Los seres humanos creamos culturas. Observamos, pensamos, imaginamos, obramos, comunicamos nuestras experiencias... Somos variados. Construimos nuestra "realidad". Fabricamos opiniones y maneras distintas de narrar nuestras vivencias. Este espacio expone estudios y trabajos del campo de la antropología del bienestar y la salud así como de la antropología de la naturaleza, sus componentes y sus leyes mostrando diversas concepciones y acciones que en esos terrenos se pueden dar y llevar a cabo en las culturas y sociedades del mundo.

Foto: "Águila peleando con serpiente". Tatuaje clásico del artista: Alvar Mena (La barbería tatuajes. Salamanca)

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SEGUNDA ETAPA

viernes, 1 de febrero de 2013

EXPERIENCIAS Y FORMAS EXPLICATIVAS DE SALUD/BIENESTAR/ENFERMEDAD EN LOS DOCENTES

Por: Alfonso J. Aparicio Mena.
(Texto protegido. Prohibida su reproducción sin permiso del autor)

Introducción.

El presente artículo corresponde a un epígrafe de mi libro: "Práctica educativa y salud docente. Un estudio desde la antropología médica", publicado por el Instituto Sindical de Trabajo, Ambiente y Salud [ISTAS]
-CCOO en diciembre de 2009. El pdf del libro se encuentra disponible gratuitamente en la red en la web de istas: http://www.istas.ccoo.es/descargas/Practicaeducativaysaludocente.pdf


"Hemos partido de la definición que la OMS hace de salud para establecer una referencia general y básica con la que relacionar y comparar las informaciones obtenidas de los profesores. Esto no quiere decir que demos valor únicamente a las opiniones que siguen las líneas de definición de la OMS. En general, salud equivale a equilibrio. Bienestar y salud, en la práctica, pueden entenderse de maneras diversas, tanto entre miembros de culturas distintas como entre individuos pertenecientes a una misma cultura. Para alguien con unos condicionamientos determinados (religiosos, políticos, educativos, familiares, sociales, físicos, etc.) el bienestar puede incluir el sufrimiento, entendido éste como medio para progresar y avanzar en el camino personal, profesional o social. Para otros, el bienestar será considerado como el disfrute máximo de la vida, no admitiendo el valor educativo que el anterior daba a los problemas (sufrimiento); o considerando ésos como una oposición al bienestar; por tanto, contrarios a la salud.
Desde una óptica antropológica definimos salud como un hecho-estado de  experiencia; es decir, cercano a la relación con el mundo. No estudiamos aquí las enfermedades como hechos desligados de la vivencia o como meras situaciones que impiden el trabajo y ocasionan bajas. Es evidente que las enfermedades obstaculizan el trabajo y, en ocasiones, son causa de bajas. La óptica antropológica de la salud incluye eso, pero va más allá. La tarea de enseñar requiere unas condiciones físicas mínimas (normales), una formación, un entrenamiento profesional (que se va adquiriendo), unas capacidades determinadas y ganas de hacer cosas; o lo que es lo mismo, un mínimo de interés e ilusión (lo que algunos maestros mayores llaman: vocación). No podemos entender la enseñanza y la educación de nuestros niños y jóvenes como un mero cumplimiento de servicio,técnico y frío. No lo deben entender así ni la Administración, ni la Universidad (encargada de la formación de los futuros docentes) ni los profesionales. La práctica educativa no se puede reducir a “pasar por la clase” y rellenar papeles para cumplir con la Administración. La propia Administración no debe centrar el buen/mal funcionamiento de los centros en la cantidad y calidad de los documentos producidos. El profesorado tampoco debe olvidar que, más allá de las obligaciones relativas a la creación de documentos fundamentales con los que trabajar y demostrar que se trabaja, está ese mínimo de interés e ilusión necesarios para encantar a los alumnos e interactuar satisfactoriamente con el entorno humano del centro. El objetivo último de este