Los seres humanos creamos culturas. Observamos, pensamos, imaginamos, obramos, comunicamos nuestras experiencias... Somos variados. Construimos nuestra "realidad". Fabricamos opiniones y maneras distintas de narrar nuestras vivencias. Este espacio expone estudios y trabajos del campo de la antropología del bienestar y la salud así como de la antropología de la naturaleza, sus componentes y sus leyes mostrando diversas concepciones y acciones que en esos terrenos se pueden dar y llevar a cabo en las culturas y sociedades del mundo.

Foto: "Águila peleando con serpiente". Tatuaje clásico del artista: Alvar Mena (La barbería tatuajes. Salamanca)

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SEGUNDA ETAPA

martes, 6 de diciembre de 2011

LOS MERCADOS EN MESOAMÉRICA: CONFLUENCIA COLORISTA DE SABERES CURADORES.

Por Alfonso J. Aparicio Mena.

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Introducción.
El texto que mostramos a continuación corresponde a un capítulo del libro: "Cultura tradicional de salud y Etnomedicina en Mesoamérica" (Trafford 2009) que se puede adquirir en: 


(Interpretación de una imagen del Códice Florentino, por el artista Álvar Aparicio Tejido)

"El museo de Santo Domingo destaca el valor del mercado, desde época prehispánica, como aglutinante de toda la población. Hoy en día sigue siendo un punto de unión y reunión en Mesoamérica. En época prehispánica, en los mercados se vendían y compraban toda clase de mercancías. La actividad estaba regulada por las autoridades. Había oficiales y vigilantes del orden. Los mercados se celebraban cada cinco días. Los conquistadores quedaron sorprendidos tras contemplar el mercado de México que podía congregar a más de 60.000 personas. Había mercaderes especiales que tenían cargos políticos y comerciaban con el exterior (Carrasco y Céspedes, 1985).

Rogelio y Arturo me guiaron por los mercados tradicionales más importantes de México (Estado y D.F.)

(Interpretación de una imagen del Códice Florentino por el artista: Álvar Aparicio Tejido) 

En general, en los mercados mexicanos se halla de todo. A ellos acuden los campesinos con excedentes o simplemente con los pocos recursos que obtienen de la tierra para vender y adquirir otros bienes necesarios para la vida familiar, para vestir, para la salud o para las actividades laborales. En los mercados hay un olor especial, se mezclan los aromas de flores, plantas, frutas y verduras frescas con otros provenientes de especias, alimentos, tejidos, telas y del propio mercado como unidad espacial y social dinámica.

En las mañanas, las mujeres que bajan de las montañas o que vienen de localidades y áreas anexas a la ciudad, se sitúan en lugares estratégicos para vender sus tortillas y tlayudas. Otras ofrecen chapulines, quesillo, mole, chiles, etcétera. En Oaxaca es típico un quesillo que se deshilacha. También están los hierberos, que ofrecen plantas medicinales frescas y van pregonando las virtudes y aplicaciones posibles de las mismas y para qué tipo de males se pueden usar. En el mercado hay puestos fijos, herbolarios, que ofrecen desde modernos farmaconutrientes perfectamente envasados y preparados, hasta hierbas recolectadas a la antigua usanza para males muy particulares como el susto, el empacho y otros. Se pueden conseguir velas para realizar rituales y para pedir por la salud y por el bienestar de la familia. Existen puestos de comida, pegados unos a otros en los que se almuerza o se toma pollo, mole, caldo, quesadillas y aguas de sabores entre el griterío de los dueños tratando de atraer clientela. Todo es algarabía, movimiento, color, mezcla de olores y vitalidad, como cuentan era antiguamente. El mercado fue, para zapotecos y aztecas, el verdadero centro de la vida social y de la economía de la ciudad, el corazón de la vida comunitaria y de las relaciones. Esa cultura, ya mezclada, del encuentro alrededor del latido social del comercio básico sigue dándose y viéndose con toda vitalidad en Mesoamérica.


