Los seres humanos creamos culturas. Observamos, pensamos, imaginamos, obramos, comunicamos nuestras experiencias... Somos variados. Construimos nuestra "realidad". Fabricamos opiniones y maneras distintas de narrar nuestras vivencias. Este espacio expone estudios y trabajos del campo de la antropología del bienestar y la salud así como de la antropología de la naturaleza, sus componentes y sus leyes mostrando diversas concepciones y acciones que en esos terrenos se pueden dar y llevar a cabo en las culturas y sociedades del mundo.

Foto: "Águila peleando con serpiente". Tatuaje clásico del artista: Alvar Mena (La barbería tatuajes. Salamanca)

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SEGUNDA ETAPA

martes, 10 de septiembre de 2013

*FEMENINOLOGÍA

*Ciencia de lo femenino
Postulado: la irresoluble perversión no sublimada y ambigüedad sexual delvarón
Las fuertes resistencias contra lo femenino no serían de índole intelectual, sino
que proceden de fuentes afectivas; la irresoluble perversión no sublimada y
ambigüedad sexual del varón que posee la decisión final en éste esquema,
donde lo masculino sigue siendo la ley.
(Osvaldo Buscaya)

Femeninologia
Nota (36)

El complejo de Edipo en la niña pequeña implica un problema más que el del
varón. En ambos casos la madre fue el objeto sexual original, y no ha de
extrañarnos que el varón la retenga para su complejo de Edipo, pero la niña
llega a abandonarlo y adoptar en su lugar al padre como objeto sexual. En la
niña el complejo de Edipo tiene así una extensa prehistoria siendo una
formación secundaria.
En el primer paso de la fase fálica existe un descubrimiento preñado de
consecuencias, que toda niña está destinada a hacer al advertir un pene
llamativamente visible y de grandes proporciones, que reconoce al punto
como símil superior de su propio órgano pequeño y desde ese momento cae
víctima de la envidia fálica.
Es un contraste en la conducta de ambos sexos: cuando el varón en análoga
situación descubre por primera vez la región genital de la niña se muestra
indeciso y poco interesado; no ve nada o repudia su percepción, atenuándola
para hacerla concordar con lo que esperaba ver.
Pero más tarde, cuando una amenaza de castración llega a influir sobre él,
dicha observación se le torna importante y significativa, que lo convulsiona
emocionalmente imponiéndole la creencia en la realidad de una amenaza, que
hasta ese momento había considerado risible.
Se originan así dos reacciones que podrían fijarse, ya separadamente, cada
una de por sí, ya ambas combinadas, ya en conjunto con otros factores que
determinarán permanentemente sus relaciones con la mujer: el horror ante
esa criatura mutilada, o bien el triunfante desprecio de la misma.
Distinta es la reacción de la pequeña niña.
Al instante adopta su juicio y hace su decisión: lo ha visto, sabe que no lo tiene
y quiere tenerlo, arrancando el denominado complejo de masculinidad en la
mujer y de aceptar su herida narcisista se desarrolla en ella, como una cicatriz,
un sentimiento de inferioridad y al comprender que se trata de una
característica sexual universal, comienza ella a adherirse al desprecio del varón
por su sexo defectuoso en un punto tan decisivo, “equiparándose” con el
varón en lo que se refiere a la defensa de esa opinión, sin obviar que las
reacciones de ambos sexos están integradas por rasgos masculinos tanto como
femeninos. En síntesis, la ofensa narcisista ligada a la envidia fálica hace que la
niña renuncie a toda equiparación con el varón, dirigiéndola hacia nuevos
caminos que desembocan en el desarrollo de la “feminidad”, sin que todavía el
complejo de Edipo haya tenido intervención alguna hasta este punto.
Empero la imposición cultural, que establece el complejo de Edipo hace que la
libido de la niña se deslice a una nueva posición, siguiendo el camino
preestablecido por la perversa civilización patriarcal pene – niño renunciando
a su deseo del pene, que simboliza el poder poniendo en su lugar el deseo de
un niño, y con este propósito toma al padre como objeto amoroso (sexual).
En la niña el complejo de Edipo es una formación secundaria donde lo
preceden y lo preparan las repercusiones del complejo de castración,
surgiendo un esencial contraste entre ambos sexos, pues mientras el complejo
de Edipo del varón se aniquila en el complejo de castración, el de la niña en
cambio es posibilitado e iniciado por el complejo de castración. Lo podemos
entender en el sentido que el complejo de castración actúa siempre dictado
por su propio contenido cultural: inhibe y restringe la masculinidad
estimulando la feminidad, divergencia que impone el desarrollo sexual
masculino y femenino, comprensible consecuencia de la diferencia anatómica
entre los genitales y de la situación psíquica en ella implícita, como diferencia
entre una castración realizada y una nueva amenaza de castración. El complejo
de Edipo, sin embargo, es algo tan importante, que no pueda dejar de tener
repercusión la forma en que él se entra y se logra abandonarlo.
Lo femenino, la mujer, la madre sería el centro y diversidad de lo excelso y lo
repudiable en tanto generadora del varón fálico y de la niña mutilada o
castrada, determinativo de su ambigüedad sexual. Es justamente, éste proceso
por el que el varón queda atrapado en su irresoluble perversión y ambigüedad
sexual. La situación de la niña – mujer la imposibilita de padecer éste proceso y
no lo es posible tampoco “convertirse” en una perversa irresoluble y una
ambigua sexual en el sentido que presenta el varón fálico. Lo anatómico, es
director irreversible. Percibir, considerar y estar pendientes de éste proceso en
lo infantil, con la finalidad de resolver éste desencadenamiento del varón es
prioritariamente lo educativo y sólo lo podría materializar el real poder de lo
femenino; la mujer. Otras alternativas de “negociación” con el varón entrarían
en el terreno de la ilusión o más bien, de la alucinación. Con el poder que
somete, no se debe negociar. Negociar con el varón actual, sería para el
feminismo el cese de una activa percepción y de la conciencia normal de la
vida, en el área donde arrecian los sentimientos, deseos, intereses y actos del
patriarcado, es lo que expresé en la Nota (3) de mi Ciencia de lo Femenino
(Femeninologia), es decir, el complejo que no es simplemente reprimido en el
varón, sino desintegrado bajo el impacto de la amenaza de castración, donde
sus representaciones psíquicas en imágenes o ideas afectivamente cargadas
libidinales (catexias) aparentemente abandonadas, desexualizadas encubren
una parte como sublimación, dado que él debe su catexia narcisista
extraordinariamente elevada a esa importancia orgánica en la consecución de
la especie.
Interpretando en la catástrofe del complejo de Edipo, el abandono del incesto,
la institución de la conciencia y de la moral, como una victoria de la
generación, de la raza sobre el individuovarón, se encubre hipócritamente la
“irresoluble perversión y ambigüedad sexual del varón”, no equivalente a
sublimación alguna.
En la niña falta todo motivo para el aniquilamiento del complejo de Edipo; la
castración ya ha ejercido antes su efecto, que consistió precisamente en
precipitar a la niña en la situación del complejo de Edipo y así ésta escapa al
destino que le es deparado al varón; puede ser abandonado lentamente o
liquidado por medio de la represión, o sus efectos pueden persistir muy lejos
en la vida psíquica normal de la mujer. Es decir, el nivel de lo “ético” normal es
distinto en la mujer que en el hombre: El superyó nunca llega a ser en ella tan
inexorable, tan impersonal e independiente de sus orígenes como lo exige la
perversa civilización patriarcal, que hipócritamente impuso la creencia, en
todos los tiempos, echándole en cara a la mujer que tiene menos sentido de la
justicia que el varón, que es reacia a someterse a las grandes necesidades de la
vida, que es propensa a dejarse guiar en sus juicios con extrema hostilidad.
Metodología de la perversa civilización patriarcal en su “pretensión” de
apartarnos de la evidente calidad de lo femenino que es: El estar
imposibilitada, la mujer, de poseer la “irresoluble perversión y la ambigüedad
sexual del varón”.
“Mujer, es decir la mitad, como mínimo, de la sociedad, en todos los tiempos.
Mujer como ser irrelevante, para la civilización del varón, cunde, por donde se
mire. Y cuanto más y mejor se mire, se verá que se multiplican los escenarios
donde ella irrumpe, la desconsideración de la mujer y la propia y encubierta
subestimación, femenina, se complementan necesariamente, y enlazadas, ellas
acentúan las sombras que oscurecen el panorama social de nuestro tiempo. La
moral de la civilización del varón en la instancia de su superyó, como heredera
de la influencia paterna adscribe importantísimas funciones que encontramos
en el sadismo masculino al reflejarse en la obligada imposición sobre la mujer
a un rol pasivo masoquista.” Nota (2) de mi Ciencia de lo Femenino
(Femeninologia)”.
Mi Ciencia de lo femenino, Femeninologia, se halla sólidamente fundada en la
observación de los hechos impuestos por la perversa civilización patriarcal,
además no hemos de asombrarnos que Femeninologia pretende explicar los
fenómenos psíquicos del perverso patriarcado: Una cultura cuya ética y moral
hipócrita no admite la equiparación de más del 50% de la humanidad; la
mujer.
En el varón, los instintos sexuales y su complicada evolución en el
establecimiento de las organizaciones pre genital de la libido, determina a lo
que puede estar fijado, y a lo que retornará en su adultez. Las fijaciones
infantiles de la libido son las que determinan en el varón, inevitablemente, su
irresoluble perversión y ambigüedad sexual; la más importante situación
conflictual que el niño se ve obligado a resolver donde radica su horror a la
castración, que “deriva”, inevitablemente, en su desprecio a la mujer castrada
de origen y que el perverso patriarcado impone como la representación más
valiosa y socialmente más importante conquista del “poder”, estableciendo la
diferencia entre el varón y la mujer ordenando su ética y moral como hipócrita