estudio, recordemos, es la realización de propuestas relacionadas con la salud de los docentes que les ayuden en su trabajo y redunden en la mejora de la calidad de la enseñanza y en el funcionamiento de los centros. Por ello, entendemos la salud laboral como algo más amplio que el hecho de no padecer enfermedades o alteraciones que, técnicamente, impidan trabajar. Ampliamos la banda significativa a todos los hechos vividos y experimentados por los docentes, que les ocasionen mal e incidan directa o indirectamente en la tarea profesional y en el normal funcionamiento de los centros, alterándolos o modificándolos. Por ejemplo, un malestar muy común, con el que se vive y se trabaja cotidianamente y que, en principio no impide la labor es el hecho de ver pasar los años sin estar ubicado donde uno quiere. La realidad muestra que sólo unos pocos lo consiguen. Otros se aproximan, otros lo intentan y otros terminan por aceptar dicho hecho (a lo que contribuyen también circunstancias personales como el matrimonio, la compra de vivienda, los estudios de los hijos, etc.). A lo largo de mi experiencia profesional, y en el trabajo de campo realizado para este estudio, he conocido docentes que me han expresado su malestar por encontrarse en un centro en el que dicen no encajar. Día a día van sacando adelante el trabajo, pero sin la misma ilusión que los que se encuentran a gusto en el lugar. Ellos mismos reconocen que su práctica profesional podría mejorar, pero una serie de hechos y situaciones diferentes reclaman una parte importante de su atención. Estos hechos son “invisibles”, pero muy influyentes. Nadie los va contando por ahí. Hay gente (docente) que vive y actúa en silencio, cara a la galería para que todo aparente normal. Aquí no estamos para elaborar juicios de valor. No analizamos(moralmente) las motivaciones personales que hacen que la práctica tenga más implicación o menos implicación del profesional. Nos centramos en los hechos y sus interrelaciones. La lesión de la ilusión y de las ganas de trabajar (por motivos personales, sociales-comunitarios, organizativos-normativos o culturales-ideológicos) es una expresión de alteración del bienestar profesional y, aunque no conlleve dolores de la espalda o inflamación de la garganta (en principio), es, desde nuestra óptica antropológica, una alteración del equilibrio-bienestar profesional docente que puede influir sobre la funcionalidad del organismo y sobre la dinámica de la relación social del docente.
Mostraremos a continuación la variedad de representaciones discursivas sobre salud, obtenidas de nuestros informantes y colaboradores. Sacaremos también un factor común y lo relacionaremos con la definición de la OMS.
Nos interesa empezar por las ideas de salud del colectivo docente porque nos aproximan a la realidad y a la experiencia diaria de los profesionales.
Los pensamientos fabricados a partir de las vivencias:
a. Pueden convertirse en representaciones ideales (individuales o colectivas).
b. Pueden dar lugar a estándares convencionales. 
c. Pueden también ser (únicamente) reflejos fieles de las interacciones de las personas con su medio; por lo tanto, cambiantes.
En el primer caso hablaríamos de principios utópicos, alejados del mundo real y/o difícilmente realizables. En el segundo, de ideas aplicables, siguiendo unas normas y una organización, a la generalidad. En el tercero estaremos hablando de apreciaciones y percepciones a partir de la experiencia empírica, de la vida y del trabajo diarios. Sin despreciar los dos primeros, aquí nos interesa el tercero.
Queremos saber, y lo vemos necesario, qué piensan de la salud y de la salud laboral los docentes, fruto de su experiencia:
1. Para apreciar el acercamiento/alejamiento de los estándares que se les aplica (a nivel oficial y convencional).
2. Para aproximarnos a la comprensión de los problemas derivados de las interacciones profesionales.
3. Para orientarnos
en la elaboración de las propuestas finales.