En el mercado de Sonora (México) se puede contemplar la muestra de una tradición mestiza llegando a adoptar matices surrealistas. En la terapéutica popular no sólo son usadas plantas (para ingerir y para limpiar), también se usan artículos relacionados con creencias de todo tipo. La Santa Muerte es uno de los símbolos más antiguos presentes en Sonora. Su imagen esquelética se viste con túnicas de colores según la petición que se le quiera hacer. El blanco corresponde a la salud. La gente que acude a Sonora en busca de ayudas (para la salud, para la fortuna...) convive con creencias y formas de ver la vida diferentes de las que conforman la manera de ser occidental. Quien adquiere una estatuilla de la Santa Muerte (según mis informantes locales) considera que, junto con el soporte material, también se lleva el elemento (no sensorial) capaz de modificar cualquier situación de infortunio o contrarrestar la enfermedad. Pero no sólo es llevarse la estatua, también hay que tener una actitud y una conducta que colaboren a que eso ocurra

Para el Dr. Bernal el mercado es uno de los puntos de observación obligados en el estudio de las culturas originarias. Los mercados tradicionales se parecen todos. Fuera de México, he estado en mercados en Marruecos, Beijing, Colombo, Moscú, Sarajevo y otros lugares con gentes de etnias y culturas tradicionales. Para los miembros de los grupos originarios, el mercado supone un motor dinamizador de la vida social. También para los occidentales en los mercados populares. Se trata de otro tipo de comercio.Compradores y vendedores son protagonistas. Se regatea, se trata, se llega a acuerdos, se rompe la rutina. Los mercados asiáticos y árabes me llamaron la atención, por sus olores, por sus colores, por la forma de mirar la gente y por la sensación de sentirse uno en otro tiempo, lejos de la planificada, ordenada y aséptica sociedad occidental. En México y Oaxaca observé, conversé, comí, bebí y compré en los mercados, recordando los de China, con los que encontré especial parecido. Muchas de las características de los mercados oaxaqueños se pueden aplicar a los mercados chinos. Cuando estuve en Beijing, aprecié cómo la fiesta de los ropajes, las comidas, el bullicio, el griterío y el movimiento permanente constituyen un rasgo actual vivo de la sociedad tradicional, superviviente de la antigua cultura del encuentro público, muestra palpable de la vida del pueblo (pese a que los regímenes políticos hayan tratado de domesticar las tradiciones). En Sri Lanka observé el vigor y la vigencia de los mercados no sólo como centros comerciales y económicos sino como lugares de culto a la supervivencia, allí donde se adquieren los bienes necesarios (alimentos básicos) para seguir existiendo, o se entablan las relaciones que enlazan y unen a los miembros de la colectividad.

El mercado es un capítulo esencial en la cultura tradicional de salud. Supone el centro de venta de alimentos primarios, de plantas medicinales, el lugar de consulta de especialistas y el punto de encuentro donde, a través de la convivencia y la comunicación oral, se transmiten conocimientos y se aprende cómo hacer para curar tal o cual mal. Se traspasan tradiciones alimentarias, se observa y se ve como si se mirase a un espejo que devuelve a las gentes la imagen de lo que son, su identidad y su ser cultural, una escuela natural y espontánea de convivencia y de supervivencia.

En los mercados mesoamericanos se observa un acarreo constante de productos y mercancías, venta ambulante y venta fija, comercio por doquier, artículos diversos y variados, voces, gente, mucha gente, compra negociada, naturalidad y conductas aprendidas. Los vendedores de medicinas herbarias que vocean y pregonan las excelencias de sus productos son los merolicos, así llamados por ser vistos como mezcla de médicos y charlatanes[1]

