivo nahua xiuh significa “erba” e l’aggettivo patli “curativo”: tale denominazione si sovrappone proprio a quella odierna di “pianta medicinale”. Per chiamare, poi, tali erbe, le remote popolazioni amerindie le classificavano in una maniera simile a quella attuale. Infatti, come la definizione botanica latina è binomiale, gli autoctoni precolombiani davano alle piante un doppio nome: oggi il primo di questi indica il genere e il secondo la specie, mentre nell’antica Mesoamerica entrambi andavano a costituire un unico termine composto.
L’uso di –patli come suffisso —col significato, quindi, di “rimedio”[1]— era la forma più frequente per designare che una pianta possedeva le virtù curative a favore di ciò che era specificato nel primo lessema della parola: così, ad esempio, l’erba Cihuapatli, composta di cihuatl, “donna”, e patli, è la pianta “che cura la donna”. Un modo simile, per denominare le piante officinali era quello di dichiararne gli effetti terapeutici: così axix, che significa “diuresi”, andava a formare il nome della pianta Axixpatli indicando che quell’erba è “rimedio diuretico”. Un eventuale limite a siffatto criterio terminologico consisteva nel rischio che piante che condividevano le stesse proprietà curative si vedessero attribuire il medesimo nome; ma ciò avveniva assai di rado, poiché la loro nomenclatura si poteva realizzare tramite un altro sistema.
Un ulteriore metodo, per chiamarle, consisteva infatti nell’avvalersi della descrizione di una caratteristica saliente delle piante, come il colore, il sapore o la consistenza del loro frutto, la morfologia del loro fiore, la provenienza o l’habitat endemico ecc. In tal modo le tepetl sono le piante “montane”; quelle che terminano in –tzápotl hanno “il frutto dolce”, come il Cochitzápotl, dove cochi è “sonno”, che è pertanto la pianta “dal frutto dolce che induce il sonno”; e analogamente lo Yolloxóchitl, dove yóllotl significa “cuore” e xóchitl “fiore”, è la pianta “dal fiore a cuore”.





[1] Alcuni Autori hanno voluto conferire a questo suffisso la medesima valenza semantica dell’aggettivo latino tassonomico specifico officinalis, omettendo però la vaghezza di quest’ultimo: esso esprime, infatti, che la pianta dichiarata “officinale” è dotata di proprietà curative, ma il termine del genere botanico cui si accompagna non designa ciò per cui quella pianta è impiegata; questo fatto non avviene nell’antica nomenclatura centroamericana, poiché patli come elemento suffissale è sempre unito alla specificazione dell’effetto della pianta o dell’oggetto per cui questa è indicata. È in qualità di aggettivo, invece, che il significato di patli può essere assimilato a quello di “officinale” o, ancor meglio, di “medicinale”.