Por Francesco Di Ludovico.
Introducción por A.J. Aparicio.
A veces nos encontramos con personas capaces de conocer lo que nos ocurre empleando modos diferentes a los científicos. Es el caso de la conocida Pachita, mexicana, la sabia mazateca María Sabina y de muchos más etnomédicos, chamanes y hombres/mujeres de conocimiento de todas las etnias originarias no sólo del continente americano sino de todos los continentes del planeta. Hemos tenido la suerte de conocer a algunas de esas personas, de charlar con ellas y de verlas trabajar. Hemos escrito artículos y y libros mencionándolas y exponiendo con todo respeto sus trabajos así como sus discursos y explicaciones. Incluso hemos tenido la suerte de haber sido atendidos por sus manos y, por cierto, muy bien. Hablo de sanadores amerindios principalmente. Personalmente conocí y conozco europeos, gentes de la sociedad occidental trabajando en la medicina tradicional de los abuelos. Son ya sabios muy mayores. Pero nunca vi ni oí aquí caso como el que nos narra el Dr. Di LUdovico. Cuando me lo comentó me pareció interesante, no sólo por el contenido de su relato sino por la personalidad de la que habla cuyas maneras de actuar tienen mucho parecido con las de sanadores, chamanes y médicos tradicionales de etnias no occidentales con las que Pasqualina no tuvo relación. El Dr. Di Ludovico es originario de Las Marcas y tiene referencias experienciales de familiares que conocieron a la citada sanadora. El antropólogo no compara los hechos observados en relación con modelos y estándares, ni siquiera con "patrones" científicos. Expone los hechos y sobre todo las explicaciones que de ellos dan los que los crean, considerando unos y otras actuaciones y maneras diferentes de ver y explicar el mundo y las cosas, tan válidas como otras, al menos para los miembros de sus contextos originarios. Les dejamos con el relato del Dr. Di Ludovico.
En un valle
verdísimo del Piceno, en las Marcas de Italia, entre los ecos de un mar antiguo
y los ábregos despojadores de hermosos viñedos y de mastranzos fragantes,
en 1908 nació una niña. Era el domingo del 2 de agosto, mes que los almanaques
populares de la región italiana de Fermo vuelven rico en ferias rurales y comarcales; y
nos gusta imaginar los barrios luminosos y cálidos de aquellos tiempos y de
aquellos lugares, con los negocios de zapateros y carpinteros hacendosos, de silleros
plácidos y de toneleros incansables. En el registro civil fue registrada como
Costanza Porfiri; sin embargo todos los familiares la llamaron siempre
"Pasqualina", y todo el mundo la conoció con este mote afectuoso.
En aquel lejano
1908, durante la cosecha y la trilla, no todos los barrios del mundo resonaron
de melodías campestres y de estribillos de amor. Hubo tierras donde las
fuerzas de la naturaleza y del cosmos se desataron con truenos,
explosiones y terremotos violentos. En la mañana del 30 de junio en el cielo de
la Siberia central un enorme globo resplandeciente procedente del firmamento
estalló con una potencia mucho mayor que el de la bomba atómica que dañó
Hiroshima en la segunda guerra mundial; una vastísima zona silvestre de la región
de Tunguska fue destruida por tal accidente. Los cielos nocturnos de Londres,
durante semanas después de tal explosión, fueron desgarrados por centelleos
rojizos. En la noche del 28 de diciembre del mismo año la costa oriental de
Sicilia fue afectada por un terremoto devastador, produciendo miles de
víctimas.
En tal año fue
también el nacimiento de Costanza Porfiri, la niña que, una vez adulta, habría llevado a cabo prodigios de conocimiento extrasensorial que, aun hoy en
día, desorientan e inquietan a la ciencia oficial. Un fenómeno de relevancia
excepcional bajo el perfil científico, cultural y antropológico y seguramente
social: en el transcurso de medio siglo miles y miles han sido las personas que
se han dirigido a la sensitiva de las Marcas, encontrando respuestas y
consuelo.
En aquellos
tiempos no había la televisión sino solamente la radio que recogía directamente
las voces desde el cielo, con su antenita filiforme. Mientras nacía Pasqualina,
ensalzada más tarde por escritores valientes como verdadero genio del
conocimiento supernormal, una parte de la literatura denigraba la fémina, y la
emancipación femenina era decididamente contrastada. Las mujeres de aquellos
tiempos no manejaban el dinero ganado, no desempeñaban actividad política, eran
sujetas a sanciones penales en caso de adulterio, tratadas como ciudadanas de
segundo nivel. El alemán P. J. Moebius, profesor de psiquiatría y de
neuropatología, en 1904 escribió un libro cuyo título era: «La inferioridad
mental de la mujer» con el subtitulo: "Sobre la deficiencia mental
fisiológica de la mujer". Tiempos arduos a vivir, pues, para una joven;
sobretodo si relataba hechos difíciles de creer.
La familia de
Pasqualina era de campesinos, y ella conservó de sus orígenes el candor. De
niña se divertía, con su ramo de rabdomante, buscando agua para ayudar a su
padre a construir pozos en las zonas que ella le había señalado. Asistía a su
madre en el quehacer cotidiano, preparando la masa del pan y recolectando la
leña; asistía también a los animales del corral donde vivía, cocinaba y era muy
hábil al bastidor (con el cual preparó su propio ajuar).
Sensitiva y
clarividente italiana entre las más conocidas, tuvo las primeras formas de
clarividencia cuando tenía 25 años.
Mayo de 1933. Su
marido Luigi Pezzola, con el que se casó a la edad de 19 años, tarda en
regresar a casa. En la familia empiezan a preocuparse, más que todos Pasqualina
misma, la cual se adormila, como por soponcio, con el corazón en pena y
"parte" idealmente en su búsqueda; se despierta y da una buena
noticia: "Lo he visto: está regresando a casa con un amigo suyo".
Después de unos minutos, Luigi regresa y abraza a su mujer. Desde este simple
acontecimiento empieza la increíble historia de Pasqualina. Dias más tarde,
estando en un cuarto de su casa, "ve" el suegro en peligro sobre un
árbol que quedaba del otro lado de la habitación, lejos de haber podido
realmente ser visto. En consecuencia de la manifestación del primer vahído
extático y de los signos de televidencia de su mujer, Luigi se dirige,
gracias a unos conocidos, a los médicos de la clínica universitaria de la
facultad de medicina de Roma, para comprender si semejantes fenómenos eran
causados por una enfermedad psiquiátrica o por algo místico. Sometida a
unos experimentos, demostró poseer el don de ver a distancia y a través de las
paredes. Desde entonces algunos empezaron a preguntar a Pasqualina sobre las
condiciones de salud. Una vez enfrente del enfermo, ella, como en una
pantomima, mostraba conversar (con un diálogo mudo) con el mismo y visitarlo
(rozándolo con las manos). Después de haber terminado la consulta, esta mujer
volvía de su "viaje" y salía de su estado de trance (en el cual
entraba muy fácil y rápidamente) relatando particulares diagnósticos sorprendentemente
exactos. Durante el "viaje" su conciencia parecía ausente, ella tenía
los ojos cerrados y su expresión facial era congruente al estado de salud del
paciente que visitaba: alegre si este estaba sano, triste si este estaba
enfermo. "Cuando visito una persona me desmayo, después regreso de ese
estado y finalmente relato lo que he visto; veo el órgano afectado, veo donde
está el mal... Recolecto lo que veo y voy formando un conjunto completo del
interior del cuerpo del enfermo; veo todo y recibo, de parte de este todo, una
serie de sensaciones también sobre particularidades como la tensión arterial,
el número de las células de la sangre y otros fenómenos que pasan adentro el
cuerpo de la persona que visito; y sé cuando está enferma, pero no sé el cómo
ni el porqué: sólo siento, lo advierto. No tengo conocimientos de anatomía, no
sé cómo funcionan los órganos; sin embargo tengo sensaciones de lo que observo
durante la consulta: aunque no conozco todo esto, refiero las sensaciones:
ellas me dicen sobre lo que la persona padece".
Médicos ilustres
le pedían ayuda en caso de diagnósticos difíciles.
Cuentan que en
una ocasión ella relató haber "visto" la presencia de 30 cálculos
biliares en el colecisto de un paciente. Sometido al quirófano, el cirujano le
quitó 29; sin embargo, confiando en esta mujer, buscó bien el cálculo que
"faltaba" y de facto encontró uno más en una parte medio escondida de
la vesícula biliar que no había sido bien explorada.
Entre los
muchísimos que la conocieron (se estiman en aproximadamente 350mil), los
famosos directores cinematográficos Federico Fellini y Franco Zeffirelli eran
sus asiduos frecuentadores; ella visitó también el rey Farouk y los papas Pío
XII y Juan XXII.
Murió a los 97
años, humilde tal como nació. Nunca pidió dinero, sólo donaciones; nunca
rechazó a nadie; para todos tenía palabras de consuelo. Los que la conocieron
recuerdan sus ojos vivaces, que hablaban directamente al alma; y recuerdan la
manera en la que ella decía las cosas: el tono simple y caritativo de quien
quiere desinteresadamente ayudar.
Bibliografía:
I. Sparnanzoni,
S. Petracci: "Pasqualina Pezzola la Montesanta", Affinitá elettive ,
2008.
L. Pantanetti:
"Pasqualina Pezzola, il dono sovra-umano dell'umiltà", en la web marcheguida.it
S. Fuso:
"Pasqualina Pezzola, la veggente delle Marche", Scienza e Paranormale
n.63, 2005.