Culturalmente, la capital de México es hoy una muestra variada de tradiciones y modernidad, todo ello mezclado y envuelto en la tela de araña de la sociedad de consumo. Es una fusión de gentes de todo el país y el lugar de reunión de muchos grupos y culturas originarios. En las aglomeraciones urbanas podemos distinguir y apreciar, con matices de expresión diferentes, la cultura mixta en todo su apogeo. Y, aunque muchos miembros de grupos originarios llegan procedentes de áreas rurales alejadas, el hecho de zambullirse en la gran ciudad supone nadar en un espacio al que tienen que responder adaptándose y acomodándose si quieren sobrevivir. En las calles de la capital fluye la vida, acecha la muerte y encaja muy bien la picaresca. Se compra, se vende, se comercia. Hay color, contrastes, luces y sombras, comunicación, ruido y silencio. Es posible ver de todo, como en el Mercado de Sonora, lugar que he visitado varias veces por reunir la más variada muestra de la cultura de salud mezclada de toda Mesoamérica. Jodorovski (2004) lo describe como una especie de teatro surrealista de la terapéutica popular. Cuando llegué por primera vez tuve la misma impresión. Aunque, por encima de calificativos particulares, Sonora es un centro de comercio tradicional en el que confluyen: terapeutas de muchas procedencias y formaciones, vendedores de remedios variados, observadores curiosos y personas en busca de consejos para la salud o soluciones para sus males. En diferentes lugares de la capital, y en localidades vecinas, observé carteles y publicidad de especialistas diversos de la medicina tradicional mixta. En los mercados populares aún se aprecian formas de relación comercial muy distantes de las impuestas por la sociedad internacional, de corte occidental. Hay vendedores de plantas y remedios en la mayoría de ellos. Suelen atender todo tipo de males y dolencias, como observé, acompañado de mis informantes, en Xochimilco y Coyoacán, además de en Sonora. Arturo me habló del auge experimentado por las medicinas alternativas y tradicionales en los últimos años. Para él, son más auténticos los especialistas de las etnias. Opina que en la ciudad hay muchos embaucadores, pero también buenos profesionales. Si se desean los servicios de hueseros, curanderos y demás, hay que buscar y tener la suerte de dar con los buenos. Rogelio opina que aún hay rasgos muy vivos de cultura antigua en los mercados tradicionales.

La idea de salud en el medio urbano mexicano tiene características diferentes de las que se dan en los medios rurales (indígenas). En el mercado de Sonora, las manifestaciones terapéuticas y culturales de salud son el resultado de mezclas provenientes:

a)      De tradiciones comunes de culturas mesoamericanas, relativas a hierbas y plantas.

b)      Del chamanismo, evolucionado y transformado.

c)      De la medicina española (popular y oficial) llevada por la Conquista.

d)      De la evolución del curanderismo hispano manifestado como mezcla de esoterismo, filosofía, empirismo, rituales de videncia y otros.

e)      De la santería (Cuba, Caribe, mezcla cristianopagana).
 
f)        De tradiciones caribeñas y brasileñas mixtas coloniales (vudú, candomblé catimbó, diversas formas de adivinación, etcétera).

g)      De la aproximación a las medicinas naturales de tradición occidental, tomando elementos modernos de ellas (por ejemplo, el encapsulado de plantas, hierbas y animales como la serpiente seca y pulverizada, usada para tratar el cáncer; la utilización de términos y discursos propios de las llamadas medicinas alternativas, holísticas, de rasgo internacional e intercultural...).

h)       De culturas y tradiciones terapéuticas asiáticas (plantas, minerales, feng shui).

El recinto del mercado de Sonora es un lugar de aspecto envejecido, descuidado y poco limpio; muy concurrido. Lo llenan puestos pequeños y medianos en un espacio semiabierto con calles estrechas, luz filtrada, penumbra y olor especial (a productos vegetales, a especias, a humanidad). Los puestos están próximos unos de otros, a veces pegados. Muestran abundante material y productos (vegetales verdes y secos, en ramilletes o apilados junto a diversos otros objetos; mostradores y estantes con sacos, productos y elementos que también cuelgan del techo o se salen del puesto). Algunos tienen trastienda o cámara cerrada para recibir clientes. Los profesionales y quienes atienden los puestos son hombres y mujeres de todas las edades.

En un pasquín de un puesto se lee que la salud es responsabilidad de cada cual ya que nuestras dolencias y molestias son causadas por los excesos de los años. Sigue diciendo que la misión de cada uno es sentirse mejor, sin fatiga ni neuralgias o depresión.

En diversas ocasiones hablé con personas que regentaban los puestos y lugares de consulta. Entablar conversación con ellos resulta difícil. Los puestos están muy juntos y te miran con recelo. No es habitual ver a alguien cuyo aspecto delata que no es local, preguntando e indagando sobre hierbas, plantas y productos tradicionales para curar.

En el mercado central de Oaxaca y en otros mercados de la capital sureña y de los alrededores paseé muchas veces sin acompañantes, percibiendo directamente el entorno especial de la vieja Mesoamérica. A Sonora nunca fui solo. Gracias a la ayuda de personas como Arturo, Josefina y Rogelio conseguí información interesante sobre remedios y formas de curar locales. Hubo que mostrarse muchas veces interesado en adquirir productos o en recibir consejo para entablar conversación. A un vendedor le preguntamos qué era necesario para mantener la salud en buenas condiciones. Nos respondió que con limpias de vez en cuando. Nos dijo que frecuentemente se ensucia el ser y se adhieren a la persona elementos que causan enfermedad. Para limpiar se utilizan ramos de pirul, clavel blanco, clavel rojo y sávila. Se pasa el ramo alrededor del cliente en un ritual del que no nos dio precisiones. Luego el ramo se quema o elimina. Una sola vez por persona, un solo ramo. Las plantas absorben las impurezas permitiendo la circulación energética y el reequilibrio. No todas las plantas sirven a esos propósitos. Te dicen que la tradición señala las que valen para limpiar y las que no. En otro puesto preguntamos para qué servía la serpiente seca y el zorrillo seco. Nos dijeron que para ayudar en casos de cáncer. En el mercado tradicional de Xochimilco, con Rogelio, nos dirigimos a una curandera que nos explicó las posibilidades terapéuticas de la víbora. La serpiente está dotada de características curativas y componentes energéticos aptos para reequilibrar la salud.

La serpiente, recordemos, forma parte esencial de las culturas y tradiciones mesoamericanas. Se nos dijo que el uso de un remedio u otro, y las maneras de hacerlo, dependen del tipo de problema, o de cáncer (en caso de tumores); y de su localización. En otro puesto nos hablaron del poder curativo de las hierbas unido a la actitud de la persona enferma: es importante que el enfermo esté alegre y procure tener un ánimo positivo. Apreciamos en la gente que buscaba los servicios de los profesionales una mezcla de devoción por imágenes religiosas, seguridad respecto a los medios terapéuticos usados y confianza en los profesionales. Éstos, cuando te acercas (siendo un extraño como era mi caso) a preguntar, sospechan. Son grandes observadores y psicólogos. Rápidamente sacan sus propias conclusiones. No siempre dan respuestas claras. Reconocen quien va porque lo necesita y quien es un curioso. Ante la gente local que les consulta, se crecen. Muestran con orgullo su nivel (el de conocedores). Ello da confianza a quienes acuden en busca de solución para sus problemas. Quienes les consultan se sienten protegidos, sea o no sea un profesional serio el que les atiende.

En la cultura tradicional de salud, tanto indígena como mixta, se tiene muy en cuenta la actitud. La disposición de la persona frente a los problemas, la forma de vivir, la manera de ver las desgracias, el empuje, las ganas de estar con otros y de disfrutar, son vitales para mover a la persona hacia la curación; o para arrastrarla a la enfermedad y la desgracia si existen factores que están incidiendo negativamente en su cuerpo y/o en su mente. Los terapeutas tradicionales de las ciudades trabajan con medios nuevos. Algunos observan y ven los problemas de sus pacientes-clientes imitando la forma de hacer, la forma de hablar, las maneras, de los médicos alópatas, en un intento de ganar prestigio y situarse en un plano de proximidad. Los hay que prefieren mostrar sus raíces indígenas, porque también eso atrae a la gente. Así, en calles, plazas, mercados y zonas de aglomeración, se pueden observar chamanes improvisados con su colección de amuletos. También, mujeres indígenas sentadas tratando de averiguar el mal de su cliente o aconsejándole los remedios y rituales precisos para su problema. Es en los mercados y en lugares de reunión de mucha gente donde más terapeutas tradicionales mixtos se encuentran, vendiendo sus hierbas, voceando sus remedios, aconsejando sobre el mal de ojo, sobre el susto y sobre males más relacionados con las culturas originarias, pero asumidos también por la población de las ciudades.

