1. Introducción
Las formas de entender el bienestar en cada cultura se relacionan con los contenidos de sus tradiciones. Las gentes de las tradiciones originarias y de la mestiza siguen desarrollando en Mesoamérica sus propios modos de prevenir los males y curar. En las sociedades del pasado, y en las del presente, los seres humanos fabricaron, y fabrican, sistemas y maneras para atender las necesidades de salud. En el estudio interpretativo de los investigadores Jean Clottes y David Lewis-Williams (2001) sobre los dibujos, pinturas y esculturas de las cuevas del paleolítico, se sugiere la existencia de chamanes en la prehistoria. Por lo que se conoce a través de las fuentes documentales (principalmente rusas) estudiadas por Mircea Eliade (2001) sobre el chamanismo asiático y norasiático, ese sistema, además de terapéutico, sería un modo organizativo de los grupos y comunidades en tiempos en los que las amenazas externas (naturales, "sobrenaturales" y humanas) hacían peligrar no sólo el equilibrio y bienestar de los individuos sino la estabilidad e integridad de sus grupos. Para Antony Tao (2003), del chamanismo arcaico chino nació una especialidad más dedicada a la terapéutica: el chamanismo curativo, a partir del momento en que las sociedades se hicieron sedentarias (inicio del Neolítico, hace unos 10.000 años). De este chamanismo surgiría posteriormente la medicina tradicional china.
Hasta la llegada de los europeos a América, los grupos amerindios dispusieron de modos de curar adaptados a sus formas de pensar y a sus cosmovisiones. Los cronistas de Indias dieron cuenta de las características del mundo que encontraron y descubrieron. Y, aunque influidos por su origen, su forma de pensar europeo-cristiana y los condicionamientos que el poder religioso y el poder político les imponían, dibujaron con palabras toda la majestuosidad de aquellas culturas, como hizo fray Bernardino de Sahagún (1994). En esas etnografías de la época, se habla de curadores, de formas de curar y de elementos para curar; es decir, de toda una organización de la terapéutica local.
En los libros de los cronistas que hablan de etnomedicina se valoran principalmente características y elementos relativos a medios de cura naturales (de origen vegetal, la mayoría; pero también, minerales y de origen animal). Cuando Sahagún (1994) expone aspectos de la medicina azteca, habla de buenos y malos médicos; no sólo refiriéndose a la responsabilidad y a los principios sino también a los métodos de trabajo y a los medios utilizados. Lo no natural lo suele asociar a prácticas de hechicería o a simbolismos culturales (religiosos) relacionados con el calendario, los augurios, las tradiciones locales, etc...
Acceso al artículo completo: