Los seres humanos creamos culturas. Observamos, pensamos, imaginamos, obramos, comunicamos nuestras experiencias... Somos variados. Construimos nuestra "realidad". Fabricamos opiniones y maneras distintas de narrar nuestras vivencias. Este espacio expone estudios y trabajos del campo de la antropología del bienestar y la salud así como de la antropología de la naturaleza, sus componentes y sus leyes mostrando diversas concepciones y acciones que en esos terrenos se pueden dar y llevar a cabo en las culturas y sociedades del mundo.

Foto: "Águila peleando con serpiente". Tatuaje clásico del artista: Alvar Mena (La barbería tatuajes. Salamanca)

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SEGUNDA ETAPA

martes, 7 de enero de 2014

La "Befana", una tradición italiana el día de los Reyes Magos.

Por: Francesco Di Ludovico.

Introducción.
Nos trae Francesco Di Ludovico una nueva tradición de su país. Se trata, en esta ocasión, de la "Befana", ocupando en  el calendario, el espacio de celebración del día de los Reyes Magos. 
Solemos pensar, en relación con el Bienestar (con mayúscula), sobre todo en el ajetreado mundo "moderno", que casi todos los problemas de salud tienen una solución médica, bien sea a través de fármacos sintéticos, tecnología punta, plantas u otros medios, remedios y procedimientos específicos de diferentes maneras de ver los desequilibrios, las alteraciones y la atención-curación.
Poco nos paramos a reflexionar sobre las experiencias de nuestras interacciones diarias (físicas, sociales y culturales). Si lo hiciésemos, o lo hiciésemos más, nos daríamos cuenta de que muchos de los males que padecemos (llamados enfermedades) provienen de experiencias "negativas", traumáticas (en cualquier sentido y grado), insatisfactorias, poco o muy poco gratificantes, etc. Nuestras interacciones con virus y bacterias, por ejemplo, no siempre terminan en "desarmonías" tratables profesionalmente. Pero gran parte de las veces no nos damos cuenta. No nos damos cuenta tampoco de que, usando "medios" ordinarios (nosotros mismos) tenemos la posibilidad, con formación, información y práctica, de impedir grandes daños a partir de diversos problemas sufridos. 
Las vivencias diarias, en tanto que experiencias de interacción que comienzan en el mundo sensorial, pueden ser controladas por cada uno con el fin de estar bien. En otros casos, son determinados acontecimientos positivos, agradables y gratificantes los que directamente hacen el trabajo, o lo dirigen, reforzando el Bienestar (y dentro de él, el propio sistema defensivo, físico por antonomasia).
En otras culturas, no solamente de otros lugares sino del nuestro en tiempos pasados, se valoraba todo esto más que en la actualidad. Se valoraba que el ser humano está integrado en la Naturaleza y que su suerte dependía de la suerte de ésta. Había conocimientos asociados a ciertos acontecimientos "festivos" (relacionados con lo social o lo natural) verdaderamente importantes para el bienestar físico, mental y emocional. 
Las vivencias de "ilusión" experimentadas en la infancia construían un muro de protección alrededor de nuestra integridad global influyendo en la "creación de la realidad". Algunos de aquellos acontecimientos han sobrevivido dentro de las tradiciones, costumbres y culturas de nuestros entornos, principalmente, rurales. 
La festividad de los Reyes Magos era, y sigue siendo (relativamente hoy), uno de ellos. Periódicamente, y estratégicamente, a lo largo del año se sucedían otros acontecimientos componiendo una red dentro de un sistema calendárico capaz de cubrir gran parte de las necesidades de interacción equilibrada con el entorno inmediato (y del entorno con los seres humanos). Eran acontecimientos reequilibradores, reponedores, mantenedores de los "niveles de normalidad" individual, social y medioambiental en la comunidad, en el espacio de desarrollo vital.
Nos llega del pasado la tradición de la "Befana" en Italia, que podríamos incluir en esa categoría especial de acontecimientos (A.J. Aparicio).

