Los seres humanos creamos culturas. Observamos, pensamos, imaginamos, obramos, comunicamos nuestras experiencias... Somos variados. Construimos nuestra "realidad". Fabricamos opiniones y maneras distintas de narrar nuestras vivencias. Este espacio expone estudios y trabajos del campo de la antropología del bienestar y la salud así como de la antropología de la naturaleza, sus componentes y sus leyes mostrando diversas concepciones y acciones que en esos terrenos se pueden dar y llevar a cabo en las culturas y sociedades del mundo.

Foto: "Águila peleando con serpiente". Tatuaje clásico del artista: Alvar Mena (La barbería tatuajes. Salamanca)

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SEGUNDA ETAPA

domingo, 29 de abril de 2012

Culturización de lo natural y bienestar: el bonsái.

(Textos y fotos: A.J. Aparicio Mena)

Se comenta que la naturaleza se hace cultura en el discurso. Cuando trasmitimos con la palabra lo que apreciamos con los sentidos estamos "creando el mundo". Otros dicen: "un duplicado del mundo". Trasladamos a los demás "realidades" vividas, experiencias vitales construidas en nuestra mente con el concurso de las ideas, las emociones, la información mecánica sensorial, la voluntad  y, tal vez, más cosas. Pues bien, existe un "arte", llamémoslo así, que representa muy bien lo que denominamos: culturización de la naturaleza. Es un arte de origen asiático pero ya intercultural por su mezcla-fusión con las culturas del planeta con las que ha contactado desde hace más de 30 años: el bonsái. Su definición: "árbol en maceta". Pero los árboles no crecen en las macetas por sí solos. Es necesario que alguien o algo traslade las semillas al recipiente, los esquejes o la propia planta (primera intervención). Después hay que conocer las reglas que rigen el bonsái como modelo definido desde hace siglos en las culturas china y japonesa para aplicar las técnicas de corte, poda, pinzado y alambrado de manera que el resultado se asemeje-aproxime a los estándares ideales del catálogo de modelos (segunda intervención). El bonsái es un arte comunicado mediante un lenguaje no verbal. Lo natural, lo estético, lo original se funden en la obra permitiendo entender a quien conoce las claves, lo que hemos querido expresar a través de nuestra creación. El que no conoce las claves de apreciación convencional fabricará en su mente, quién sabe, un producto muy personal (válido antropológicamente hablando para darnos idea de las capacidades humanas para "crear mundos" a través del discurso y de lo variados que esos mundos pueden ser).
Si no conocemos un idioma, podemos imaginarnos diferentes cosas al oir hablar a dos personas. Nos esforzaremos por reconocer sus gestos y todo aquello que pueda darnos pistas de lo que hablan. Sin entrar en profundidades, a nivel significativo convencional, las imágenes de bonsái que circulan en nuestro mundo occidental son simples pero aclaratorias: "árbol pequeño cultivado en un recipiente adaptado que muestra unas proporciones armónicas y una relación equilibrada entre sus partes (apreciación externa)". Con eso suele bastar al observador medio para "entender" lo que ve. Más información, más claves y, por consiguiente, más matices significativos para poder percibir; y placer (asociado). Y ahí queremos llegar: al placer (estético, sensorial, intelectual, creativo, etcétera). Placer es bienestar (así nos lo trasmiten quienes disfrutan observando el bonsái).
Preguntamos a Boris (estudiante de arquitectura y conocedor medio de este arte):
-¿Qué sientes delante de una obrita de estas?
-Me tranquiliza ver algo armonizado. Me produce bienestar.
María (conocedora media) expresa:
-Cuando miro un bonsái, es como si la vista se me hiciese pequeña. Poco a poco me meto en la imagen y disfruto de un mundo de fantasía.
Placer, paz, disfrute, vienen a ser imágenes repetidas por quienes "lo pasan bien" observando el bonsái.
Los antiguos empleados de la corte china solían llevar a su mesa de trabajo o tener cerca rocas y arbolitos de sus tierras natales. Con ello paliaban la nostalgia y la tristeza ocasionadas por el alejamiento de sus seres queridos y de sus paisajes de origen.