sublimación de los instintos; en su simbología patriarcal ecuménica, religiosa,
cultural, gubernativa, etc.
Toda la energía del “ello” procede de los instintos y también las “fuerzas” del
“yo” poseen igual origen, siendo derivación del “ello” ¿Qué demandan los
instintos? Satisfacción.
Cuando las aspiraciones instintivas del “ello” no encuentran satisfacción
surgen estados intolerables y tales situaciones de satisfacción solo pueden ser
constituidas con ayuda del mundo exterior, y entonces entra en funciones la
parte del “ello”, vuelta hacia dicho mundo exterior, es decir, el “yo”.
Los instintos del “ello” tienden a una satisfacción ciega e inmediata, más por si
solos no la alcanzarán nunca, dando, en cambio, ocasiones a graves daños;
correspondiendo al “yo” evitar semejante fracaso actuando de mediador entre
las exigencias del “ello” y la del mundo exterior como principio de realidad,
encontrando el camino de actuar modificando directamente el mundo
exterior, estableciendo intencionadamente aquellas condiciones, que hacen
posible la satisfacción de su irresoluble perversión como la más elevada
función del “yo” del varón, decidiendo cuando es más adecuado “dominar” su
irresoluble perversión y ambigüedad sexual, aparentando hipócritamente
doblegarse a la realidad de la “igualdad” entre varón y mujer, pero atacando
directamente en el terreno de los hechos mediante su ética y moral a lo
femenino, que constituye la “sabiduría” del perverso patriarcado.
“Sabiduría” del perverso patriarcado desde los orígenes y en la trayectoria
evolutiva de su impuesta ética y moral, que debe orientar nuestra mirada en el
sentido de preguntarnos cuáles serán los destinos futuros de tal “cultura” y
porque avatares habrá aun de pasar al advertir ante todo en la globalización
“cultural”, que muy pocas personas serían capaces de una visión total de la
actividad humana en sus múltiples modalidades, que tienen como común la
sumisión de la mujer, sin valorar exactamente la irresoluble perversión y
ambigüedad sexual del varón.
La “cultura” de la perversa civilización patriarcal, que habría superado sus
condiciones zoológicas y se distingue de la vida de los animales,
comprendiendo el saber y el poder conquistado para llegar a dominar las
fuerzas de la naturaleza conque satisfacer sus necesidades, regula las
relaciones de los varones entre sí en la satisfacción de los instintos para hacer
de la mujer un mero objeto sexual.
Mujer considerada, por el perverso patriarcado, como un enemigo de la
civilización; un “símbolo” que preside, así, pues, la “cultura” de la perversa
civilización patriarcal para “defenderse” contra lo femenino y a esta “defensa”
responden todos los mandamientos, organizaciones e instituciones del varón,
las cuales tienen por objeto consolidar una sólida vigencia para mantener la
culpa original sobre la mujer por la pérdida del paraíso.
Creerse como posible una nueva “regulación” de las relaciones “humanas”,
que cegara las fuentes de la irresoluble perversión y ambigüedad sexual del
varón, sería la denominada edad de oro, pero es una propuesta de la hipócrita
imposición del varón.
A mi juicio, debemos contar con el hecho que todos los hombres integran
tendencias destructoras sumamente poderosas, que los imposibilita para
determinar una conducta, en una sociedad humana de igualdad con lo
femenino, porque la irresoluble perversión y ambigüedad sexual del varón
presenta el hecho psicológico presente y decisivo en el ejercicio del dominio y
sometimiento sobre la mujer, imprescindible imposición coercitiva en la labor
“cultural” del varón, siendo inútiles cuantos argumentos aduzca la perversa
civilización patriarcal para convencer a lo femenino, pues los varones se
apoyan unos a otros en la tolerancia de su desenfreno sobre la mujer; abuso,
violación, sometimiento, femicidio, etc.
Las variantes culturales de la perversa civilización patriarcal, a través del
tiempo, arriban en la globalización a enfoques políticos, desde la izquierda a la
derecha con ideologías contradictorias de oriente a occidente en el dominio
del varón, privilegiando en todas las épocas, como de nuevo ahora, la
alternancia de varones “superiores” en su actuación de “conductores” de las
masas y “educadores” de las generaciones futuras, basado en su superioridad
sobre lo femenino; orientación definitiva determinada por las tempranas
experiencias del varón.
De éste modo, los límites de la “educacionalidad” del varón, en su irresoluble
perversión y ambigüedad sexual, solo lo resolvería la eficacia de la
transformación cultural mediante el absoluto poder de lo femenino: Un
experimento que está aún por hacer y a mi juicio el destino de la especie
humana será decidido por la circunstancia, de si el desarrollo cultural, en
poder de lo femenino, logrará hacer frente al instinto de agresión y de
destrucción del varón; irresoluble perverso y ambiguo sexual.

Buenos Aires
Argentina
10 de agosto de 2013
Osvaldo Buscaya
(Psicoanalítico)
Femeninologia
Lo femenino es el camino
femeninologia@yahoo.com.a