Los seres humanos creamos culturas. Observamos, pensamos, imaginamos, obramos, comunicamos nuestras experiencias... Somos variados. Construimos nuestra "realidad". Fabricamos opiniones y maneras distintas de narrar nuestras vivencias. Este espacio expone estudios y trabajos del campo de la antropología del bienestar y la salud así como de la antropología de la naturaleza, sus componentes y sus leyes mostrando diversas concepciones y acciones que en esos terrenos se pueden dar y llevar a cabo en las culturas y sociedades del mundo.

Foto: "Águila peleando con serpiente". Tatuaje clásico del artista: Alvar Mena (La barbería tatuajes. Salamanca)

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SEGUNDA ETAPA

lunes, 6 de junio de 2011

Percepción de obstáculos urbanos (físicos, sociales y culturales) por invidentes y por quienes tienen disminución significativa de las capacidades visuales. Alfonso J. Aparicio.

(Resumen del Power point de la ponencia con el título arriba escrito correspondiente al Congreso Internacional sobre Ciudades, Culturas y Sociabilidades convocado por AGIR y celebrado en la Facultad de Letras de la Universidad de Porto en abril de 2009).


PRIMERA PARTE
INTRODUCCIÓN

Población a la que nos referimos:

   a) Invidentes (1.De nacimiento. 2.Que antes vieron).

  b) Afectados por disminución significativa de las capacidades visuales (no corregibles o relativamente corregibles).

Incluimos dentro de la normalidad a quienes poseen deficiencias visuales corregibles.

Algunas personas con alteraciones corregibles pueden, no obstante, tener, en determinadas situaciones o momentos (cambio de graduación, descanso de los lentes, otros casos) experiencias parecidas a las que pueden tener los del grupo b.

Ámbito del estudio: ciudad y provincia de Palencia (Castilla y León).

Los sentidos nos conectan con el mundo.
La percepción racional del mundo depende del estado de nuestro soporte físico y de los contenidos culturales-educativos que ya tenemos y que interfieren-completan-reconstruyen las informaciones (naturales) proporcionadas por los sentidos.
En principio, éstos obtienen informaciones que los nervios asociados conducen al cerebro. Decodificadas, las hacemos inteligibles “vistiéndolas” con el simbolismo comunicativo convencional en cada sociedad y cultura.
De esta manera, el mundo que nos rodea se convierte en un mundo “culturizado”. Las normas del uso de la lengua en cada sociedad hacen que podamos entendernos.
Las interacciones con el medio (físico, social y cultural) se comunican como experiencias.

La percepción del medio rural y del medio urbano no se expresa de forma unánime por mis informantes; si bien el segundo es referido por una mayoría, desde el p. de v. estructural, funcional y social, como más duro, más dificultoso, más áspero, más enmarañado, poniendo más trabas al bienestar y a la felicidad, influyendo en algunos casos negativamente en el equilibrio y la salud.
La trasmisión oral de espacios y contextos urbanos (físicos, sociales y culturales) creados por y para quienes ven, proporciona a veces a los invidentes representaciones mentales convencionales que no entienden, o no entienden bien. Por ejemplo, hay edificios cuyas características y soluciones constructivas se repiten o asemejan. Las personas que ven, van incorporando esos conocimientos a través de la experiencia del día a día. La referencia oral de una construcción a quien ya conoce otra parecida es suficiente para orientarlo, permitiéndole moverse con relativa soltura en el nuevo espacio. No poder ver impide que se creen y sumen archivos de conocimiento del espacio, como se crean y suman en quienes ven. Ello hace que, salvo en un espacio cotidiano (y ahí también con restricciones), cada interacción física sea una experiencia nueva y diferente para los invidentes.

La relación con el “cuerpo físico” de la ciudad no se da como un hecho aislado en la experiencia; mucho menos, en los invidentes y en quienes, por no ver con normalidad, tienen que imaginar más que los que ven, asociando a esa experiencia: miedo e inseguridad.
El invidente archiva con formas mentales propias las representaciones convencionales que le llegan a través de la comunicación lingüística. El espacio físico se convierte en espacio cultural propio; existiendo, además, el espacio cultural urbano convencional de los que ven.
El invidente tiene que convivir y relacionarse manejando una cantidad importante de ideas, símbolos y representaciones del espacio suyas y prestadas (a las que da traducción propia también).
La “ciudad social” concede gran importancia a lo visual. Entre las gentes que ven hay un continuo trasvase de ideas provenientes de la apreciación visual de las cosas. En el terreno lúdico, en el familiar, en el laboral, en el religioso, etc., las gentes se comunican intercambiando continuamente observaciones. Existen: el cine, el teatro, los deportes y otros entornos en los que lo social y lo visual se unen a lo físico y a lo cultural en la ciudad.

La participación de los invidentes y, más en concreto, de quienes vieron y luego perdieron la vista (total o parcialmente) en esos contextos es relativa y limitada. 
Las limitaciones les hacen circunscribirse a círculos próximos, seguros, cerrados y de confianza (familia, amigos, organizaciones de invidentes, etc.).

SEGUNDA PARTE
EXPERIENCIAS
Los informantes que participaron en este estudio subrayaron la diferencia en ideas, experiencias, comportamientos y acciones entre: 

1. Invidentes totales y personas con muy alta disminución de las capacidades visuales. 

2. Invidentes de nacimiento e invidentes por degeneración, enfermedad o accidente. Las experiencias de sus interacciones en la ciudad, pese a ser ricas en matices descriptivos y simbólicos en unos y otros, son a la vez diferentes entre quienes no ven nada y quienes ven, aunque sólo sean masas informes de luz y color. Y entre quienes no ven (total o parcialmente) desde que nacieron y quienes perdieron la vista después de un tiempo.
En este último caso, los afectados afirman seguir enganchados a los recuerdos visuales de otro tiempo. A muchos les empuja a mostrarse como quienes ven, con las consecuencias nefastas a veces en el trato humano y en el encuentro con los objetos urbanos.

Quienes no ven, o ven poco desde que nacieron, tienen menos prejuicios. No cuentan con representaciones mentales residuales que les creen o aviven conflictos de adaptación, muestran menos miedo al espacio, a las calles, a las aceras, a los bordillos, a las papeleras, a las escaleras de acceso a los edificios, a las farolas, a la gente y a lo que puedan decir de ellos. Disponen de recursos para desenvolverse (me refiero a comunicarse no a hacer cualquier trabajo) en medios sociales normales (caso de Martín, albino).
Algunos de los que perdieron la vista o están a punto de perderla me confesaron haberse distanciado de las viejas amistades porque éstas se distanciaron primero de ellos. Expresaron resentimiento por el mundo en ocasiones, inadaptación y conflicto permanente en su interior entre lo que fueron, que no quieren abandonar y lo que son, que se impone como realidad temida. Atesoran recuerdos que les obstaculizan acomodarse a su nueva situación. Ello les aporta tristeza, aislamiento, miedos, desconfianza y en ocasiones desequilibrio, lo que podemos traducir en términos antropológicos como alteraciones del bienestar y en casos, de la salud.

Una gran parte de aquellos a quienes observé dieron más importancia a los obstáculos urbanos físicos (quienes habían visto antes o aún no habían perdido del todo la vista) que a los sociales o culturales (ubicación de bancos, papeleras, farolas, vehículos mal aparcados, esquinas, emplazamiento indebido de motos, bicicletas, etc.).
Otros se quejaron de mala atención en edificios y espacios de servicios públicos (quienes no suelen llevar bastón).

El BASTÓN, dicen unos, es la clave, el signo social que posibilita una atención mejor.
Hubo quien, por no haber conocido nunca una visión normal, subrayó sentirse ciego entre los que ven y persona que ve entre los ciegos. Pero adaptado y entrenado desde pequeño a la supervivencia en cada caso (Martín).
Los albinos tenemos una discriminación racista. Una vez me pegaron unos jóvenes. Les pregunté que por qué lo habían hecho y me respondieron que  porque odiaban a los negros y a los excesivamente blancos. Ya me han pasado otras cosas por ser albino, opina Martín.


Algunos afirman que la religión les ha ayudado a soportar el cambio y llevar la ceguera con dignidad (Manuel)
Otros se han apartado de sus creencias precedentes (Ricardo).
El albino Martín afirma ser agnóstico y haber desarrollado a lo largo de su vida una cultura de la audición de forma autodidacta al no haber tenido el acceso normal a la cultura (tiene 66 años).
Hacia la política y los políticos casi todos muestran aversión. Dicen que los que gobiernan no piensa en ellos, ya sean de derechas o de izquierdas.
Todos valoran los demás sentidos, sobre los que se concentran y a los que prestan más atención para intentar suplir la carencia de vista.
A Manuel le ayudó la fe y agradece al cura de su pueblo el apoyo.
Rosa (ciega total) dice apoyarse en su familia y no tener problemas con la gente ni resentimientos, a pesar de que un día vio.


CONCLUSIONES
1.Los obstáculos para los invidentes y los incapacitados visuales en la ciudad no son sólo físicos; también son humanos, culturales, organizativos y normativos, fabricados en determinados casos por la no contemplación y la no inclusión plenas de lo diverso en la vida cotidiana urbana (tanto a nivel oficial como a nivel social). A veces, incluso, por el olvido.
2.Los invidentes  y quienes tienen alto grado de disminución visual con los que he trabajado consideran que aún faltan cosas importantes por hacer en la planificación urbana y en la educación social para que se sientan plenamente integrados en el espacio y en la vida ciudadanos.
3.La ONCE, dependiendo de los convenios firmados con los ayuntamientos, asesora en determinado tipo de obras. Pero, ni siquiera esto evita la experiencia personal temerosa con el espacio y con la gente relatada por la mayoría de mis informantes.
4.Para algunos, mucha gente que ve debería pasar por la experiencia de percibir, sentir y moverse con los ojos tapados en su medio cotidiano. Eso les ayudaría a entender mejor a los que no ven.


Artículo desarrollado:


(Publicado en las actas del congreso: Cruz, F. (Org.). 2010. “Cidades, culturas y sociabilidades”.  Ed.: Agir. Porto. ISBN: 978-989-8170-11-8)

1. INTRODUCCIÓN
 En este artículo queremos mostrar un apunte correspondiente a experiencias de interacciones de invidentes con el medio urbano. Se trata, pues, de una aproximación comprensiva al mundo de vivencias de dificultad de esas personas a través de los relatos de experiencia de algunos informantes.

Al hacer etnografía no extraemos conclusiones universales y tampoco pretendemos aplicar a la generalidad de los invidentes las informaciones obtenidas de un grupo concreto. Las experiencias humanas se relacionan con su medio inmediato y, dado que los medios sociales y físicos cambian, las experiencias de sus moradores también. Sírvanos, pues, el presente trabajo para disponer de un conocimiento y de una información sobre las interacciones de determinadas personas con su medio habitual; en este caso, el medio urbano de una ciudad concreta: Palencia, en Castilla y León. La validez de dicho trabajo puede estar en orientarnos y guiarnos a la comprensión de otras personas y sus circunstancias de vida en situaciones semejantes.

Antes de nada conviene que precisemos la población a la que nos referimos. Hablamos aquí de:

   a) Invidentes (1.De nacimiento. 2.Que antes vieron).

  b) Afectados por disminución significativa de las capacidades visuales (no corregibles o relativamente corregibles).

Incluimos dentro de la normalidad a quienes poseen deficiencias visuales corregibles (por el uso de lentes o por otros medios y procedimientos).

Algunas personas con alteraciones corregibles pueden, no obstante, tener en determinadas situaciones o momentos (cambio de graduación, descanso de los lentes, otros casos) experiencias parecidas a las que pueden tener los del grupo b.

En ámbito geográfico del estudio es la ciudad y provincia de Palencia (Castilla y León).

2. GENERALIDADES.

Los sentidos nos conectan con el mundo. La percepción racional del mundo depende del estado de nuestro soporte físico y de los contenidos culturales-educativos que ya tenemos y que interfieren-completan-reconstruyen las informaciones (naturales) proporcionadas por los sentidos. En principio, éstos obtienen informaciones que los nervios asociados conducen al cerebro. Decodificadas, las hacemos inteligibles “vistiéndolas” con el simbolismo comunicativo convencional en cada sociedad y cultura. De esta manera, el mundo que nos rodea se convierte en un mundo culturizado. Las normas del uso de la lengua en cada sociedad hacen que podamos entendernos.

Las interacciones con el medio (físico, social y cultural) se comunican como experiencias. La percepción del medio rural y del medio urbano no se expresa de forma unánime por mis informantes; si bien el segundo es referido por una mayoría, desde el punto de vista estructural, funcional y social, como más duro, más dificultoso, más áspero, más enmarañado, poniendo más trabas al bienestar y a la felicidad, influyendo en algunos casos negativamente en el equilibrio y la salud.

La trasmisión oral de espacios y contextos urbanos (físicos, sociales y culturales) creados por y para quienes ven, proporciona a veces a los invidentes representaciones mentales convencionales que no entienden, o no entienden bien. Por ejemplo, hay edificios cuyas características y soluciones constructivas se repiten o asemejan. Las personas que ven van incorporando esos conocimientos a través de la experiencia del día a día. La referencia oral de una construcción a quien ya conoce otra parecida es suficiente para orientarlo, permitiéndole moverse con relativa soltura en el nuevo espacio. No poder ver impide que se creen y sumen archivos de conocimiento del espacio, como se crean y suman en quienes ven. Ello hace que, salvo en un espacio cotidiano (y ahí también con restricciones), cada interacción física sea una experiencia nueva y diferente para los invidentes. Según algunos de ellos, dichas experiencias conllevan más o menos contenido emocional. A veces, lo que sienten lo comunican a sus allegados y se sienten mejor (por la descarga); otras veces, no, constituyendo un sustrato de vivencia negativa que va creciendo e incidiendo indudablemente en su equilibrio y bienestar pudiéndoles conducir en determinados momentos a la enfermedad convencionalmente entendida.

La relación con el “cuerpo físico” de la ciudad no se da como un hecho aislado en la experiencia; mucho menos, en los invidentes y en quienes, por no ver con normalidad, tienen que imaginar más que los que ven, asociando a esa experiencia: miedo e inseguridad.

El invidente archiva con formas mentales propias las representaciones convencionales que le llegan a través de la comunicación lingüística, a través de la educación y a través de las influencias culturales ambientales y familiares. El espacio físico se convierte en espacio cultural propio; existiendo, además el espacio cultural urbano convencional de los que ven.

El invidente tiene que convivir y relacionarse manejando una cantidad importante de ideas, símbolos y representaciones del espacio, suyas y prestadas (a las que da traducción propia también).

La “ciudad social” concede gran importancia a lo visual. Entre las gentes que ven hay un continuo trasvase de ideas provenientes de la apreciación óptica de las cosas. En el terreno lúdico, en el familiar, en el laboral, en el religioso, etc., las gentes se comunican intercambiando continuamente observaciones. Existen: el cine, el teatro, los deportes y otros entornos en los que lo social y lo visual se unen a lo físico y a lo cultural en la ciudad generando experiencias reequilibradotas, placenteras y separadas de las del trabajo y la rutina de obligaciones cotidianas..

La participación de los invidentes y, más en concreto, de quienes vieron y luego perdieron la vista (total o parcialmente) en esos contextos es relativa y limitada. Sus experiencias son diferentes de las de los que ven (por su limitación natural y por la distinta captación del mundo circundante). Las limitaciones les hacen asociarse a círculos próximos, seguros, cerrados y de confianza como la familia, los amigos, organizaciones de invidentes, etc. De entrada, parece que los invidentes no pueden disponer de recursos de experiencia del espacio tan variados como los de los videntes. Sin embargo, según alguno de mis informantes, determinados invidentes o deficientes visuales relativos desarrollan más otras capacidades como la imaginación para suplir las carencias de las informaciones sensoriales, pudiendo llegar a crear un mundo interior tan rico como el de los que disponen plenamente de sus sentidos. La fabricación del espacio mental en unos y otros es diferente. También se diferencian las comunicaciones del espacio urbano. Sin embargo, disponiendo de tiempo para escucharles, las personas con discapacidades visuales significativas suelen desarrollar recursos de “traducción cultural” del medio percibido que no emplean habitualmente quienes ven bien. Resulta agradable oír a algunos de ellos hablando de cómo entienden lo arquitectónico como arte o como placer perceptivo; o cómo entienden la construcción de un ballet o una coreografía que no ven, que solamente oyen o de la que únicamente perciben masas de luminosidad indefinida.

Refiriéndonos concretamente a las dificultades físicas para el desenvolvimiento normal de los invidentes en la ciudad, algunos dejan de lado las metáforas, expresando con claridad y precisión características de lugares que les impiden transitar, y criticando a las autoridades municipales por no contemplar o contemplar mal las adaptaciones para ellos de dichos espacios, sobre todo en determinados lugares.