La "Befana" (por: F. Di Ludovico).
El 4 de enero, una carta y la espera.
Y a la tarde: un niño y los latidos de su corazón.
Una hoja en blanco y la escritura incierta. Una hoja quizá de tamaño normal, pero grande para los ojos de un niño y, asimismo con letras de gran tamaño. Ésas sí, deliberadas y de caligrafía precisa, para que la viejita pueda leer sin demasiado esfuerzo (pobrecita). Y precisas como la lista de regalos esperados que, en la carta, a la viejita Befana se le piden. 
De mi parte, la verdad, una carta escrita con un poco de tristeza. No recuerdo una alegría total. El corazón, de hecho, me palpitaba entre las ganas y la espera. Estaba también el miedo a encontrar a la Befana y su pobreza. Ella, además de ser fea, no parece ser más que una pobre mujer vieja; sin embargo, lleva los regalos que los niños le piden. Con absoluta puntualidad y absoluto amor, la noche del 5 de enero no pide nada en cambio. Entra por la noche en cada casa donde un niño le ha escrito. Sin necesidad de llaves, ingresa a través de la chimenea o a través de una ventana que sólo ella sabe abrir por fuera. Sin embargo yo le dejaba un poco de dinero y abierta una ventana, esperando no ofenderla y no ser irrespetuoso con las reglas: unas monedas sobre la carta y unas líneas entre paréntesis como posdata. Me sentía incómodo al permitirle que pasara por la chimenea con brasas. Y preguntaba a mis padres cómo hacía para pasar por tan estrecho canal. Pero confiaba. Ahora, adultos, deberíamos confiar más y elucubrar menos. Y en esa fe incondicional el corazón seguía dividiéndose entre la excitación de la espera por recibir esos regalitos y la esperanza de que a la viejita le fuera todo fácil. 
A la mañana, al despertar fui a ver si la viejita había tomado la carta y llevado los regalos, pero no, la carta seguía allí y no habían regalos. 
Al otro día, al despertar, el corazón lleno de pena y esperanza, sí... por fin. Durante la noche la viejita, sin un ruido que pudiera traicionar su presencia, había llegado y dejado los regalos. Todavía siento esa alegría mezclada con ternura. Una vez me puse triste porque la Befana no tomó las monedas que yo le había dejado. Mi madre, de pronto, me dijo: "no te sientas triste, hijo; a pesar de su aspecto humilde la Befana no es tan pobre. No te preocupes", guiñándole el ojo a mi padre. Y la cara feliz de mi madre porque yo tuviera su misma alegría me volvía sereno. Y acariciaba ora el magnetófono de color anaranjado, ora el disco de vinilo que olía a dibujos animados y a cariño. Un cariño especial; que hizo que la Befana permaneciera hasta mis nueve años. De ahí, un recuerdo también especial a mis padres, verdaderos actores de las compras y de la alimentación de los pequeños sueños de un hijo.


Corrupción lexical de Epifanía, la "Befana" es una figura típica del folklore italiano, dispensadora de regalos, ligada a las festividades navideñas.
Según la tradición italiana, la Befana, representada como una mujer muy vieja volando sobre una escoba gastada, va a visitar a los niños durante la noche del 5 de enero (noche de la Epifanía), llenando los calcetines con dulces o dejando los regalos pedidos.
El origen de esta figura está probablemente relacionado con ciertas tradiciones campestres paganas ligadas a simbolismos del fin de año y "renacimiento" del año nuevo. De hecho, representa la conclusión de las fiestas navideñas, como reino entre el fin del año solar (solsticio invernal, el llamado "Sol invictus") y el inicio del año lunar. Antiguamente, la 12ª noche después del solsticio invernal, se celebraba la muerte y el renacimiento de la naturaleza, a través de la figura pagana de Madre Naturaleza. Los Romanos creían que en esas doce noches, figuras femeninas volaban sobre los campos recién sembrados para propiciar cosechas futuras.
Según algunos autores, eran guiadas por Diana, Dea lunar relacionada con la vegetación. Otros estudiosos opinan que era una deidad menor llamada Satia o Abundia. La Iglesia condenó semejantes creencias, definiéndolas como las consecuencias del diablo.
Tales superposiciones crearon muchas personificaciones, las cuales, durante la Edad Media en Italia, se concretaron en la Befana, cuyo aspecto -aunque benévolo- está mezclado con el de una auténtica bruja.
La apariencia de vieja sería pues una figuración del año viejo (pasado): una vez terminado, se le puede quemar así como acontecía en varios Países europeos (donde por la misma ocasión se quemaban fantoches).
Otra hipótesis interesante es que la Befana estaría relacionada con una antigua fiesta romana que tenía lugar al inicio del año en honor de Giano y Estrena (de cuyo nombre deriva el vocablo "estrena", regalo) durante la cual los Romanos tenían la costumbre de intercambiarse obsequios.
Según una versión "cristianizada", los Reyes Magos, al ir a Belén para llevar regalos al Jesús recién nacido, no encontraron el camino. Así, se dirigieron a una viejita que vieron preguntándole por dónde se iba. A pesar de sus insistencias para que ella los siguiera, la mujer no quiso. En seguida, la viejita de arrepintió; hizo unos dulces, llenó una canasta y salió de casa para buscar los Reyes, pero no los encontró. En consecuencia, decidió visitar casa por casa regalando sus dulces y golosinas a los niños que encontraba (esperando que uno fuera Jesús). Desde entonces, regalaría dulces y otras cosas a los niños para que se la perdonara.