La visión de salud y bienestar en el trabajo docente, en nuestra sociedad, es un estereotipo individual fabricado, en parte, con materiales culturales colectivos como la ilusión, la capacidad y la estabilidad. No existe unanimidad, aunque sí aproximación, en las opiniones de los entrevistados y preguntados. Una gran parte relaciona salud y bienestar profesionales con la capacidad y/o posibilidad de hacer las cosas propias de su puesto. O, lo que es lo mismo, de hacerlas sin trabas personales: enfermedades, impedimentos físicos, psicológicos, etc.; o externas: entorno físico (espacios), entorno humano (profesores, alumnos, miembros del equipo directivo, etc.), impedimentos sociales, ideológicos, económicos, religiosos, epidemias, climatología, accidentes, entorno normativo/organizativo, etc.
Salud (profesional) es poder trabajar
, dicen escuetamente algunos profesores.

Otros opinan que la salud y el bienestar profesionales se relacionan con trabajar con ilusión. Marta, profesora de educación física en Primaria, considera que la ilusión es el motor principal en el trabajo docente. Pero dice que, a veces, las circunstancias de los centros imponen una organización que lleva a acumular (no voluntariamente) en una misma persona, como le ha ocurrido a ella durante años, obligaciones y funciones: de su especialidad (Educación Física), de tipo administrativo (secretaria), una tutoría y ser coordinadora de ciclo. Expresa:
En un centro de Primaria, con un número justo de profesores, esto se da, y conlleva:
un intento permanente de superarse a sí misma para estar a la altura, desgaste acelerado, frustración y pérdida de ilusión. A lo que le siguen problemas físicos/funcionales (alteraciones del ciclo menstrual, jaquecas, diarreas, merma/ falta de todos los apetitos, catarros varias veces al año por baja inmunidad), insomnio, irritabilidad, decadencia, cansancio y estrés acumulado. En más de una ocasión, dando clase en el patio, me han requerido con urgencia para mediar como tutora en situaciones conflictivas de alumnos con alumnos o de alumnos con profesores. Te puedes imaginar la tensión. Aunque mi obligación era seguir con el grupo del que me ocupaba, eso ya te desestabiliza.
Otras opiniones:
Sentirme bien en el trabajo es estar alegre, jovial, con ganas de hacer cosas, disfrutar, querer estar con la gente. Sentirme mal es estar sin motivación, todo me molesta, sin ganas de relacionarme con nadie. Estar agobiada. Cuando estoy mal, vivo con mucha angustia y nerviosismo (mujer. E. Infantil).
Estar bien es trabajar con satisfacción, aceptar lo que tienes y disfrutar de ello. Estar mal es encontrar problemas o buscarlos para dar respuesta a tu insatisfacción (mujer. Educación Infantil).
Estar bien es sentirte bien, con ganas de hacer cosas, con ilusiones; es estar en paz  con los que te rodean, con sentimientos buenos hacia todo lo que te rodea; es tener una seguridad afectiva, económica y profesional  (mujer. Inglés. Primaria y Secundaria primer ciclo).
Estar bien en el trabajo es el resultado del bienestar físico. Estar mal en el trabajo es la ausencia de bienestar físico. El ánimo ha de esforzarse hacia aspectos positivos: “Me curaré”, volveré a la normalidad”,”deseo estar bien, como antes”. Uno tiene que tener ánimo positivo para recuperar el bienestar perdido  (jubilada).
Estar bien es estar tranquila, cómoda, sin problemas dando vueltas en mi cabeza, y sin molestias físicas. Me ponen nerviosa y de mal humor las situaciones de malestar propio de ajenos y allegados  (mujer. E. Secundaria).
La enfermedad es una alteración de la salud, influida además por factores externos. Ante eso, desde que soy padre lo vivo de forma diferente, más subjetiva. Los problemas de salud, aparentemente pequeños, los tiendo a magnificar. Estar bien significa ser feliz y lo que conlleva  (hombre. E. Primaria).
