Los seres humanos creamos culturas. Observamos, pensamos, imaginamos, obramos, comunicamos nuestras experiencias... Somos variados. Construimos nuestra "realidad". Fabricamos opiniones y maneras distintas de narrar nuestras vivencias. Este espacio expone estudios y trabajos del campo de la antropología del bienestar y la salud así como de la antropología de la naturaleza, sus componentes y sus leyes mostrando diversas concepciones y acciones que en esos terrenos se pueden dar y llevar a cabo en las culturas y sociedades del mundo.

Foto: "Águila peleando con serpiente". Tatuaje clásico del artista: Alvar Mena (La barbería tatuajes. Salamanca)

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SEGUNDA ETAPA

martes, 4 de octubre de 2011

SALUD REPRODUCTIVA INDÍGENA (II). La opinión de los parteros (grupo zapoteco, Oaxaca). Por: A.J. Aparicio Mena.

El texto siguiente está extraído del libro: Cultura Tradicional de Salud y Etnomedicina en Mesoamérica", de Alfonso J. Aparicio Mena, publicado por Trafford: http://anthropologiamundi.blogspot.com/p/publicaciones.html
En él mostramos el punto de vista del partero D. Alfonso Castellanos, médico zapoteco para quien el significado de la vida va bastante más allá del dato biológico. D. "Poncho" y otros etnomédicos tradicionales consideran a las personas y su medio (social, natural y cultural-creencias) como un todo, una gran burbuja llena de conexiones y relacionada también con el pasado. De la equilibrada relación de la persona con lo social, lo natural y las tradiciones ancestrales depende no sólo el presente de ella y su grupo sino el futuro de las distintas colectividades basadas en líneas de progreso propias y distintas de las de la cultura occidental dominante. Tanto las parteras y los parteros de los grupos originarios como sus gentes, en especial las mujeres, manifiestan la necesidad de mantener, proteger y apoyar las formas ancestrales, los modos y los conocimientos que permitían y siguen permitiendo que el "nacimiento" no sea sólo el hecho de paso del parto sino la realización de un hecho ligado también con aspectos digamos "no tangibles" unidos a las personas a través de un "hilo" que sólo los que conocen las tradiciones y se mueven por ellas pueden seguir. El parto tradicional es, pues, un "fenómeno complejo" a nuestros ojos; y son los miembros de los grupos tradicionales los únicos que pueden explicárnoslo.

"...Desde la plaza de la localidad, ascendiendo por la calle central y bajando luego por una escalera rudimentaria, se llega a una casita rodeada de ciruelos y otros árboles. Es la vivienda de D. Poncho. El médico tradicional me recibió allí todas las veces que nos reunimos a hablar y cambiar impresiones e informaciones de uno y otro  lado del océano.  Su casa es sencilla, con aperos de labranza, recipientes de maíz y sacos para guardar el grano. Al lado está el consultorio, un cuarto adaptado y preparado para atender a su clientela. La sala cuenta con una mesa de despacho, sillas modestas y una camilla fabricada artesanalmente. En las paredes, pósters alusivos a la salud. Sobre su mesa de escritorio y en una estantería posterior, el partero tiene sus libros, cuadernos de notas y publicidad de productos farmacéuticos. Es médico tradicional indígena pero forma parte de una generación nueva y diferente en la que se fusionan los conceptos tradicionales zapotecos con los populares hispánicos y los modernos alópatas. El resultado es una visión holística de la salud y de la enfermedad; y un concepto del bienestar basado en el equilibrio, como en la tradición antigua, pero incorporando elementos y componentes nuevos de la sociedad global. D. Alfonso es evangelista, lo que le hace tener una perspectiva nueva de la cultura indígena, diferente de la percepción católico-tradicional de la mayoría.
Desde el punto de vista antropológico, me parece importante resaltar la visión de este etnomédico pues se inscribe en un fenómeno relativamente nuevo en Mesoamérica, el del Evangelismo, fenómeno que está variando las cosas en torno a la cultura tradicional y a la idea de vida en las comunidades indígenas. Desde dentro de ese contexto religioso, la visión de salud como el resto de imágenes, símbolos y percepciones de la cultura indígena van a variar. Es por lo que me pareció importante conceder un espacio a esta óptica, nueva en el panorama de la salud tradicional, y nueva en el panorama de la cultura indígena en general.
He aquí algunas opiniones del médico tradicional, extraídas de diferentes encuentros.