3. EXPERIENCIAS.

Los informantes que participaron en este estudio subrayaron la diferencia en ideas, experiencias, comportamientos y acciones entre:

   1. Invidentes totales y personas con muy alta disminución de las capacidades visuales.

   2. Invidentes de nacimiento e invidentes por degeneración, enfermedad o accidente.

Las experiencias de sus interacciones en la ciudad, pese a ser ricas en matices descriptivos y simbólicos en unos y otros, son a la vez diferentes entre quienes no ven nada y quienes ven, aunque sólo sean masas informes de luz y color. Y entre quienes no ven (total o parcialmente) desde que nacieron y quienes perdieron la vista después de un tiempo.

En este último caso, los afectados afirman seguir enganchados a los recuerdos visuales de otro tiempo. A muchos les empuja a mostrarse como quienes ven, con las consecuencias nefastas a veces en el trato humano y en el encuentro con los objetos urbanos. Se sienten unidos a su pasado vidente. No desean despegarse de sus recuerdos. Sienten complejo ante los que ven. No quieren mostrarse como deficientes. Les cuesta adaptarse y reconocer la nueva realidad que viven. Sufren y tienen lesionado relativamente su equilibrio y su bienestar, sobre todo interior. En la calle, en una oficina, al encontrarse con un grupo de personas, improvisan, realizan movimientos peligrosos, actúan para que les traten como ellos quieren e imaginan. En definitiva, se arriesgan y viven una interacción relativamente distorsionada y “desenfocada”,

Quienes no ven, o ven poco desde que nacieron, tienen menos prejuicios. No cuentan con representaciones mentales residuales que les creen o aviven conflictos de adaptación, muestran menos miedo al espacio, a las calles, a las aceras, a los bordillos, a las papeleras, a las escaleras de acceso a los edificios, a las farolas, a la gente y a lo que puedan decir de ellos. Disponen de recursos para desenvolverse (me refiero a comunicarse no a hacer cualquier trabajo) en medios sociales normales (caso de Martín, albino).

Algunos de los que perdieron la vista o están a punto de perderla me confesaron haberse distanciado de las viejas amistades porque éstas se distanciaron primero de ellos. Expresaron resentimiento hacia el mundo en ocasiones, inadaptación y conflicto permanente en su interior entre lo que fueron, que no quieren abandonar y lo que son, que se impone como realidad temida. Atesoran recuerdos que les obstaculizan acomodarse a su nueva situación. Ello les aporta tristeza, aislamiento, miedos, desconfianza y desequilibrio, lo que podemos traducir en términos antropológicos como alteraciones del bienestar y en casos, de la salud en el plano físico o en el psicológico, específicamente.

Una gran parte de aquellos a quienes observé dieron más importancia a los obstáculos urbanos físicos (quienes habían visto antes o aún no habían perdido del todo la vista) que a los sociales o culturales (ubicación de bancos, papeleras, farolas, vehículos mal aparcados, esquinas, emplazamiento indebido de motos, bicicletas, etc.). Otros se quejaron de mala atención en edificios y espacios de servicios públicos (quienes no suelen llevar bastón). El bastón, dicen unos, es la clave, el signo social que posibilita una atención mejor. Hubo quien, por no haber conocido nunca una visión normal, subrayó sentirse ciego entre los que ven y persona que ve entre los ciegos pero adaptado y entrenado desde pequeño a la supervivencia en cada caso (Martín).

Los albinos tenemos una discriminación racista. Una vez me pegaron unos jóvenes. Les pregunté que por qué lo habían hecho y me respondieron que  porque odiaban a los negros y a los excesivamente blancos. Ya me han pasado otras cosas por ser albino, opina Martín.

Algunos afirman que la religión les ha ayudado a soportar el cambio y llevar la ceguera con dignidad (Manuel)

Otros se han apartado de sus creencias precedentes (Ricardo).