Para mí, la salud es un estado de bienestar general; seguridad en el aspecto personal,
profesional y emocional. Los problemas los vivo de manera diferente: si m afectan a mí, puedo ser positiva o negativa. Si afectan a un familiar, amigo o compañero,
suelo mostrarme positiva (mujer. E. Primaria).
Estar bien es encontrarme tanto física como emocional y socialmente a gusto para poder afrontar las tareas de la vida cotidiana. A veces puede haber algún problema temporal pero hay que saber y pensar que se puede salir de él y que tu vida tiene cierta coherencia y puntos de amarre que te sirven para salir adelante. Cuando mis problemas son leves, los vivo con fastidio procurando que no alteren mi vida diaria. Si son graves, confío en los profesionales; pero reconozco que me crean ansiedad e impotencia. Si los problemas los causa el entorno próximo, me siento angustiada por no poder hacer nada. Manifiesto empatía con el sufrimiento ajeno (mujer. Secundaria).
Personalmente, me preocupan más los problemas psíquicos que físicos, problemas  con chavales y padres, niños de acogida y de adaptaciones. El bienestar es para mí poder realizar mi vida sin problemas  (mujer. Primaria).
Salud y bienestar son para mí encontrarme bien físicamente (con energía, sin dolores...) y psicológicamente (alegre, sin agobios y preocupaciones)  (mujer. E. Primaria).
Estar bien es que mi familia y personas más cercanas estén bien. Que nos sintamos bien juntos. Que pueda realizar mi trabajo con alegría y tener tiempo para hacer otras actividades que me gustan. Normalmente no tengo muchos problemas de salud, pero cuando ocurre, los intento vivenciar como algo pasajero que me está pasando por estar más baja de defensas  (mujer. Infantil).
Para mí, estar bien en el trabajo supone trabajar mejor. Tener salud es poder ir viviendo
y afrontando los retos de la vida diaria (hombre. E. Primaria).
Estar bien es una actitud positiva que puede potenciarse y proviene (una vez superado
el umbral de la penuria económica o de un deficitario estado de salud físicomental) de un deseo interno de querer estar bien (mujer. Primaria).
Estar bien es encontrarme a gusto, con salud y rodeada de personas que me valoran y estiman (mujer. Secundaria).
Un joven interino (Secundaria) señala:
Estar bien es estar contento conmigo mismo, con mi esfuerzo diario y ser partícipe de la felicidad de los que me rodean. El buen ambiente de trabajo, contar con unos grupos de alumnos participativos y agradables es lógicamente fundamental para el bienestar.
Resumo el resto de opiniones dadas por informantes principales y complementarios:
Estar bien es no tener impedimentos físicos ni psíquicos; relacionarse sin problemas con los compañeros y con el resto de la gente. Estar mal es sufrir en todos los sentidos, tener infelicidad, angustia, miedo, desánimo, ansiedad, dolores de cabeza, de espalda, problemas gastrointestinales, de oídos, estar cansado, triste, apático, tener mal humor, agotamiento y desencanto en el día a día.
Una informante de Secundaria expresa:
Estar bien equivale a entusiasmo; estar mal es un paréntesis. El trabajo influye, tanto para el bienestar como para el malestar. En el primero, aportando metas, planes, superación; en el segundo frenando el desarrollo de uno mismo.
Subraya Mirella: El trabajo no sólo influye, creo que es un factor determinante para la salud física y mental.
Para
Luisa, estar bien es llevar un estilo de vida saludable: sentirme bien, a gusto conmigomisma, independiente de si padezco alguna enfermedad o no, o de si tengo algún contratiempo.
Tanto en la conversación personal como en las respuestas escritas, los informantes han usado más tiempo y espacio hablando del malestar que del bienestar.