-(p)¿Qué opina de la medicina tradicional?

-Yo manejo medicina tradicional y medicina alópata. La medicina tradicional es la que resulta de seguir los usos y costumbres tradicionales de la gente. Usan plantas, usan fumadas, usan todo lo que se refiere al área botánica, pues. En eso estoy yo también involucrado.

D. Alfonso empezó a trabajar en 1973. Empezó con medicamentos alópatas. Luego entró a la medicina tradicional pues se dio cuenta que la gente no podía pagar los productos de patente. Descubrió las plantas medicinales y sus posibilidades terapéuticas. Estudió las tradiciones alimenticias indígenas y se dio cuenta de la importancia de la medicina tradicional para una comunidad. Las plantas medicinales, los alimentos tradicionales usados de forma especial, correctora, son más que medicamentos, según él. Señala que en la medicina tradicional no se usa la química. Los productos no están pasados por un laboratorio. Dice que la gente dejó las plantas medicinales en 1930 y que en la década de los 70 volvió a ellas. Señala que tradicionalmente se pasan los conocimientos de abuelos a nietos, pero se han perdido nociones y usos de las plantas.
Para D. Ricardo Alberto Castañeda (1999), médico tradicional del Estado de Puebla, y uno de los impulsores de la medicina tradicional mexicana hoy, en tiempos de sus abuelos, casi todos los padres de familia conocían los medicamentos naturales para curar a sus hijos. Pero la llegada de la medicina de patente ocasionó el olvido de las hierbas.
D. Alfonso me habló muy bien de la guayaba, con cuyas hojas (en infusión) atiende la diarrea.
Su tecito, una tacita, 2, 3 veces a la noche y ya se le quita la diarrea, puntualiza. Pero la gente prefiere medicamentos, aunque le cueste. Comenta que ahora, en la región, las personas se han alejado de la botánica y que él intenta reeducar en la tradición de las plantas a sus clientes-pacientes. Pero ve las plantas desde un punto de vista más naturalista, cercano al concepto de la tradición naturista y naturópata occidental. Le comento que en la tradición zapoteca, cada planta tiene su espíritu, y cada energía una función. Se muestra de acuerdo, pero se centra en las energías como capacidades naturales, no tanto como espíritus. La gente le cuenta modos y maneras de utilizar las plantas para los diversos problemas. Cuando hablamos de las limpias, él se centra en su significado sobre la piel más que en el aspecto ritual tradicional de la limpieza espiritual. Sigue diciendo que es necesario investigar y conocer las características curativas de las plantas. Eso para él es muy importante. Expresa: La comunidad ha vivido siglos con sus plantas medicinales, pero uno muchas veces es nuevo en esto. D. Poncho busca información en los ancianos quienes le transmiten conocimientos en zapoteco. Lo importante para él es que no se pierda el saber antiguo, que enfoca desde una perspectiva de terapéutica naturalista, es decir, la utilización de plantas medicinales para tratar problemas de salud y ayudar a mantener alejada la enfermedad, sin otra perspectiva espiritualista. Según D. Poncho, cada planta tiene una parte que se usa (flores, frutos, raíz, hojas), y cada preparado tiene su forma de hacerse. Sí, ahí estamos trabajando, exclama.  La naturaleza es la farmacia natural, es rica y tiene de todo, ¿verdad?, añade. Cuando le vienen a consultar sobre un problema de diarrea, primero aconseja el té de hierbas; y si no da resultado, la pastilla. Considera que los medicamentos (de patente) también tienen su función en determinados momentos.
D. Poncho estuvo 24 años en el ejército mexicano. Viajó y conoció gentes, ideas, lugares. Todo eso formó un sustrato de base, junto a su creencia evangélica que afectó indudablemente a su visión de la salud, de la enfermedad y de la terapéutica. En ocasiones, recurre a lo escrito en la Biblia para intentar entender hechos y situaciones cuya explicación tradicional no ve clara. Se muestra como racionalista alejado de aspectos relacionados con la mística y la espiritualidad indígenas. Se interesa por los fundamentos biológicos y psicológicos de la salud y la enfermedad. Realiza cursos de actualización y formación. Colabora en la promoción de salud con instituciones como el antiguo INI. A la vez, se muestra atraído por el uso tradicional de las plantas.
Considero interesante la opinión de D. Alfonso pues trasluce una variación en la cultura tradicional zapoteca expresada en la profesión de médico popular, influenciada por la religión evangélica, por tanto eliminando los elementos mágicos de la cultura antigua. D. Poncho sacó una de las veces su Biblia y, colocando su mano derecha sobre ella, me dijo que el mundo había sido creado por Dios y que él había puesto la naturaleza para que nos ayudáramos de ella[1]. Pide a Dios y confía en él para que le inspire y ayude con sus pacientes[2].  D. Alfonso es partero. Atiende a embarazadas locales y de otros pueblos. No le gusta hacerse cargo de parturientas que él no ha seguido. Asegura ocuparse de sus pacientes plenamente, dándoles confianza lo cual repercute en un parto más fácil. Me dijo que se sentía orgulloso habiendo ayudado a venir al mundo a casi trescientos niños en la zona. En muchas ocasiones, le envían casos desde el centro de salud (atención estatal). Cuando hablamos del parto, lo veo muy interesado. Es un gran conocedor. Explica con detalle todo el proceso. Para ayudar, aconseja infusiones de canela y hace andar por la habitación a las que han llegado al final de su espera. Las mujeres zapotecas paren de rodillas. D. Alfonso me dice que en reuniones convocadas por el antiguo Instituto Nacional Indigenista, suele ser tema de discusión el parto. 