El estudio del bonsái desde la ciencia etnobotánica nos conduce a la categoría de "naturaleza o plantas para el bienestar". Los japoneses expresan sus convenciones muy relacionadas con su historia y sus características como pueblo. Sin embargo, existen en los observadores medios imágenes muy parecidas a las experadas por los "disfrutadores" no asiáticos: placer, paz, reequilibrio, armonía, ayuda para la concentración, para la meditación, para olvidarse de la presión de la vida cotidiana, etcétera.
Dentro de la clasificación (puramente didáctica) de observadores de bonsái (y centrándonos en nuestro ámbito occidental intercultural), existe, entre los "avanzados", un grupo que asocia al bonsái características "estético-espirituales" muy próximas a lo que pudiéramos llamar "realidad cuántica" capaz de interactuar modificando situaciones de desarmonía en el creador de dicho arte. Esto quiere decir que la simple proximidad al bonsái le aporta reequilibrio mejorando hechos de alteración tanto experienciales como funcionales y físicos. Los "avanzados" suelen conocer el "idioma" convencional original, trabajando en la creación de árboles especiales y disfrutando no sólo de la obra final (que nunca existe en bonsái ya que cada final es el inicio de una nueva serie de trasformaciones que lo llevan a otro final y así sucesivamente) sino también, y muy especialmente, del camino que les lleva a ella.
No existe el bonsái fuera del ámbito humano-cultural. En la naturaleza podemos encontrarnos árboles pequeños en espacios rocosos en los que las condiciones del medio han sido duras; pero sólo son eso, árboles pequeños que han tenido que acomodarse. Una roca no es una maceta. No se cumple la primera condición. El marco del medio ambiente natural no es un humano y no "conoce" los modelos originales asiáticos (no se cumple la segunda condición). Por último, tampoco esculpe, poda, corta y alambra como hacen los humanos (condición necesaria para realizar este arte). Ésta sería, pues, la tercea intervención, la técnica. Trabajamos con material vivo que tiene unas necesidades que hay que satisfacer: alimento, agua, luz suficiente, espacios aireados, etc. El bonsái tiene, pues, como ser vivo, un objetivo básico junto al estético y cultural: la supervivencia. Por ello, la mayoría de los trabajos técnicos y estéticos confluyen en esa banda imprecisa de lo vital y lo cultural, ambigüedad que  caracteriza este arte ancestral.
Como antropólogos, trasladamos contenidos comunicativos y culturales de otras sociedades a la nuestra. Interpretamos, más bien, siguiendo a Hans G. Gadamer. Pero lo hacemos teniendo en cuenta de forma prioritaria lo que los protagonistas de los objetos culturales estudiados nos relatan. De esta manera, creemos, trasmitimos los productos comunicativos y experienciales de otros, lo menos desvirtuados posible a nuestro medio sin explicar lo que no nos concierne (la parcela de la cultura ajena estudiada), cediendo ese derecho a quienes corresponde (los que experimentan y transforman las culturas de las que hablamos). La cosa cambia cuando nosotros mismos nos convertimos en experimentadores del objeto de estudio. También tenemos algo que decir. Yo lo llamo: el contraste que nos ayuda a entender, al menos un poco, los mensajes recibidos de los otros (incluidas sus vivencias).
En el caso del bonsái, el contraste con nuestra experiencia nos acerca a lo referido por los informantes: actividad placentera, lenta, que nos ayuda a desarrollar el arte de la paciencia y una favorecedora ralentización de la vivencia nerviosa en dicho trabajo. Ello se traduce por relax, tranquilidad, reposo de la mente, mejora de las funciones respiratoria y circulatoria, amén de otras cosas que se salen de la línea discursiva que seguimos (cuestiones relacionadas con la conciencia y el Quanto) y que tal vez otro día abordemos.
Un consejo: interésense por el bonsái. Es una actividad saludable, tanto para los seres vivos con los que se trata (vegetales, árboles) como para nosotros (humanos). Y no decimos nada si además se introducen en el estudio categorías animistas (propias de culturas tradicionales) como elementos de interacción cultural. Los resultados pueden ser sorprendentes (por lo menos, interesantes), ¡quién sabe qué nos podemos encontrar a través de la investigación!
He aquí algunos ejemplos:

Bosque de aligustres (Ligustrum Ludicum).

El bosque de olmos de la portada, en Otoño.

Detalle interior del bosque de olmos