Entienden el bienestar como algo unitario; y, aún aludiendo sólo a cuestiones físicas, su referencia alcanza toda la persona. El malestar también; pero el deseo de restablecerse lleva al análisis y a la búsqueda de lo concreto, de la causa precisa del mal, para tratar de eliminarla. Algunos han identificado estar bien con salud y ausencia de enfermedades. Otros han identificado estar bien con la experiencia personal de sentirse bien y a gusto, aún teniendo alguna enfermedad
como nos explicaba Luisa. Vemos aquí reflejado el concepto antropológico de salud/enfermedad como vivencia consciente y comunicable. He visto y escuchado a profesoras con problemas graves como el cáncer, trabajando, considerándose operativas y sintiéndose en su tarea; admitiendo el hecho de su mal dentro del terreno
biológico, con todas sus implicaciones e influencias pero sin dejar que inunde y desequilibre el terreno vivencial-profesional.
Prácticamente en todas las entrevistas realizadas y cuestionarios pasados, así como en un gran número de conversaciones informales, he constatado una idea de estar bien, de tener salud (en sentido amplio) relacionada con la capacidad/ posibilidad de obrar, de actuar, de “hacer cosas” (expresión muy común). Cuando se dice hacer cosas, se está yendo más allá de la referencia al mero cumplimiento del deber, que entenderíamos como “hacer las cosas”. La primera expresión nos habla de la iniciativa creativa en el trabajo, unida absolutamente a la ilusión y a las ganas, las cuales no se tienen (o se frenan) cuando el docente se ve afectado por problemas personales o dificultades procedentes de su entorno profesional.
Mario
, informante, expresa:

Cada curso, para mí, es un nuevo proyecto que me ilusiona, donde puedo realizar gran cantidad de actividades que al final me producen un gran enriquecimiento personal.
Los problemas y dificultades a los que hemos aludido antes, pueden ser físicos, psicológicos, producidos por las interacciones o por otras causas. Todos, sin embargo, repercuten en la práctica educativa y en el funcionamiento de los centros. Los docentes que conciben su trabajo como algo dinámico lo entienden dentro de unas coordenadas y circunstancias en las que pueden expresarse como
profesionales creativos. Siempre que esto es posible, se puede cosechar satisfacción (en todos los terrenos). Incluso, impedimentos que en otras circunstancias podrían ser obstáculos, resultan menos influyentes o, simplemente, se superan. He observado trabajar y entregarse con interés e ilusión a personas con enfermedades graves. He visto en sus ojos ausencia de miedo y reflejo de satisfacción por “seguir en la brecha”. Hablando de salud, su definición se aproxima a la definición que considera aquélla como un estado de experiencia, comunicable, como hemos expuesto más arriba. Una maestra de infantil (afectada de un tumor en la vejiga) me expresó: Me sentí “curada” cuando pude ocuparme de nuevo de mis alumnos.
En esos casos puntuales, la experiencia comunicada, por encima de la objetividad del mal, es altamente positiva. Trabajar con “sus niños” es para ella más que gratificante; es lo que le ayuda a seguir adelante, más que la familia, en muchos casos. En casi todos los encuentros que he tenido con maestras de Infantil, en general me han confesado lo gratificante y reconfortante que es para ellas trabajar con los más pequeños, incluso soportando dolores de cabeza, de espalda, de rodillas, de brazos, mareos y vértigos; y a pesar de la intranquilidad y el temor que infunde tener que atender necesidades biológicas de los niños. No un llanto repentino por dolores que el niño pequeño no sabe explicar, prepararles individualmente para la salida (ayudarles a ponerse el abrigo, la bufanda, el gorro, los guantes). Y, la atención minuciosa a cada uno implica concentración en dicha tarea lo que hace que, por pura lógica, se pierda “el ojo” y la vigilancia del resto; especialmente en el caso de tener que atender un requerimiento urgente de un pequeño que necesita ir al baño, o simplemente deconcentrarse en abotonar el abrigo de cada cual a la hora de irse a casa.