-Algunas parteras reciben de retaguardia. Yo recibo de vanguardia, expresa. Resulta mejor así, evita riesgos. Puedes sujetar bien la cabecita y sacar más fácilmente al niño.  El médico zapoteco tiene su técnica particular: Luego de sacarlo, corto el cordón umbilical del niño y ato el cabo a la pierna de la madre con el fin de que no se absorba con la placenta. Así está seguro. Aseamos al pequeño y esperamos a que salga toda la placenta. Uso tés de diferentes hierbas para ayudar a la limpieza total interior


Se siente orgulloso de haber tenido siempre éxito. Insiste en que él sólo se responsabiliza de las mujeres que ha seguido desde el primer día del embarazo. De esa manera se va adaptando a la evolución del mismo sabiendo qué hacer y cómo en el momento del parto. No conocer a la embarazada y no saber de su embarazo supone dar cabida a riesgos, según él. Cuando se le presentan estos casos, si le da tiempo, las recomienda ir al hospital de Villa Alta. D. Alfonso prepara a las futuras madres enseñándoles técnicas de respiración basadas en las tradiciones zapotecas. Les ayuda a alejar el miedo y a minimizar el dolor. Le resulta rara la manera de parir de las occidentales. Piensa que hacerlo de rodillas va a favor de la ley de la gravedad.
El oficio de partera, o partero, siempre fue valorado entre los miembros de las sociedades tradicionales (originarias y mestizas). Generalmente son mujeres las que lo realizan. Veamos qué dice de ellas Luz Pérez Loredo, hablando de la época del Virreinato: 


Una mujer adulta generalmente se ocupaba de atender a la embarazada. La población la llamaba partera, comadre o comadrona, y entre más repetitiva había sido su experiencia de ayudar a dar a luz, mayor habilidad demostraba en su trabajo. Su quehacer era orientar a la embarazada, al esposo y a la familia, cuidar a la preñada, ayudarle a traer al mundo a un nuevo ser y efectuar maniobras para que la madre y su hijo se conservaran en buen estado. La partera ejecutaba operaciones externas para acomodar al producto en posición conveniente, y también realizaba maniobras internas cuando la parturienta presentaba problemas en el nacimiento de su hijo (Pérez, 1992: 167).

Siglos después, parteros como D. Alfonso, continúan la tradición indígena basada en una atención integral, física, psicológica y social.
Dentro de la tipología de los médicos tradicionales, D. Poncho es una muestra de médico indígena con rasgos interculturales: con mayor base tradicional naturalista y con una influencia de creencias relativamente nuevas en el medio indígena mesoamericano..."



[1] Visión transcendente frente a la tradicional visión inmanente de los pueblos indígenas.
[2] Influencia del evangelismo en la profesión de terapeuta tradicional y en el concepto de salud relacionado con lo físico y lo psíquico según un mundo creado por un dios autónomo que entregó la naturaleza al hombre para que la descubriera y dominara.