En su aspecto general, el mercado de Sonora es un puzzle de gentes variopintas cuyo conjunto resulta cerrado y difícil de penetrar al curioso y al observador ajeno. Sólo quien busca remedio es aceptado, y los especialistas conocen bien de qué va cada cual. El interés por su medicina te abre la puerta ya que indirectamente toca el tema de dedicación de los profesionales de allí, aunque por poco tiempo si no adquieres nada o no derivas la conversación a la búsqueda de consejo en el que ellos se ven protagonistas (en su medio y en su espacio).

La experiencia que se tiene en dicho medio es extraña, mezcla de miedo, tensión, incertidumbre; todo ello en un espacio de tinieblas, de miradas recelosas y en ocasiones de peligro por la aproximación de personas que no sabes qué van a hacer. Según Arturo, en Sonora no hay seguridad. En las aglomeraciones siempre se da cita la delincuencia organizada. Ellos te ven, pero tú a ellos no. Para ti, son caras anónimas entre la multitud, pero para ellos, tú no.

En Sonora, además del riesgo, puedes encontrar desde brebajes para el desamor, para mejorar las condiciones económicas de la casa, para que el coche funcione, hasta consejo, tratamientos de magia, lectura de cartas, vudú, serpientes, gallinas, conejos, codornices, aves exóticas, monos y un largo etcétera.

Sonora es un espacio de convivencia vivo y animado, un gran centro de salud ambulatorio de la terapéutica popular de tradición mixta posconquista; diferente de la tradición de los pueblos originarios de las montañas y de las áreas rurales mesoamericanas en general. Hay una percepción del espacio (lugar y personas) no alejada en muchos aspectos a la que se tiene en mercados asiáticos.

En Sonora no vi chamanes, pero sí adivinadores. No observé indumentarias tradicionales en los sanadores, pero sí trance y otros modos que nos recuerdan a los viejos procedimientos y técnicas de los chamanes mixes, mixtecos, chatinos o mazatecos de las sierras de Oaxaca. Olores, ojos rasgados, sombras, cánticos, movimiento de gentes se parecen en Sonora a los que componen la escena de la vida en otros mercados mesoamericanos como los de Xochimilco o Tenango. En este último, acompañado por Rogelio pude observar la práctica de oficios relacionados con la alimentación y con el cuidado y mantenimiento de la salud. Al lado de puestos en la calle, curanderos y vendedores de hierbas y otros remedios realizan actividades como se hacía en época prehispánica. Curan de males del cuerpo y de males que no tienen una clara referencia natural o física. Curan con la palabra, con la rica herbolaria, con remedios rituales, con consejos alimenticios y de estilo de vida. En las áreas no puramente indígenas de Mesoamérica, existe una oferta tan rica y variada en el terreno de la salud tradicional como puede existir en los núcleos rurales indígenas. En México D.F., con la particularidad de la superposición, mezcla, interferencia, coexistencia de la cultura cristiana occidental y de la lengua castellana con un gran número de culturas originarias."

(Un agradecimiento especial a nuestros informantes y a quienes nos ayudaron a movernos por  los intrincados espacios humanos-culturales mexicanos).

Bibliografía del capítulo:

 -CARRASCO, P.; CÉSPEDES, G. 1985. Historia de América Latina, 1. América indígena. La conquista. Alianza. Madrid.
 -JODOROWSKY, A. 2004. Psicomagia. Siruela. Madrid





[1] Término que hace referencia a gente que charla, que habla.