No he conocido una repercusión tan directa en la experiencia de salud y bienestar profesional, narrada a veces apasionadamente, en ningún otro nivel o puesto de la enseñanza pública obligatoria (desde Infantil hasta Secundaria). Pero no todos los casos son así. He visto personas (trabajando con pequeños también) de edades próximas a los cincuenta, cansadas en todos los sentidos, irritables y con una gran merma de motivación. Su experiencia de bienestar-salud laboral ha idocambiando con los años. Molestias, falta de apoyo del entorno (profesores, padres, Administración), mal ambiente entre compañeros, dolores y dificultades
para hacer las cosas les han colocado en una posición a la defensiva y, a veces, de mero cumplimiento, lo cual perciben como un “peso añadido”. Algunas me han expresado no querer colaborar en este estudio, pero me han relatado de principio a fin sus males y cansancios.
He hablado con jóvenes, recién estrenados en los centros, reconociendo la deficiente o nula información que, en la Universidad, han recibido sobre salud
profesional a lo largo de su periodo de formación
. Para una recién estrenada en la profesión, salud es:

No encontrarse con conflictos extraños; es decir, no tener que actuar de “policía educativo” para evitar los roces entre los chicos, o entre ciertos chicos cuyas familias (mal avenidas) están observando al centro y a los profesores esperando el mínimo fallo para “denunciar” a diestro y siniestro.
Estos nuevos docentes jamás estudiaron que la realidad de los centros es una compleja e intrincada red de interacciones en la que, cada vez más, el profesional ha de cuidar que no haya problemas entre alumnos, por lo que pueda suceder. Y no sólo se refieren al acoso o a situaciones específicas y graves, sino también al normal discurrir de la vida convivencial diaria. Dichos hechos, desconocidos por los nuevos profesores, sumados a otros que poco tienen que ver con la formación que recibieron, fabrican un “peso invisible” que el joven profesional tiene que cargar, con resultados de
sorpresa, frustración y desencanto. Alumnos de último curso de carrera de Educación me han expresado encontrarse lejos de planteamientos de salud laboral, centrándose en los programas de contenidos propios de la formación universitaria. Ni siquiera en su experiencia de prácticas han percibido la realidad a la que aludimos. Relatan no tener conocimiento de las interacciones trabajo-salud, o de tener poco. No comentan que sea un tema tocado con los docentes de los centros a los que van de prácticas. Tampoco es un tema tocado habitualmente en las aulas de la Universidad (a excepción de los de Educación física).

Mirella, joven especialista de música en EI y EP, me recalcó que la primera experiencia profesional, rodeada de circunstancias desconocidas poco relacionadas con su labor, repercutió en su Sistema Defensivo ocasionándolesinusitis e infecciones repetidas de garganta que le llevaron a estar tomandoantibióticos todo el año. Algunos nuevos profesores, con malas experiencias relacionadas con alumnos y padres, desarrollan temores y miedos que les conducen a situaciones de baja (por depresión). Pero lo peor de todo, lo comenta la gente de más edad, es que muchos que entran terminan por dejar de lado la ilusión y cumplir. Se les cambia la cara y cambian el brillo del entusiasmo inicial por un reflejo opaco de impotencia o desgana (informante jubilada).
Formadores de formadores (Profesores universitarios de futuros docentes) me han mostrado su preocupación sobre el “choque inicial” de los nuevos enseñantes. ¿Sería necesario cambiar los programas? ¿Habría que adaptar los currículos a la realidad profesional y no a las oposiciones? ¿Habría que propiciar un contacto especial con los docentes experimentados durante la etapa formativa para conocer de primera mano la realidad del día a día en los centros? Sean cuales fueren las respuestas, algo hay que hacer. No es posible que un profesor, tras la experiencia de sus inicios profesionales, construya una idea de equilibrio-bienestar-salud pesimista y distorsionada (aunque absolutamente real). Las consecuencias van a costar dinero (bajas), van a moldear un docente triste, desconfiado y reticente; y van a perjudicar la práctica educativa y el equilibrio del centro donde trabaje. La
Administración no puede responder sólo con amonestaciones, si ha lugar. Ha de crear las condiciones de reconstrucción de la individualidad profesional afectada. La salud laboral docente no sólo se atiende con antibióticos (cuando hay infección) o con unas instalaciones apropiadas sino también con sistemas y métodos entendidos desde la antropología como formas y planes de ayuda para la recuperación de la actitud alterada, lesionada y/o perdida (por un cúmulo de circunstancias adversas e interrelacionadas).