El albino Martín afirma ser agnóstico y haber desarrollado a lo largo de su vida una cultura de la audición de forma autodidacta al no haber tenido el acceso normal a la formación (tiene 66 años). Es poeta y ama el teatro. En una reunión con otros invidentes observé cómo defendía el derecho de los ciegos a acceder al mundo de la cultura. Para Martín, las deficiencias sensoriales no tienen que ser muros infranqueables frente al disfrute cultural. Él mismo afirma “degustar” muchas manifestaciones artísticas, algunas de ellas de manera diferente a los videntes. Anima a sus compañeros a no quedarse de lado y a intentar conocer lo que quienes ven conocen, aunque sea de otra forma.
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Hacia la política y los políticos casi todos muestran aversión. Dicen que los que gobiernan no piensan en ellos, ya sean de derechas o de izquierdas.

Todos valoran los demás sentidos, sobre los que se concentran y a los que prestan más atención para intentar suplir la carencia de vista.

A Manuel le ayudó la fe y agradece al cura de su pueblo el apoyo. Rosa (ciega total) dice apoyarse en su familia y no tener problemas con la gente ni resentimientos, a pesar de que un día vio.

El caso de alguien operado de cataratas, alta miopía y astigmatismo nos muestra el deseo de apegarse quienes no ven normal a lo poco o mucho que se pueda ver. “No saca igual partido al color, a los paisajes, a las formas, a los rostros el que lo ve perfecto o normal que quien lo ve mal”, opina.

Nuestro albino Martín es un hombre risueño y optimista. No se siente menos que otros. Es un buen conversador. Opina que la conversación es un gran medio de sanación y reequilibrio para los invidentes. Hablar relaja y conecta a las personas. A través de la palabra y del oído se pueden “ver” de otra manera en la mente las cosas que no se pueden ver con el sentido normal, subraya. La ciudad y sus obstáculos físicos no tienen que ser la justificación para quedarse apartado de la vida social, dice. Todos podemos aportar algo a los demás, veamos mejor o peor. El no ver no significa ser un inútil, añade.

4. CONCLUSIONES.

Después de observar, de conversar con algunos invidentes, de escucharlos hablar entre ellos, de recibir sus informaciones de experiencia, lo que más destaco es la fuerte carga interior que llevan sus palabras. Cuando hablan de su acomodación a la vida urbana no lo hacen separando sus emociones. Si critican la ubicación de una papelera, lo exponen con una gran dosis de energía emocional ya que el no verla al transitar no sólo puede suponer dolor físico por el golpe sino también dolor moral porque nadie pensó en ellos al colocarla allí. Nadie les informó. Las personas con las que he trabajado asocian sentimientos al discurso de experiencia, viviendo la ciudad como un cuerpo cuyas partes deberían estar conectadas de manera que a todos pudieran permitir vivir normalmente.

   Como resumen puedo enumerar:

1.      Los obstáculos para los invidentes y los incapacitados visuales en la ciudad no son sólo físicos; también son humanos, culturales, organizativos y normativos, fabricados en determinados casos por la no contemplación y la no inclusión plenas de lo diverso en la vida cotidiana urbana (tanto a nivel oficial como a nivel social). A veces, incluso, por el olvido.

2.      Los invidentes  y quienes tienen alto grado de disminución visual con los que he trabajado consideran que aún faltan cosas importantes por hacer en la planificación urbana y en la educación social para que se sientan plenamente integrados en el espacio y en la vida ciudadanos.

3.      La ONCE (Organización Nacional de Ciegos Españoles), dependiendo de los convenios firmados con los ayuntamientos, asesora en determinado tipo de obras. Pero, ni siquiera esto evita la experiencia personal temerosa con el espacio y con la gente relatada por la mayoría de mis informantes.

4.      Para algunos, mucha gente que ve debería pasar por la experiencia de percibir, sentir y moverse con los ojos tapados en su medio cotidiano durante un tiempo. Eso les ayudaría a entender mejor a los que no ven.

5.      Algunos informantes opinan que, de igual manera que a las personas con discapacidades sensoriales, visuales en este caso, se les ayuda a integrarse en la sociedad, debería informarse y educarse también a los videntes para que entendieran que a su lado hay otros que por diversas razones no disponen de las capacidades naturales completas, pero que por ello no son diferentes como personas ya que sienten, piensan y se comunican igual que ellos. Esto deberían tener muy claro las autoridades municipales a la hora de diseñar cambios y modificar el medio urbano.


Mi agradecimiento a todos los colaboradores e informantes; en especial a las personas de la ONCE de Palencia que han querido compartir conmigo sus experiencias.