La definición de la OMS es una definición ideal. Es cierto que entre unas opiniones y otras llegamos a entender que la salud es percibida y comunicada por los docentes como un estado de bienestar físico, psicológico y social. Sin embargo, en la práctica he escuchado y observado que la gente se conforma con
poder hacer cosas o poder hacer las cosas, lo que se aleja de la expresión óptimo estado de bienestar para centrarnos en una posición realista de: suficiente estado de bienestar capaz de permitir llevar cabo la tarea diaria y vivir (que no es poco). Para muchos, con sufrimientos y problemas, pero con interés en el trabajo, ese “mínimo” lo dan un poquito de ilusión y entusiasmo. Para otros, exclusivamente el sueldo del mes.
Decíamos al inicio de este epígrafe, sobre las ideas de salud, que los pensamientos fabricados
a partir de las vivencias pueden convertirse en representaciones ideales (individuales o colectivas), pueden dar lugar a estándares convencionales o pueden también ser (únicamente) reflejos fieles de las interacciones de las personas con su medio; por lo tanto, cambiantes. Lo que hemos obtenido de los docentes, a partir de su experiencia, abarca los tres ámbitos, pero hay una mayoría de opiniones provenientes de la realidad vivida día a día, relacionadas por tanto, con el tercer aspecto. Queríamos saber qué opinan de salud los docentes para constatar la proximidad o alejamiento de los estándares de salud que se les aplica. Pues bien, entendiendo que dichos estándares son los convencionales, hay una parte de lo que piensan los docentes, fabricada y comunicada a partir de su experiencia, que he observado en el trabajo de campo, y a través de mi experiencia en la docencia, que no casa con los convencionalismos en salud. Esto quiere decir que muchos profesionales de la educación manifiestan sufrir problemas que no son oficialmente considerados enfermedades y que no tienen, por tanto, ninguna atención. ¿Por qué? Porque no pueden ser objetivados ni cuantificados siguiendo los procedimientos convencionales-oficiales. Una inflamación de rodilla, sí; una laringitis también. Incluso una depresión. Pero una alta carga de desánimo, no; una frustración, un miedo, un sentimiento de impotencia o de injusticia, tampoco. Sólo sus consecuencias, si llegan a experiencias traumatizantes o si el problema perdura en el tiempo. En estos casos, se aprecian efectos somáticos y/o depresivos. Desde la antropología aplicada a la salud valoramos como alteración del bienestar y de la salud laborales docentes no sólo la lumbalgia declarada o la infección respiratoria sino también las situaciones de desequilibrio  vividas, capaces de ocasionar modificaciones (negativas) significativas en la práctica educativa y en el funcionamiento de los centros. La metodología antropológica sirve en la detección de esos problemas, pudiéndose aportar desde esa óptica orientaciones, vías de solución y ayudas y soluciones directamente. Queríamos saber también qué opinan de salud los docentes para aproximarnos a la comprensión de los problemas derivados de las interacciones profesionales, y para orientarnos en la elaboración de las propuestas finales. Conocer la opinión, el relato de experiencia de salud/enfermedad relacionadas con el trabajo, y la forma o modelo explicativo de esos hechos nos aproxima al conocimiento de la vivencia
del trabajo. De aquí sacaremos conclusiones dirigidas a la Administración".
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